domingo, 11 de febrero de 2024

Historia de cuatro preciosas polleras


Esta soy yo, a los ocho o nueve años, acompañando a mi tía, LA MODISTA, a “La Moda” la mercería en donde se nutrían mis cuentos de hadas.

­—Buenos días, señorita Segunda­—saluda con voz untuosa y varonil, el señor Pérez, dueño de la mercería (y del corazón de mi tía, según las malas lenguas…)

—Hola, nena.

—Bebita, contestale al señor… ¡Ay, esta chiquita!

 

Pero yo ya no era Bebita. Era una loca soñadora perdida. Me extasiaban las paredes llenas de botones, y mis fantasías caminaban por esos caminitos de hueso o de nácar, (o de oro y plata… ¿por qué no?) ...Era como un sendero misterioso… luminoso.

Revoloteaba como una mariposa, de unos a otros botones, que, para entonces, ya eran como flores en el campo. Y me posaba en la puerta de la vitrina donde lucían las muestras de cintas, puntillas y elásticos: rositas rococó, zig—zags multicolores, bebé, cinta patria, fayetina, raso… Rosa y celeste, nena o varón, broderie, casamiento, primera comunión, los quince…

A mi alrededor, seguiría la bulla de los “buenos días, señora”, “cómo está, don Pérez”, “hola, Segu”, “estas cintas son muy caras, don Pérez…”

Yo ya no era mariposa. Era un ratoncito que asomaba el hocico entre las perchas de pañuelos de colores y estolas de seda… Y de pronto, ya no ratoncito, sino princesa encantada, envuelta en ese torbellino de elegancia fresca.

Y, de pronto, mi propia inspiración: “esta cinta cordonét blanca y este hilo de bordar, amarillo huevo”…

—Tía… Mirá qué bonito para bordar margaritas en una pollera azul.

—Qué buen gusto, nena—comenta don Pérez.

—10 metros de cordoné, 10 madejitas de hilo amarillo…

Y ese otoño, mis cuatro hermanas y yo, estrenamos las preciosas polleras…

Homenaje a mi tía, Segunda Pereira Calvo,

 la modista afamada de nuestro pueblo…

 La mano derecha de nuestra mamá…

y el hada buena de nuestros sueños.

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