jueves, 19 de mayo de 2022

EL EGOÍSMO Y EL DOLOR EXISTEN


Este cuento surgió de un juego que propuso Alicia Díaz Olmos, la profe del Taller de Escritura:  sacar papelitos de dos bolsas de nailon; una con  sustantivos, y otra con verbos,, para formar un título, Gracias a  ella y a la buena onda de mis compañeras.

Quedé en deuda con el grupo, ya que cuando  presenté el cuento les leí una versión incompleta.

Lo publico por esta vía, porque admiro la profesionalidad y el cariño con que Olga Medrano y Teresita Zaragoza  coordinan este Podcast con hielo y letras.   Mil gracias., dio un po

Mis papelitos decían; EGOÍSMO, DOLOR, EXISTIR.  

Y se va el cuento:

El egoísmo y el dolor existen

Aquellos niños jugaban en la calle  poceada y polvorienta. Tendrían unos diez años. La pelota

hecha con trapos y medias viejas bailaba entre sus pies, en medio de la baraúnda del partido.

La calle estaba cortada por un alto cerco de espinas y una reja. Parece que la gente tiende a congregarse  y encerrarse, en estos tiempos.  Afuera, latía la villa.

Uno de los pocos taxis que entraban por ahí,  frenó muy cerca de los chicos. La pasajera era una señora bastante mayor.

 Los pibes siguieron en la suya. ¡Se venía el gol!

El conductor los bocineó frenético.

—¡Mocosos de mierda!- les gritó

El tiro salió desviado y dio en el vidrio del auto.

Nada grave...Una pelota de trapo...

Pero el taxista la recogió, furioso, y la tiró por encima de la cerca. Del otro lado llegaron los ladridos de los perros y su disputa por la pelota.

¡Qué dolorosa la sorpresa de los chicos! ¡Cuánta impotencia ante ese alambrado traicionero!

El conductor  subió al coche y retrocedió hacia la avenida.

En la esquina, la pasajera  sacudió la cabeza.

—Frená- le ordenó- y bajá conmigo.

—¿Qué pasa, mamá?

—Vos te equivocaste de camino. No estabas donde debías estar.

—Estoy usando el taxi para  llevarte de paseo.  No me voy a parar porque estos negritos estén en el medio de la calle… ¡Encima me ensucian el coche!

—¡Cuánto me duele ese egoísmo de viejo amargado! ¿Nunca jugaste en la calle, vos? ¿Nunca molestaste a los vecinos?

El hombre resopló:

—Yo iba a jugar al Centro Vecinal.

—Que sosteníamos entre todos,  para cuidar a los chicos… 

—¡Vamos, vieja!

—Hay algo que se llama gratitud… Algo hermoso que pelea con el egoísmo para que la realidad no duela tanto.

El taxista bufó otra vez.

—Basta. Ahí  hay una juguetería. Andá y comprales una pelota.

—Mamá!. ¡Estás loca!

—El auto es mío. Un fútbol costará menos que el vidrio que no se rompió. Y mucho menos que una patota resentida.

El hombre agachó la cabeza, se mordió el labio.

-Ay, vieja! ¡Sos tan buena y tan  jodida!...  Esperá. Corro el auto un poquito más lejos y compro la bendita  pelota. 

Y le dio un beso.

Ella le secó la lagrimita que se le escapaba.

 

OTROS RECUERDOS DE MI INFANCIA

Escribí esta Memoria como una tarea sugerida en el taller de Francés. 

Por este motivo, acompaño la traducción al idioma de mi abuelo Emilio Pihen, .Le agradezco el papá que tuve; le agradezco su loca historia y su don musical, Le sigo debiendo algunas palabras y anécdotas.

Mi familia estaba muy comprometida con la Iglesia Católica. Yo iba al Colegio de las Esclavas desde el Jardín de Infantes; ellas le daban mucha importancia a la Misa, al Rosario y a las fiestas religiosas en general.

Las Hermanas nos hacían "Madrinas" de un "africanito". El precio era el valor de un "chatre", una golosina que se vendía en el recreo. Se retiraba uno solo y se pagaban dos. Se llenaba una tarjetita llena de angelitos rubios y gordos, que mostraban, en un recuadro florido, el precio del madrinazgo.  En ese tiempo, las miserias de la posguerra y la labor de los misioneros en Äfrica eran nuestras fuentes de agradecimiento a Dios. .¡Estábamos tan lejos de todo eso!

Todos rezábamos el Rosario por la Paz del Mundo y los niños de África.

Yo recuerdo especialmente el Mes de  María, una de las primeras celebraciones para preparar la Navidad.  Se  extendía entre el 8 de noviembre y el 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción. Ese día se celebraban las Primeras Comuniones.

Eran meses de plena primavera. En ese lapso, íbamos todas las tardes a la iglesia a llevar flores para la Virgen y rezar el Rosario. 

Nos acompañaban nuestras familias, pero  los niños éramos los protagonistas centrales.

Entrábamos en fila por el centro del templo, vestidos de fiesta y con grandes ramos de flores en las manos. Cantábamos una canción muy antigua que todos sabían, hasta  nuestras bisabuelas.

«Venid y vamos todos, con flores a porfía; con flores a María,  que madre nuestra es.

De nuevo aquí nos tienes, purísima doncella, más que la luna, bella, postrados a tus pies»

La iglesia lucía muy iluminada, Cantábamos muy, muy fuerte, alegres y emocionados.

Las flores preferidas eran las azucenas, pero en mi casa solo había calas. Yo envidiaba a los chicos que llevaban azucenas; no me gustaban las calas; ni siquiera hoy me gustan.

Una vez (creo que una sola vez) le robé una azucena  a una pequeñita distraída. Pero la monja me pilló y me hizo devolverla. Y le avisó a mi mamá...

 ¡Qué vergüenza!

Desde entonces, mi mamá me recordó que me confesara por envidiosa;  por no estar contenta con lo que Dios me daba.

No recuerdo qué me dijo el capellán, pero yo sola me impuse una penitencia: no robar dulce de leche por una semana, y un Ave María por mis dos ahijaditos desconocidos y hambrientos.




Un souvenir de mon enfance

Je me souviens particulièrement du Mois de Marie, l'une des premières célébrations pour préparer Noël. C'était au milieu du printemps. Il se déroule du 8 novembre au 8 décembre, fête de l'Immaculée Conception. Ce jour-là, les premières communions ont été célébrées.

Pendant ce temps, nous allions à l'église tous les après-midi pour apporter des fleurs à la Sainte Vierge et prier le Sancte Rosaire. Nos familles nous accompagnaient, mais les enfants étaient les protagonistes centraux.

Nous traversions le centre du temple, habillés comme pour une fête et avec de gros bouquets de fleurs à la main. Nous chantions une très vieille chanson que tout le monde connaissait, même nos arrière-grands-mères.

« Venez et nous irons tous, avec beaucoup de fleurs ; avec des fleurs à Marie, qui est notre mère.

Ici encore, vous nous avez. Tu es la jeune femme la plus pure, plus que la lune, belle, prosternée à tes pieds »

L'église étais très lumineuse; nous chantions heureux et excités .très, très fort,.

Mes fleurs préférées étaient les lys (on dit azucena), mais chez moi,  il n'y avait que des lys d’eau (qu’ón dit calas)”..

Je enviait les enfants  qui portaient des lis. Je detestais les ”callas” ; même, aujourd'hui je ne les aime pas.

Une fois (je pense qu'une seule fois) je volais un lys à une fille distraite. Mais la religieuse m'a attrapé et m'a fait rendre. Quelle honte!

Depuis lors, ma mère m'a rappelé d'aller me confesser parce que j'étais envieuse, parce que je n'étais pas contente de ce que Dieu m'avait donné.

Nous priions tous le Rosaire pour la paix dans le monde et les enfants d'Afrique.

A cette époque, les misères d'après-guerre et l'œuvre missionnaire en Afrique étaient nos sources de gratitude envers Dieu... Nous étions si loin de tout ! ...