domingo, 11 de marzo de 2018

El perdón


Juana y Blanca murieron el mismo día, a la misma hora: un Viernes Santo a las tres de la tarde.
Esto determinó que la separación que se habían impuesto cinco años atrás terminara, de golpe, a la Puerta del Paraíso. 
Una historia de amor frustrado, engaño, envidia y muerte había separado a las hermanas. En el medio estaba el fantasma de Ismael. Blanca lo amaba y Juana se lo había quitado con un embarazo fingido. Blanca se confió a una bruja, y el bebedizo que ella le dio para recobrarlo resultó mortal para Ismael. 
Junto a la puerta, Juana y Blanca se agitaban enfrentadas en anhelos de sangre; pero no había uñas, ni manos, ni carótidas: sólo el odio, mal sepultado bajo una montaña de buenas obras con las que buscaron, inútilmente, sanar en vida su ira y remordimiento, 
La Puerta del Paraíso estaba cerrada con un grueso candado de nubes indestructibles: pero el frenesí de los sentimientos de las mujeres sacudió la Puerta; Jesús y el bueno de San Pedro alcanzaron a oírlo.
—Maestro— rezongó el viejo portero—Son las que mataron a Ismael. Otro par de almas indignas, que pretenden la bienaventuranza. Justamente en este día… 
Jesús hizo un gesto de infinita paciencia: «Pedro… no te olvides del gallo…! Avísale a Ismael y a los querubines» 
Como en el “Hágase” del Paraíso, Ismael apareció en medio de las hermanas y las abrazó en silencio. Los angelitos rompieron a cantar: «Perdón, perdón. Mi alma tienes sed de Ti», Y ellas lo coreaban bañadas de lágrimas y de luz. «Perdón, hermana,» sollozó Blanca». «Perdón, hermana,» suspiró Juana.
Ahora la puerta estaba abierta. Las manos de Jesús, claveteadas y resucitadas desde la eternidad, dibujaban sobre sus cabezas las buenas obras que habían realizado.
«Yo soy el Perdón», sintieron más que oyeron. 
Y se encontraron en el Cielo.
Territorio de Escritores - 2016 
El perdón

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