sábado, 19 de noviembre de 2016

Blueberry Notes: Personajes malvados, ¿cómo se construyen?

Blueberry Notes: Personajes malvados, ¿cómo se construyen?:
¡¡Hola a tod@s!! Hoy vamos a hablar de un ingrediente imprescindible en un buen relato, novela o cuento. Un malo.

Pero no un malo malísimo, en contraposición  a un bueno buenísimo. Ambos personajes, como en la vida real, deben tener múltiples dimensiones.
Una persona malvada que hace algo malo tiene que tener una razón para hacerlo. Esa razón no puede ser simplemente su maldad. 


Es posible que nuestro malo sepa que eso que está haciendo está mal, pero tenga un motivo para ello. 
El motivo puede no ser objetivo, puede que sólo tenga sentido para él, pero aún así sigue siendo una justificación para sus acciones reprobables. Para ello debemos dar a nuestro malo una historia, una trayectoria vital y unas experiencias que revelen esa justificación, esos motivos.
Además, para ilustrar a un malo multidimensional, podemos darle un aspecto positivo, algo que despierte en el lector un sentimiento de empatía, que no simpatía. Algo que, aunque no nos guste, aunque sea moralmente cuestionable, nos haga pensar en él como en una persona. Por ejemplo, Hannibal Lekter el caníbal, es un hombre inteligente y cultivado, muy educado. Su historia nos explica los motivos de sus acciones.
Del mismo modo, podemos dar al malo un exterior acorde con su personalidad. Pongamos como ejemplo al Joker de Batman, cuyo aspecto nos revela lo caótico de su personalidad. 
El caso es que tanto su historia, como su aspecto físico nos genera empatía, cierta comprensión.
Tengamos en cuenta que, como todo en la vida, no hay personas con personalidades polarizadas, no todo es blanco o negro, hay una amplia gama de grises.

Por otra parte, a veces un malo tiene seguidores. A los seguidores también debemos darles una razón para seguir al malo. Podría ser por miedo, por ideales que comparten, por admiración… podrían compartir sus metas y, aunque no les gusten sus métodos, los seguirían para obtener sus propósitos.

La motivación de los personajes, en definitiva, es algo imprescindible para dotarlos de veracidad y credibilidad. Las motivaciones de alguien están ligadas a su personalidad y es interesante documentarse al respecto, incluso pidiendo consejo a profesionales. De hecho, como dato diré que desde 2008, el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, ayuda a la elaboración de guiones y a los actores en la preparación de personajes a través de un grupo de trabajo.

En conclusión, los malos son personas y deben construirse como tal, con luces y sombras. 
  • Sus acciones no deben ser “porque sí” igual que nuestras acciones en la vida real. 
  • Su objetivo no debe ser el mal por el mal, sino por algo importante para ellos que tenga sentido 
  • Por eso es importante que tengan una historia propia y, además, 
  • debemos darles un rasgo positivo que les proporcione esa profundidad, algo que les haga reales.
Cuidad a vuestros personajes, son lo más importante de una historia.

Espero que os ayuden estos consejos y, por supuesto, estaré encantada de ayudar con cualquier duda o petición que tengáis al respecto.

¡¡Nos leemos!!..

lunes, 14 de noviembre de 2016

Hora final



Para Cadena Ser, Primera semana de noviembre 2016
Sigo observando mi trocito de cielo. ¡Se me han muerto tantas ilusiones! ¡Se me ha gastado tanta ternura y aliento! Pero nunca se ha borrado mi trozo de cielo. Ya estoy llegando a destino y lo descubro como siempre: es la mano amiga que me conduce en las vueltas de la vida.  Yo percibo que no está hecho de vacío, sino de personas y de momentos; así  como mi cielo, se ven azules loa cerros lejanos; parecen vacíos ; pero  ya cerca, se descubre la vida en sus laderas. Me queda poco, pero lo he vivido intensamente.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

LA QUINTA ESQUINA


Así se llamaba la zona de calles en diagonal; y así se llamaba el bodegón. Todas las noches los tahúres se sentaban alrededor de una mesa pentagonal; los lugares estaban numerados, del uno al cinco El anotador  se sentaba siempre en la  quinta esquina, cerca de la barra, para atender al mismo tiempo algún pedido de refuerzo. El tintineo de los dados jugaba sobre el humo con la música del gramófono.  En el número uno, Julieta, la preciosa bailarina treintañera, acompañaba la ronda, sentada sobre las rodillas del tonto de turno, para que se desconcentrara y pudieran “pelarlo”.
La noche del crimen,  las luces amarillentas del bodegón  pintaban  el tronco de un paraíso y la primera hilera de baldosas de la vereda; más allá todo estaba en tinieblas.  Pero la música estridente alcanzaba a los vecinos que trataban de dormir.
Pablo Flores  se sumergió en el bullicio incongruente de “La Quinta Esquina”. ¿Por qué incongruente? Porque no había nadie en el salón.
Nadie vivo, digamos. En el piso, estaba Julieta… Degollada.
Sobre la mesa pentagonal, en un charco de bebidas,  flotaba un revoltijo de dados y ceniceros llenos. Los vasos y botellas en añicos eran la alfombra de la bailarina.
No se espantó por los ojos desorbitados y la boca abierta en el grito final; ya estaba curtido en estas lides. No se detuvo a verificar si realmente estaba muerta; su ojo profesional de policía inteligente lo había detectado al instante; también sabía que la escena del crimen no se toca en ausencia del cuerpo judicial; y además, su tremenda barriga  no  le permitía acuclillarse.
«Habría que llamar a la policía» pensó. Pero estaba muy cansado y no tenía apuro: se sentó y se puso a mirar el cadáver de la chica. Varias veces habían estado juntos,  por las tardes, en cualquier hotelucho próximo. Lástima que su figura descuidada y decadente y su bolsillo raquítico de jubilado, no colmaron las expectativas de Julieta; no es fácil conseguir clientes  para un bar en una ciudad pequeña. Ahora que  tenía algunas nuevas ofertas favorables, Pablo había venido  a buscarla; pero ya era tarde.
«Triste» pensó. Y se rascó la calva.
 Pero, después de todo- pensó- si el bolsillo tampoco alcanzaba, ella volvería a irse, porque él no rejuvenecería; su cabello no iba a crecer ni bajaría de peso.
Algo le molestaba en la calva, o a causa de la calva, y no podía entenderlo… Parecía como una luz creciente que  afloraba en su cabeza agotada.  Apoyó el codo en la quinta esquina, en donde había estado anotando… ¿unas horas antes? …¿un rato antes?
Florecían los recuerdos: se había  ido, borracho y furioso porque  el de la primera esquina  toqueteaba demasiado a Julieta, y seguía ganando. Furioso porque ella  lo disfrutaba sin cuidar del negocio. Cada vez más furioso, hasta que rompió el vaso en que estaba bebiendo. Tan rabioso, que no escuchó los gritos y las carreras de los que escapaban llevándose la mesa por delante cuando él se paró y la tironeó  hacia el vaso que acababa de trizar y con el que le rebanó su precioso y despavorido cuello.  
Volvió a mirar el cadáver y a tocarse la cabeza: la mano  de Julieta se crispaba sobre  su ausente peluquín.

Una sirena aullante acompañó la frenada del  auto policial. Los jugadores que habían huído entraron gritando, junto a dos agentes. Entonces, Pablo hundió violentamente   un trozo de vidrio en su propio cuello. 

EL ECLIPSE (A partir del cuento homónimo de Antonio Monterroso)


Este cuerpo mutilado a merced de los carroñeros, es mi cuerpo; pero mi corazón que todavía gotea sangre está en su templo, en manos del Rey y de sus sacerdotes..
“Bartolomé, es llegada tu hora.”
No  hace ni una hora que la selva cerró su cerco asfixiante y me entregó a los mayas.
                Te invoqué, Dios mío, con la ciencia que me hiciste conocer; pero el Demonio les dictó a estos ignorantes, los profundos secretos de los cielos, y tu proyecto de luces  y sombras a través de los siglos.
                ¡Ah, Dios mío! Yo sé que ahora viene mi gloria, que es la tuya. Sin duda, mi corazón irradiará tu luz sobre estas gentes, y un fuego purificador aniquilarà al Demonio.
                Aquí, Señor, se cierra el ciclo de tu mandato; mi rey, Carlos V sabrá que no he defraudado su confianza. ¡Gloria! ¡Hossana! ¡Arrodillaos, infieles1
                Pero, ¿qué es esto?.Mi corazón lleno de escupitajos va rebotando entre los pies del pueblo y cae en un profundo pozo plagado de bestias rabiosas.

                Dios Mío… Confié en que compartiría tu Pasión y tu Resurrección. ¿Por qué me estás abandonando? ¿Por qué me eclipsas?

EL ECLIPSE (A partir del cuento homónimo de Antonio Monterroso)


Este cuerpo mutilado a merced de los carroñeros, es mi cuerpo; pero mi corazón que todavía gotea sangre está en su templo, en manos del Rey y de sus sacerdotes..
“Bartolomé, es llegada tu hora.”
No  hace ni una hora que la selva cerró su cerco asfixiante y me entregó a los mayas.
                Te invoqué, Dios mío, con la ciencia que me hiciste conocer; pero el Demonio les dictó a estos ignorantes, los profundos secretos de los cielos, y tu proyecto de luces  y sombras a través de los siglos.
                ¡Ah, Dios mío! Yo sé que ahora viene mi gloria, que es la tuya. Sin duda, mi corazón irradiará tu luz sobre estas gentes, y un fuego purificador aniquilarà al Demonio.
                Aquí, Señor, se cierra el ciclo de tu mandato; mi rey, Carlos V sabrá que no he defraudado su confianza. ¡Gloria! ¡Hossana! ¡Arrodillaos, infieles1
                Pero, ¿qué es esto?.Mi corazón lleno de escupitajos va rebotando entre los pies del pueblo y cae en un profundo pozo plagado de bestias rabiosas.

                Dios Mío… Confié en que compartiría tu Pasión y tu Resurrección. ¿Por qué me estás abandonando? ¿Por qué me eclipsas?

El perdón

El Perdón
Juana y Blanca murieron el mismo día, a la misma hora: un Viernes Santo a las tres de la tarde.
Esto determinó que la separación que se habían impuesto cinco años atrás terminara, de golpe, a la Puerta del Paraíso.
Una historia de amor frustrado, engaño, envidia y muerte había separado a las hermanas. En el medio estaba el fantasma de Ismael.  Blanca lo amaba y Juana se lo había quitado con un embarazo fingido. Blanca se confió a una bruja,  y el bebedizo que ella le dio para recobrarlo resultó mortal para Ismael.
Junto a la puerta, Juana y Blanca se agitaban enfrentadas en anhelos de sangre; pero no había uñas, ni manos, ni carótidas: sólo el odio, mal sepultado bajo una montaña de buenas obras con las que buscaron, inútilmente,  sanar en vida su ira y remordimiento,
 La Puerta del Paraíso estaba cerrada con un grueso candado de nubes indestructibles: pero el frenesí de los sentimientos de las mujeres sacudió la Puerta; Jesús y el bueno de San Pedro alcanzaron a oírlo.
—Maestro— rezongó el viejo portero—Son las que mataron a Ismael. Otro par de almas indignas, que pretenden la bienaventuranza. Justamente en este día…
Jesús hizo un gesto de infinita paciencia: «Pedro… no te olvides del gallo…! Avísale a Ismael y a los querubines»
Como en el “Hágase” del Paraíso, Ismael apareció en medio de las hermanas y las abrazó en silencio.  Los angelitos rompieron a cantar: «Perdón, perdón. Mi alma tienes sed de Ti», Y ellas lo coreaban bañadas de lágrimas y de luz. «Perdón, hermana,» sollozó Blanca». «Perdón, hermana,» suspiró Juana.
Ahora la puerta estaba abierta. Las manos de Jesús, claveteadas y resucitadas desde la eternidad, dibujaban sobre sus cabezas las buenas obras que habían realizado.
 «Yo soy el Perdón», sintieron más que oyeron.
Y se encontraron en el Cielo.




lunes, 31 de octubre de 2016

MIEDO


Anochecía y en la calle  se iban encendiendo algunos faroles.  La tormenta agazapada en el horizonte, henchida de malos presagios, se puso en marcha desde los cerros cercanos y avanzó derramando tinieblas. De pronto, se cortó la luz en todo el pueblo y estalló el rayo.
Cerró ansioso los postigos; atenazado de miedo, recordó la inundación del mes anterior; el brutal remolino negro y helado que se había llevado tantas casas, fotos, perros, plantas… Tantas vidas que seguían latiendo y reconstruyéndose;  y tantas otras que no volvieron a respirar, como la de su esposa.
Entonces escuchó otra vez los cascos que retumbaban en el  pavimento y el grito débil de la mujer.  Y al instante, el alarido y el relincho desesperados  y el chapoteo jadeante contra la correntada.  
Y otra vez el miedo se le hizo terror, parálisis. Pero su cabeza y su corazón latían descontrolados. Abrir la puerta para brindar socorro era adelantar la entrada del agua en su casa. Quedarse, sin más, era morir a su condición humana, a su impulso de ayudar, de salvar, de salvarla… ¿A quién? ¿Dónde estarían ya la mujer y el caballo? «¡Quédate!»« ¡Tranca todo!»«¡Abre!» «¡Se estarán ahogando!»
Ya no los oía cuando cayó de rodillas, entre estertores angustiosos,  con las manos en la garganta y el pecho. El agua borboteaba por debajo de su puerta; goteaba el techo en medio de las tinieblas. Sintió que su mujer lo llevaba de la mano hacia una esquina lóbrega donde yacía junto al caballo; ya no tenía miedo; él también se había ido.