Todo gris, reseco y enceguecedor. Polvo, piedras y duros reflejos. Ni una nube
promisoria; ni una sombra. Te has sentado muy alto, dominando el vacío con tu
decisión. Llegaste arriba casi a rastras; tu compañero ha quedado, despojo de
guerra, en su tumba ignorada. Traes en el vientre a tu hijo huérfano y
extranjero; esperas volver a tu antiguo paisaje de bosques y arroyos; anhelas reencontrar
a tu gente, sus cantos, sus sabores, sus palabras; esa es la vida que quieres
para el niño.
Te levantas, tambaleante, y buscas un trago de agua en el
morral; pero la pequeña bota está vacía;
¿la ha roto un golpe contra las piedras?; ¿el calor evaporó el líquido?
Tal vez tu suerte
sea morir en pocas horas, entre
recuerdos felices, sin llegar a ver el paisaje de tus sueños; ese que ahora también es gris, reseco y vacío.
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