“Dormían en habitaciones separadas y todo; debían tener como 70 años cada uno, y hasta puede que más y, sin embargo, aún seguían disfrutando con sus cosas”. Sus cosas: las que habían amasado, tejido, inventado entre los dos a lo largo de esos años. Los recuerdos, las bromas, las miradas. Disfrutaban de la presencia mutua, y de las ausencias consentidas, silenciosas, dormilonas, quietas; de estar vivos y juntos; de ir cediéndose mutuamente gustos, opiniones, espacio, tiempo. Disfrutaban de sus cuerpos, de los nuevos lenguajes del amor que descubrían, cama afuera, sin prejuicios. Cada día renacían en un rezo, unos mates y un beso trémulo, tal vez distraído en la búsqueda de los remedios o de los anteojos. Y cada día eran una pareja tomada de las manos; esperaban el tren indefectible sin alharacas y sin miedo.
*Participación en un juego de escritura, a partir de la primera frase de "El Guardián entre el Centeno", de Salinger.
Blog para recopilar y compartir mis escritos, fragmentos de lecturas que me han impactado y algunas informaciones útiles para escritores
viernes, 6 de octubre de 2017
miércoles, 3 de mayo de 2017
BORRACHO
Supo que el vaso estaba lleno nuevamente.
El mozo, comedido,
regresaba a la barra, indiferente.
Desde su mesa
arrancó con poemas enredados
y con coplas pastosas
e incoherentes.
Ni una vez, medio vaso;
una y otra, dos tres… vaso completo.
«A
medias, media luna»,
recitaba.
«O
unas medias tramadas de agujeros».
Y rompiendo a cantar, desafinaba:
«A
medias, incompleto,
cosas de perezoso o indeciso».
Y animado de aplausos y silbidos
Continuaba su terco desvarío.
«La
vida es todo o nada, ¡viva el vino
que por el vidrio espía
mis pesares!»
«Ya
no me duele el alma, flota lánguida
entre las viejas penas olvidadas
que el vino fiel, ahoga
cada tarde».
martes, 2 de mayo de 2017
Un visitante apurado
—¡Ya
voy!—gritó por encima del chirrido incesante
del timbre.
Se levantó del sillón, de un salto.
Justo cuando el asesino de la
serie aprontaba su revólver, abrió de un tirón la puerta de calle. Resonaron
dos explosiones: el estallido del revólver en la tele, y el de su experta
patada de karateca en la muñeca del
visitante. El arma que le apuntaba voló
por encima de la tapia.
jueves, 27 de abril de 2017
AMADO MORENO DE MI CORAZÓN
—Linda casa—comentó la vendedora de
pasteles.
—Linda—contestó su compañero.
—Merecida la tiene, Don Mariano, por
honesto y leal.
—Así le han pagado los de la Junta.
Lo han nombrado embajador en Inglaterra.
—Se sacaron los estorbos ‘del medio’.
A éste, por ‘jetón’ se lo han dado a los gringos; a Belgrano, como es más
quedadito lo han hecho milico a la juerza; que se lo coman los mosquitos en el
Paraná.
—Y a ‘ujtede do´ no les van a
alcanzar las patas cuando les echen mano los ‘cogotudos’, por lenguas largas—gritó
la Candela que volvía del matadero con el canasto a la cabeza.
Mientras se perdían calle abajo, llegaban
desde el patio de la casa las risas de Marianito y la niñera, y los ladridos
del Gauchito. Bajo una llovizna leve, un aroma de madreselvas y jazmines
anunciaba la plenitud de la primavera en Buenos Aires.
Por un momento, María Guadalupe
Cuenca sonrió a la escena; canturreaba
unos versos que se le habían ocurrido unos meses antes, para la segunda carta a
Mariano:
Amado
Moreno mío/ dueño de mi corazón
de mis suspiros de niña/de mi vida y de mi amor.
Ahora
que te han llevado/no me puedo consolar.
Mi pena
se me hace canto/pero vos no me escuchás.
¡Es
tanto mi sufrimiento/por tu ausencia y el temor!…
¿Y si en
el mar te me pierdes, y yo me pierdo sin vos?
Volvió frente al secreter para
meditar y seguir repasando y escribiendo sus memorias. Así había escrito a poco
de llegar a Buenos Aires, en 1805.«Vida sencilla y digna, la de los
Moreno. Desde los catorce años, cuando nos casamos, la vida con Mariano es una
loca aventura de cimas y abismos; gracias a la Virgen no nos falta el amor.
«Ya han habilitado a Mariano para que
ejerza la profesión. Tenemos nuestra casa.»
«Marianito ya tiene ocho meses; es
nuestro premio cotidiano»,
Y al año siguiente: «¡Calificaciones
brillantes!¡Cuánta clientela!
A veces no veo a Mariano; a veces no
puedo entender sus problemas políticos.
Añoro las veladas plácidas de
Chuquisaca, y a mi buena mamá que Dios guarde en Paz.»
Pero después del glorioso 25 de mayo
de 1810, Mariano, había ido cayendo en desgracia. «Tristes Navidades marcadas
por los rencores y la incomprensión. Mariano ha renunciado a la Junta».
Ahora vuelve a tomar la pluma: «Mariano va rumbo a
Inglaterra. Aquí estoy con mi hijito, amenazada de pobreza y empapada de
soledad y angustia. Ya van cuatro meses sin noticias.»
« Mi pena se me hace canto, pero vos
no me escuchás. »
Desde el pasillo la alertó el
chancleteo de la Simona.
—Amita. Esto han ‘dejao’ en la cancel.
María Guadalupe, sentada frente al
secreter, dejó la pluma en el tintero, escondió el pañuelito en una de las
mangas del vestido y se volvió hacia la esclava.
La negra, expectante le alargó un
paquete mediano y se quedó a su lado. Había confianza de años; sabía que podía
compartir su curiosidad y la emoción del ama.
.«Pobre, mi niña. Otra vez llorando» pensó mientras la joven
señora desataba el paquete misterioso. «Demasiado envoltorio para ser buen
augurio»
Guadalupe rasgó el último papel, levantó
la tapa de la caja y se derrumbó sobre la alfombra con un grito ahogado en
sollozos.
—Ay, Dios mío; Mariano…
—¡Amita! ¡Mi reina! «Le hubiera valido más
quedarse de monja en Chuquisaca»
Junto al ama se habían desparramado
como mariposas negras un abanico, unos guantes y un velo de viuda; y un paquete
con las últimas cuatro cartas que le envió al barco; todas estaban cerradas. Y
nada más…Nadie le explicó que él yacía
en el fondo del mar, envenenado y envuelto en una bandera inglesa.
Mientras la abanicaba y le ponía un
almohadón debajo de la cabeza, Simona invocaba a la Virgen por el descanso
eterno para su enérgico y justiciero amo; y al ancestral Olorún, le pedía una pedrea
de desventuras para Saavedra y sus secuaces.
En el patio había arreciado la
lluvia. Silencio. Al pequeño Marianito le había llegado la hora de crecer, de
repente, a los seis años
miércoles, 26 de abril de 2017
Los tambores de Ongamira
Ongamira, en las Sierras de Córdoba, significa ”Energía de todo lo creado”; la
energía vive en las rocas y se derrama en agua, luz y verdor sobre un valle fértil y profundo.
Cinco siglos atrás, cuando no existía la carretera que
serpentea hacia La Rioja, los Camiares o Comechingones habitaban la zona;
vivían en las cuevas y al aire libre, protegidos por el cerro Charalqueta (de
la alegría). Eran, entre los pueblos
vecinos, los sacerdotes naturales de la
Luna y la Energía Cósmica.
En aquel tiempo, el tambor silencioso de la luna llena
mostró manchas de sangre. Los
comechingones recibieron en sus corazones los ríos de tristeza que bajaban por
los toboganes de aquellos rayos: era el aviso de la guerra; la invasión
española avanzaba por las laderas, en pro de los grandes yacimientos que
albergaba el cerro.
Durante varios días y noches, los tambores sonaron incesantes desde las cuevas y los bosquecitos; así guiaron a los más débiles para que se
refugiaran, y a los jóvenes y fuertes hacia los puntos más adecuados para el ataque y la defensa. Los indígenas sabían
que la derrota marcaría el fin de su risueña existencia; destrozarían al Charalqueta y ellos serían obligados a la
esclavitud de las minas. Antes de eso,
volverían a su raíz: el espíritu de la Luna.
Pero la suerte les fue adversa. Poco se podía contra los
mosquetes. Cuando vieron ya muy cerca las mulas y las armaduras, los tambores
callaron y vibró un largo soplo agudo de la quena. De inmediato, los atónitos soldados que iban
trepando recibieron espantados una lluvia de cuerpos de mujeres, niños y
ancianos que se lanzaban al abismo; los últimos guerreros vivos seguían
arrojando flechas y piedras antes de
caer bañados en sangre.
Algún eco de tambores avisó de la tragedia a los otros
pueblos más lejanos; ellos sepultaron en sus memorias a Charalqueta y cambiaron
el nombre del cerro: Colchoquí
(fatalidad).
La historia siguió su curso; la naturaleza restauró las
heridas del cerro y Ongamira volvió a ser un espacio alegre para vivir y un
notable atractivo turístico.
Pero las nuevas tecnologías y la ambición creciente vuelven
a plantear el problema.
Y otra vez los tambores llaman a la defensa de la belleza de
Ongamira; el veintiuno de marzo pasado se realizó un encuentro internacional:
Ocho mil tambores por la Paz, en la entrada a las Grutas de Ongamira . Fue un gesto comunitario contra la minería a
cielo abierto. Y en un acto simbólico se renombró Charalqueta al Colchoquí.
viernes, 7 de abril de 2017
AQUÍ ESTOY
Y me vine, aunque todos me dijeron
que podía agitarme
demasiado.
Aquí te estoy oyendo
emocionada,
y te aplaudo de pie
cuando recibes
tu flamante diploma
de graduado.
Aquí en mi corazón está tu imagen:
dormido en el moisés, arrebujado
en la mantilla azul que te he tejido
para estrenar en aquel
día ansiado.
Aquí te estás
durmiendo entre mis brazos,
(“alzame, abuela, tengo sueño”)
cansado de golear, o ser piloto,
o domador de arcaicos dinosaurios;
aprendiendo ajedrez con el abuelo,
leyéndonos un cuento,
o inventándolo.
Te pongo en penitencia, algunas veces,
te curo una rodilla lastimada;
te escucho cuando me hablas de una novia;
disfruto con tu foto en la montaña.
Y aquí estoy, otra vez, y me emociona
oir cuando agradeces a la vida
y a tanta gente que creció a tu lado.
Es que entre ”tanta gente” está “la abuela”
y de mi nieto estoy enamorada.
Mi roca, mi baluarte
La fila patética de los presos vestidos con pijamas inmundos, se desplazó desde los barracones por el
terreno helado y ventoso; no tenían edad: todos estaban aplastados por la misma desnutrición física y moral.
Pocos guardias flanqueaban la línea de espectros; no se
necesitaban demasiados para contener a estos infelices, tan ausentes ya…
David marchaba entre ellos; parecía uno más, tan flaco y tan
sucio como todos.
Día a día
recibió su jarro ardiente de bazofia; percibió el jadeo acatarrado de los
enfermos, obligados a cavar, tal vez sus propias tumbas; los vio caer y cómo los ultimaban a
culatazos; oyó el rumor sobre los desaparecidos, y olió el extraño humo acre.
Mientras iban
muriendo las esperanzas, una llama invisible calentaba todavía su corazón:
David iba cantando Salmos en su garganta
silenciosa. Eran su patrimonio de judío fervoroso: la Fe en Yahvé, lo que jamás le robaría la
miseria del campo.
“Tú
eres, Señor, mi Fortaleza, mi Roca, mi Baluarte, mi Libertador.”
No sabía si estaba enloqueciendo, pero una voz interior lo
cuestionaba: «¿Por qué no me
proclamas? ¿Tienes miedo de morir? Eres uno de mis elegidos»
La pregunta
crecía en la tragedia cotidiana; siseante, zumbona, clara…
…y se hizo enérgica,
esa mañana, cuando tuvo la visión: El
Sabbath de la infancia; la madre prendiendo los cirios; la Fe vibrante en la
alegría y el Amor de la familia; las velas que se consumían hasta morir entre
canciones y alabanzas…«morir
entre canciones de alabanza»…«volar al Hogar entre canciones
de alabanza»...
Entonces
estalló su canto súbito y vibrante: “Tú eres, Señor, mi Fortaleza, mi Roca, mi Baluarte, mi
Libertador”.
Y
el canto de otros que soltaban también, sus voces…
Y
también estallaron las balas; y mientras los cuerpos caían, ellos se veían,
sangrantes, desde el anhelado carro de
fuego de Eliseo, en que ahora viajaban.
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