jueves, 20 de mayo de 2021

CIERTAS REALIDADES


—No es que sea un soberbio haragán— pensaba la Roberta—Lo mata la lumbalgia

El Emilio sufría de una lumbalgia pertinaz, psicosomática, que se le desataba, sí o sí cuando algo pronosticaba “trabajo”. El pobre quedaba indefenso en su catre, sumido en una somnolencia nemorosa. Sin embargo había una vacuna para su mal: los carnavales. Cuando el ritmo de las murgas  le sacudía sin compasión los pies y las caderas, el  Emilio se embelesaba con las enaguas puntilludas y perseguía las iridiscencias turgentes de los blusones floridos.  El pazguato se reinventaba en el candombe.

Así lo conoció la Roberta, y fue su mujer desde que él se la llevó a su rancho después de la bailanta.  La Roberta lo siguió porque era su hombre, aunque no hubo ninguna boda. Y porque le gustaban las cosquillas del bigote.

—¡Cómo sabe hacer “las cosas”! Sin mucho merengue. Tiene ganas y basta… Total, en cinco minutos…”

Al otro mes se convenció de que el Emilio era muy creativo: ya venía un hijo.  Y también descubrió que él era neutro ante la ternura y  la cooperación.  E incapaz de conservar unos pesos. De alguna manera, se le convertían en ginebra.

—Tampoco es malo, el Emilio. Nunca me pegó demasiado.

Y aunque  no la había llevado más al pueblo, le había cavado el pocito donde iba a nacer el gurí. Y le dejó listo el cacharro del agua, por las dudas.

Cuando  sintió que se aproximaba el parto,  junto  a la rudimentaria fogata,  la Roberta ”puso el agua”, se curvó dolorida, y tosió, envuelta en los celajes grises y ásperos del humo.

Después, acuclillada sobre el pocito, se entregó a los ritos ancestrales de la maternidad.

No lo llamó, ni lo pensó  mientras pujaba y jadeaba. “Cosas de mujeres”. Soltó un grito largo y agónico. Suspiró, y miró.  Era una niña;  una niñita inerte que nunca lloró. La Roberta, sí.  Lloraba mientras la tapaba en el pozo; mientras volcaba sobre el fuego, el agua inservible.

—Tuviste suerte, negrita. Así es la vida para nosotras, las mujeres.

Desde el pueblo llegaban los repiques del carnaval.

domingo, 16 de mayo de 2021

UNA CHAQUETA INSUFRIBLE


 

Eduviges se refugió en el huerto.  Su precioso vestido de novia hubiera centelleado entre las cebollas y los zapallitos, pero una nube oscura  la protegió.

—¡Edu, Edu querida! ¡¡Eduviges, por favor danos una señal!

Desde la abuela hasta el Obispo, todos la llamaban. En vez de oir las voces cariñosas y afligidas, ella percibía una dureza cuadrada que invadía el ambiente.

—No… no… No, Pedro—sollozaba. 

Y el corro de buscadores seguía su preocupada tarea.  

—¡Se me soltó del brazo y salió corriendo!— lloriqueó el papá.

—¡Justo cuando sonó la Marcha Nupcial y entró el Señor Obispo!

—¡Ay, no, no!. ¡Qué vergüenza!—musitaba la fugitiva—.  Y no puedo volver así como así. Toda ajada y vomitada. ¡Y cómo les digo!

La nube se corrió, de pronto .

—¡¡¡Ahí está!!!! ¡¡¡ ¡Ya voy, amor¡!!!— gritó Pedro, mientras corría sobre las acelgas.

—¡¡¡No, Pedro!!! ¡¡¡No sigas!!!

—¿Es que no me amas?

—Sí—gimoteó la novia—. ¡¡¡Pero quítate esa chaqueta con esos botones!!!  ¡¡¡Tírala lejos de mí!!!

—¡Oh, loca descocada!—murmuró una beata del coro—. Quiere desnudar al marido antes de que se case.

—¡¿Qué tiene la puta chaqueta?! ¡Ofendes a este Santo Sacramento, —rugió el prelado—-

Eduviges estaba como en trance. Revoleaba los ojos y se retorcía las manos.  “Botones cuadrados--- Botones cuadrados…¡Noo! ¡NOO!”

 De pronto, bisbiseó la novia:  “¡SÍ, SEÑO DE JARDÍN!  ¡ODIO LOS BOTONES CUADRADOS!” Y se  desmayó sobre los hombros descamisados de Pedro. ¡Hasta se quitó la camisa, por las dudas!

 

Inspirada en la koumpounophobi. Esta afección se manifiesta, por lo general, como aversión a los botones de arranque de maquinarias o dispositivos.

sábado, 10 de abril de 2021

ONCE*

PARTICIPA DEL CONCURSO DE RELATOS, XXVI EDICIÓN: LA MALDICIÓN DE HILL HOUSE de SHIRLEY JACKSON



Vivíamos cerca del parque de diversiones. ¡Qué linda infancia! Olía a algodón de azúcar y sonaba a valsecitos criollos y a Gaby, Fofó y Miliki. No faltaba alguna mano generosa que nos llevaba a la calesita, a la vuelta al mundo, o solamente a pasear, si no había plata. 

En aquel entonces  yo le tenía miedo al tren fantasma. Cumplí los doce sin haber subido nunca; ni siquiera insinué que quisiera hacerlo.  Por supuesto, todos me instaban a  divertirme  en el tren con mi  hermana. La Eliana parecía disfrutarlo; ya tenía quince. Pero cuando bajaba, se reía raro, como si la obligaran a estar contenta con algo y no pudiera con el miedo.

El tío Manuel, el calesitero,  me hizo entrar una vez, para ver el tren desde la cabina de control, mientras no estaba funcionando. Me pareció  oscuro y hediondo.  Por todas partes colgaban trastos de papel maché: enormes arañas peludas y barrigonas; payasos satánicos, con una sandía pintada bajo la nariz; espadachines anónimos; sobretodos negros y sombreros brujiles  esperando los cuerpos de sus dueños.

Manuel accionó la máquina; estalló el audio traqueteante y estrepitoso; temblaron las luces amarillas y polvorientas;  los figurones se inflaron y sacudieron entre carcajadas horripilantes. Y yo me abracé despavorido a las piernas de mi tío y me juré que no subiría jamás a un tren, de ninguna clase.

Han  pasado los años.  La Eliana se vino a vivir a Buenos Aires. Y aquí estoy, yendo a su casa en un tren, con ella y con el tío Manuel. « Ah, machito… ¿Viste que ibas a subir, Lucas? ¡Y a dos trenes en un día! Ya vamos llegando a Once y estás vivo…»

Yo estoy muy cansado; no pude dormir en el viaje desde Córdoba, aunque el vagón era confortable.  Sabe Dios por qué, me acordaba de la cara de la Eliana cuando bajaba del tren fantasma; venía de hacerse la heroica, la superada; pero el miedo convive con nosotros. ¿Miedo a los fantasmas, a los imprevistos irresponsables, a las viejas historias ajenas? ¿Premoniciones? ¿Al destino final que nos unifica y del que no queremos hablar?

Me adormezco, como tantos otros que madrugaron para ir al trabajo, o al médico… La luz del coche baila en el traqueteo. La acompañan mis amodorradas ideas y ensueños. Un tipo con sobretodo negro está parado  a mi lado. Rarísimo: estamos en pleno verano…

 «como los fantasmas del tren …».  

Sacudón. Estruendo… 

¿Quién  accionó los mecanismos? ¿Eliana grita y se le rompe la cara como una sandía? ¿Una de las piernas protectoras de Manuel patalea suelta, desde abajo del asiento aplastado? ¿Es un caño del pasillo, o una espada, lo que va a traspasarme? ¿El tipo de negro me asfixia cuando se desnuca sobre mí?

Un tic tac desbocado marca las sensaciones del horror. 

Un aullido inmenso de metales y vidrios rotos y vidas destrozadas.

Y yo soy, desde entonces, uno de los fantasmas de Once, el muerto n° 51.

 

*La tragedia de Once:  Buenos Aires, el 22 de febrero de 2012, a las 08:33 a.m, el  tren que se encontraba llegando a la estación terminal de Once no detuvo su marcha y colisionó con los paragolpes de contención.​

Cada uno de los primeros tres coches se fue aplastando  hasta seis metros dentro de los siguientes. Hubo 51 muertos (uno de ellos encontrado tres días después) y 702 heridos.

Muchos de los sobrevivientes informaron haber oído el aplastamiento a modo de una gran explosión que ocasionó la rotura de todos los vidrios.

El incidente desnudó vergonzosas e intensas tramas de corrupción e irresponsabilidad.

martes, 23 de marzo de 2021

El Amor es más fuerte*

 


—Hoy me vino “la Colorada”. Me siguen faltando dientes y sobrando kilos; sigo cocinando coles y cuidando cerdos. Pero hace un mes que me ven distinta: silenciosa, cantarina, amable, limpia.
Aquella mañana iba a la aldea cuando escuché el repique de latón, y el paso del rucio: llegaba el que le dicen Don Quijote.
Él se apeó, tembleque y corcovado, y se postró ante mí. Y entre los crujidos de sus huesos y los de la armadura, escuché su voz, tan apasionada y firme como la de un joven trovador ardiente.
«Soberana y alta señora» «Dulcísima Princesa del Toboso» «¡Oh bella ingrata, amada enemiga mía, de sin par y sin igual belleza». «Si gustares de socorrerme, tuyo soy».
Como siempre, había alzado unas boñigas para tirarle. Pero hoy… Se me cayeron de las manos… Y la carcajada burlona, ronca y áspera, se me volvió sonrisa y jadeo. ¿Sería por “la colorada”?… Siempre me pone sentimental y floja.
Me acerqué. Tendia sus brazos; olía como un bebé sucio, necesitado de ternura y cuidados. Acaricié su cabeza.
Me quedé mirándolo, como si fuera un aparecido milagroso y bienhechor. Una dulzura exquisita bajaba por mi cuerpo; algo tan nuevo, como la ternura… tan insólito como jugar a ser princesa.. .Dejé que me penetrara su mirada… ¿De loco o de santo?
Después me alejé, pensativa. «Dulcinea, virtuosa emperatriz»… «tu fermosura»…
Esa mañana sentí mi alma trémula de placer; esa mañana me amé porque me sentí amada.

*Imagen de Internet


lunes, 22 de marzo de 2021

El Amor es más Fuerte

 
Microrrelato para El Tintero de Oro. “¿Y si nos hacemos una ucronía?”



El punto Jonbar de este micro, es el choque entre la realidad más pragmática y el idealismo más puro; el conflicto básico de la novela de Cervantes.

Frente al monólogo solitario de Don Quijote  nos convencemos de su derrota; de su locura de amor. Nunca será correspondido;  su amada no existe. 

La voz pragmática de Sancho retrata a una Aldonza ordinaria, sucia y fea. que se ríe groseramente del Caballero.

¿Y si Dulcinea  nos contara desde sus recuerdos los sucesos que la arrastraron a la fama en la literatura?

¿Cómo llegó a la memoria universal, a la zaga de aquel  loco?

Abrid vuestros oídos, amables lectores, y descubrid los misterios de un corazón de mujer.

***

El Amor es más Fuerte

Otra vez me vino “la Colorada”. Me siguen faltando dientes y sobrando kilos; sigo cocinando coles y cuidando cerdos. Pero hace un mes que me ven distinta: silenciosa, cantarina, amable, limpia. 

Aquella mañana iba a la aldea cuando escuché el repique de latón, y el paso del rucio: llegaba el que le dicen Don Quijote. 

Él se apeó, tembleque y corcovado, y se postró ante mí. Y entre los crujidos de sus huesos y los de la armadura, escuché su voz, tan apasionada y firme  como la de un joven trovador ardiente.

«Soberana y alta señora» «Dulcísima Princesa  del Toboso» «¡Oh bella ingrata, amada enemiga mía, de sin par y sin igual belleza». «Si gustares de socorrerme, tuyo soy».

Como siempre, había alzado  unas boñigas para tirarle. Pero hoy…  Se me cayeron de las manos… Y la carcajada burlona, ronca y áspera, se me volvió sonrisa y palpitaciones.  ¿Sería por “la colorada”?… Siempre me pone sentimental y floja.

Me quedé mirándolo, como si fuera un aparecido milagroso y bienhechor. Una dulzura exquisita bajaba por mi cuerpo; algo tan nuevo, como la ternura… tan insólito como jugar a ser princesa.. .Dejé que me penetrara su mirada… ¿De loco o de santo?

Me acerqué. Tendia sus brazos; olía como un bebé sucio necesitado de ternura y cuidados. Palmeé su cabeza

Después me alejé, pensativa. «Dulcinea, virtuosa emperatriz»… «tu fermosura»…

Esa mañana sentí mi alma trémula de placer; esa mañana me amé porque me sentí amada.


 


 

sábado, 6 de marzo de 2021

Máscaras


Ya he cumplido mi Cuaresma:

Vía Crucis doloroso

y solitario.

Y te descubro en mi cama,

duende de otros carnavales,

revueltos en serpentinas

meneos y risotadas.

Ahora que estás tan cerca,

al alcance de la mano,

quiero tomarme revancha

de ese amor que se ha perdido

enredado en tu comparsa.

Despertarte muy de noche,

cerca de la madrugada,

para desenmascararte.

Para verte feo y fofo, triste y solo,

blandengue por todas partes;

y reirme a carcajadas

sin que se salten las lágrimas.

¿Llantos? Es que tengo puesta

una máscara en el alma:

porque lo poco que puedes

es mío,

y aún me hace falta.

Microrrelatos del Taller La Bisagra- 2019

Con parónimos

1- Noche mágica

Un chistido burlón, ¿una lechuza? remeda mi suspiro. No importa. ¡Basta de disecar fantasmas; de remendar el alma!

Mi azar no teme a los perjuicios; ya no hay miedos… Sin hesitar, mi corazón latiente, se desgrana en la espera del

prodigio. Me excita este misterio que aletea como polvo de estrellas. Una ilusión latente, que busca ser florida

primavera en el encuentro…

Me desvelo. Siento que puedo develar el crucigrama de tus pasos y los míos, y estoy segura de que estamos cerca. ¡Y

aquí está la prueba flagrante: tu perfume de azahares limoneros!… Cientos de huellas fragantes e inasibles me cercan

en la espera inasequible. Limosnera sedienta, desecada de sueños, expiran mis prejuicios entre tus manos sabias; y

espiras sueños nuevos en mi boca ardiente.

2- Casi bíblico

El sexto día, el Eterno los creó; después echó al cesto sus infinitos proyectos; cambiaría la configuración según fueran

decidiendo Sin duda, los yerros serían constantes, pero estaban diseñados para convertirse en firmes escalones de

hierro.

Esa misma mañana, Adán y Eva devanaron el ovillo de los instantes tonteando con los conejos y las margaritas. Jamás

se devanaron los sesos para entender el sexo a la sombra de los manzanos. ¿Hubo una serpiente? ¿O se rebelaron,

ingenuos, cuando se les reveló el gozo de rebelarse?


II: A partir de títulos de obras literarias

Péndulo contra pozo

El péndulo marcha firme, como un soldadito, en la caja de caoba del reloj. Con cada rebanada de los segundos que

remarca, yo voy armando sándwiches de vida, en la bandeja del tiempo, Es una paradoja; aferrada al vaivén de las

rutinas cotidianas, de los deberes que ya son amores, se ventilan mis horizontes; voy venciendo al imán del desencanto,

pozo lúgubre que asfixiaría mi destino de luz; sin soltarme, me hamaco y vuelo hacia mis sueños.

Yo duermo hasta mañana; el péndulo impasible desfila por encima de cumbres o de abismos.

Desde “El pozo y el péndulo” (Poe)

Estoy en paz

Se atrevió a burlar a la muerte, pero ella no lo abandonó en un plácido bienestar; lo rondó en

angustias y dolores terribles hasta que purgara la culpa que creía haber esquivado.

Durante ese tiempo de agonía, recorrió el tronco rugoso de su vida con los dedos rígidos de su

harapienta memoria . A cada momento tropezaba con alguna cicatriz que recordaba sus opciones.

Muchas se anudaron en la desilusión; le arrancaron un suspiro nostálgico y alguna lágrima. La

mayoría había renacido en ramas fuertes que buscaban cielo y luz; y él estaba latiendo en cada una,

agradecido y seguro.

—No maté a un niño— se dijo.— Lo podé una y otra vez, para que pudiera crecer.

Un golpeteo vacilante marcaba pasos ya conocidos. No tuvo que abrir la puerta; la sombra se dibujó

junto a la cama.

Le sonrió al viejo del bastón.

—¿No traés el revólver?

—No. No vengo a asustarte. Vengo a hacer justicia. Llego para todos.

—Cuando quieras—dijo—. Estoy en paz.


A partir de “El episodio del enemigo”- J.L. Borges