viernes, 7 de abril de 2017

NOCHE DE BRUJAS


Susana esperaba la señal de la luna para comenzar el hechizo.  La sombra de los altos árboles del cementerio debía  tocar  la tumba  de Pedrito. Era la señal  de un ángulo propicio. Entretanto el  viento enmarcaba  la Noche de Brujas con nubes oscuras y quejidos espeluznantes .
Suspendida en su escoba, Susana iba llamando a los ingredientes para tenerlos en la punta de su vara sarmentosa: cenizas, ojos y pelos del muerto se iban alzando entre chispas rojas y azules  hacia el temible aparatejo.
 ¿Todo en orden? «Mmm» «¡No!»  «¡Ratón!»  «¿Cómo era que se llamaba a un ratón?».
Se le alborotaron las crenchas bajo el sombrero picudo; sin el ratón, no podía lograr que Pedrito se moviera en la tumba; y lo necesitaba; estaba en juego su graduación espeluznante.
Repasó todos los conjuros conocidos: “Debajo un botón, ton, ton”, “Los hombres son los ratones y las mujeres el queso”, “Gato con guantes no caza ratones”. Nada...
Las cenizas, ojos y pelos castaños del muerto yacían en la vara, y la luna debía de haberse movido casi lo suficiente;  la sombra de los árboles estaba a pocos centímetros del túmulo... a milímetros, ahora.
Susana se desesperaba; invocaba a otras brujas, pero cada cual estaba ocupada en sus trabajos en esta noche tan especial.
De pronto, en un espasmo de sus neuronas, vibró otro conjuro: “¡Susanita tiene un ratón!”...  Pero en lugar de articular el verso ella continuó la estrofa: “Un ratón chiquitín...”¡Y palmoteó feliz!
Con el rabillo de un ojo vio asomar el hociquito; pero el ratón no llegó a la punta de la vara; bailoteó en el aire y se disolvió en  la hojarasca. Con el otro rabillo vio cómo la sombra envolvía la tumba del minino y avanzaba más allá.
¡Horror! Notó que ella misma se diluía en el aire, con vara, escoba, y todo,  junto a los otros elementos del conjuro.  Era el temido castigo del Más Allá,  a su tonta  ineficiencia y a su rapto de felicidad.

Las ramas de los árboles del Zoo Cementerio repartieron los ecos del maullido sobrenatural de Pedrito, que agradecía su reposo eterno.

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