lunes, 22 de febrero de 2021

MANDATOS DIVINOS*


Se la llevaron vestida de blanco, “almidonada y compuesta”, como dijo Guillén. En vez del erguido moño blanco, llevaba una azucena, ceñida a la cabeza con una cinta de raso. Se llamaba Aurorita.

 Domingo de Primeras Comuniones. Había varias carrozas, carretones, caballos enjaezados.  Los salmos escapaban hacia el atrio, en las volutas de incienso  teñidas del rosa y el dorado de las lámparas. 

Los niños,  vestidos de blanco, “almidonados, compuestos”, se alineaban para entrar a la iglesia. Y allí estaba la niña negra; saludable y feliz.  Madre Graciela, una monja cincuentona y huesuda, mantenía el orden,  con una mirada severa y ardiente.

Repicaron  las campanas. Madre Graciela guió a los niños, y saludó, como al pasar, a unos viejos limosneros,  al tiempo que apoyaba su mano en el hombro de Aurorita.  Cuando volvió a mirarlos, todos los otros chicos seguían caminando hacia la entrada.

 Las familias se pusieron de pie.  La piadosa fila ingresó al templo y ocupó sus escaños con las manos juntas. «¡Oh, Santo Altar, por Ángeles guardado».

 Un cura muy anciano  y unos monaguillos impúberes, salieron de la sacristía; iba a empezar la Misa.

. De pronto,  la ceremonia del templo  se turbó con gritos desesperados y una carrera ansiosa:

     ¡Aurorita, Aurorita! —clamó una señora con trazas de abuela.—¡No ha entrado con los otros niños! ¡Yo se la entregué a la Madre Graciela! ¡Madre, Madre! ¡No está la Madre, ni la niña tampoco!

Hubo un revuelo de curiosidad y miedo. «Anoche empezó el Carnaval. Ya estamos en Cuaresma». «El diablo».  «Las ceremonias en el bosque»  Con mucho recato, para no alterar el clima místico, los vecinos preguntaban, abrazaban, consolaban.

El sacerdote  continuaba imperturbable  los Ritos Iniciales de la Eucaristía. «Amados hermanos: Pidamos perdón por nuestros pecados». «Glorifiquemos al Señor».  «Tuyo es el Reino». Nada parecía más importante que la Celebración; nada podía interferir en Sus Misterios.

Alguien habría  acompañado  a la desesperada mujer hasta la oficina del alguacil. La calma de las plegarias y la emoción familiar envolvían a los fieles.

Afuera, los dos viejos, hombre y mujer,   pasaron de largo por detrás de la iglesia.

Llevaban de la mano a una niña negra, toda vestida de blanco. También eran negros, pobres negros zaparrastrosos, tan viejos que tenían el pelo blanco;  desdentados, retorcidos. Y sus manos hablaban de algodonales bajo el sol ardiente, mientras seguían  su carrera entre trompicones y jadeos  hacia el bosque.

Se escuchaban los tambores.

—Ah, Yemayá—musitaban—. Aquí estamos. No nos sueltes.

Ahora, la niña negra, vestida de blanco, parecía adormilarse, e iba perdiendo el ritmo que le marcaban.

El viejo la alzó en brazos; la mujer sostuvo su cabecita rizada.

En  la linde del bosque, esperaba un hombre. Era  cincuentón y huesudo como la Madre Graciela. Tan severa y apasionada su actitud, como la de ella.

—Orishá—murmuraron los ancianos.

Coronado de plumas, él impuso las manos a los dos viejos:

—Mis devotos fieles: Yemanyá  está contenta;  les devolverá la salud y los colmará de bienes.

—Ashé, ashé— musitaron entre reverencias .

Orishá examinó  a la niña dormida. Desde el cáliz de la azucena en su tocado,  reverberaba un halo: era La Elegida.  Solemne, la llevó en brazos, hacia el ara de troncos, seguido de los ancianos. Una rueda silenciosa de yorubas con sus tambores mudos se inclinaba a su paso.

  Los dos mensajeros la desnudaron; ella la sostuvo en brazos y él colocó sus galas sobre el altar.  El sacerdote  las roció con un líquido ambarino y perfumado  y les prendió fuego.  

Y mientras el ajuar cristiano ardía y se consumía, recibió a Aurorita y le insufló nueva vida, soplando y besando todo su cuerpo.

Después  la vistió  con nuevos hábitos: una pequeña túnica blanca y una tiara de flores amarillas como soles.  Alzó a la niña, por sobre su cabeza, y la presentó a la asamblea. La chiquilla estaba despierta, y cantaba eufórica

—He aquí a nuestra Orishá.  Yemandá la rescató, por nuestra fe, la  fe de sus hijos. La trajo con las manos fieles de sus pobres negros.  Su nuevo nombre es Janaína.  ¡Ella es nuestra; somos su familia!

Despertaron los tambores y se desató la danza frenética.  Los dioses sembraban alegría y vida.

En ese momento,  en el templo, el sacerdote levantaba la Hostia Consagrada, por encima de las cabezas reverentes de los fieles.  «Señor mío y Dios mío»

La brisa mezcló la aclamación con el ostinato de los tambores y los Ashé.

*Publicada en Relatos Compulsivos. Feb. 2021. Consignas: Se la llevaron vestida de blanco... Tres personajes por lo menos. Una flor.

domingo, 7 de febrero de 2021

Radioteatro Noctámbulo: PARA VISONES SANITOS

 ¡Oh, la radio! ¡Durante cuántos años vivimos sin televisión! ¡Y qué bien nos acompañaban los radioteatros! Los parlamentos sobreactuados, las voces engoladas, los fondos musicales, los inefables presentadores... Y como siempre, la publicidad sacando tajada de todas esas experiencias de vida.

Para participar en la XXV edición de El Tintero de Oro, hoy va este paso de... ¿comedia?, que muestra los sinsabores del hastío y la desilusión.


Presentador:
 Buenas  noches, querida audiencia de Radio Popular.  “Chau, Chau”,  el mejor mata polillas, presenta... ¡¡¡El Radioteatro Noctámbulo!!!

Nos asomamos, como vecinos curiosos, al dormitorio de Anacleto y Antonia. Él, peladito y panzón; ella, robusta y teñida de rojo; cincuentones, pero vitales.

Hummm.  No pinta muy bien...La misma atmósfera tensa, polvorienta y mal iluminada, del último episodio

Ya hace tres semanas que estamos expectantes  por el desenlace de esta crucial noche de amor. ¿Por qué es tan difícil todo?  ¿Marcará este capítulo el final del conflicto entre Anacleto y Antonia?

 (Ajetreo entre las sábanas; esforzados ayes y suspiros; crujidos de madera. Fondo musical: “Vereda tropical”pésima grabación.)
Anacleto: ¿Te gusta, mi reinita? ¿Ves cómo funciona cuando nos tenemos paciencia?
Antonia: ¡Basta, basta! ¡A qué viene este circo !

Presentador: Anacleto se sienta en la cama revuelta y agacha la cabeza .  (Golpes en los muebles.Pataleos. Toses. Suspiros.)  Antonia salta de la cama y trajina a tirones, en el placar que huele a “Chau-Chau” Se mira al espejo, rajado en una esquina y bastante sucio.

Antonia: ¡Miren a la gran actriz, señoras y señores...!¡Podría estar en la cama con Alain Delon! 
Anacleto:  Vamos...Seamos realistas,. Alain Delon tiene más años que vos y yo juntos. Y solamente le silbó a tu grupo de extras cuando filmabas "A Pleno Sol".
Antonia: ¡A ver si tenés el decoro de aceptar que tenía mucha más clase y dinero que vos! Si es que una es sentimental y se pega a tu fama de científico inteligente....
Anacleto:  (Habla riendo, inseguro) Ya, ya, mi reinita. Teneme paciencia.  Es que estoy cansado. ¿No ves lo que he trabajado para conseguirte el visón?
(Rumor de bolsas de nilón. Golpes sobre el piso. ¿Florero? ¿Portaretratos?)
Antonia: ¡Visón! ¡Ni lo digas! ¡Un par de cartas marcadas y me vienes con un cuero apolillado, lleno de manchas; sabe Dios a qué otro sinvergüenza se lo ganaste!
Anacleto: (Con ira contenida y paciencia forzada) No  soy jugador; a veces juego para espantar el estrés profesional. Trabajé en el experimento; pero no es fácil mutar oveja en visón; además  se me volcó un poco de cerveza.  
Antonia: Más o menos una botella completa, ¿no? ¿Y qué tanto experimento y cerveza en vez de estar buscando un trabajo? ¡Trabajo! ¡Tú y tu maldito laboratorio!
(Gran Tensión.. Fondo musical: " El vuelo del Moscardón" )
Presentador: Anacleto se pone las chinelas  y se acerca decidido, sacando pecho.
Anacleto:  Pero, ¿qué hacés con ese bolso? ¿A dónde te creés que vas a las tres de la mañana?
Antonia: (Entre dientes) A tomar aire y buscarme  un hombre de veras; no un ratón de sótano.
Anacleto: ¡ Soy un hombre positivo! ¡Trato de buscar soluciones geniales!...  Siempre  estoy para cuidar de vos, para protegerte… Estamos probando este nuevo experimento... Nuestro amor no puede morir. ¡No! ¡Vos no te vas!
Antonia:  (Burlona y firme) ¿Ah, no?  ¡No te pido permiso! ¡Y no te me arrimés! ¡Si me tocás otra vez, grito!
(Taconeo de Antonia. Portazo) 
Anacleto:  (Solloza) ¡Antonia, mi reinita! ¡Cruel! ¡Perdida!
(Taconeo en la interminable escalera; gritos de Antonia. Rechinan los postigos. Fondo musical: "La Strada"). 
Presentador Los vecinos espían. Oh... Todos saben lo que ha pasado. ¡Qué difícil es mantener el amor!
Antonia:  (Gritos y carcajadas)        ¡Fracasó el experimento, papi! ¡Todo un circo de piruetas de Kama Sutra! ¡Tres semanas,  y no  has podido ni siquiera hacerme suspirar; qué digo: no has podido nada de nada! ¡Hasta nunca!  
Presentador: No hay mal que dure cien años, amigos oyentes. Tal vez la fuga de Antonia genere un nuevo experimento para revivir este amor mustio. ¡Hasta la semana que viene! 
Y recuerden: ¡Matapolillas Chau-Chau,  para visones sanitos! (Fondo musical: "La gallina Turuleca")¡Ooohhh! ¿Qué pasa? ¡Ay, caramba! 
Anacleto: (Canta) ¡Déjala a la pobrecita, déjala a la  muy loquita! (Discado de teléfono) ¡ Listo... Al fin solo!¿Te vienes o voy yo?.