miércoles, 8 de noviembre de 2017

Morir como la Tierra


Todo gris, reseco y enceguecedor.  Polvo, piedras y duros reflejos. Ni una nube promisoria; ni una sombra. Te has sentado muy alto, dominando el vacío con tu decisión. Llegaste arriba casi a rastras; tu compañero ha quedado, despojo de guerra, en su tumba ignorada. Traes en el vientre a tu hijo huérfano y extranjero; esperas volver a tu antiguo paisaje de bosques y arroyos; anhelas reencontrar a tu gente, sus cantos, sus sabores, sus palabras; esa es la vida que quieres para el niño.
Te levantas, tambaleante, y buscas un trago de agua en el morral; pero la pequeña bota está vacía;  ¿la ha roto un golpe contra las piedras?; ¿el calor evaporó el líquido?
 Tal vez tu suerte sea  morir en pocas horas, entre recuerdos felices, sin llegar a ver el paisaje de tus sueños;  ese que ahora también es gris, reseco y vacío.


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