Los tambores de Ongamira
Ongamira, en las Sierras de Córdoba, significa ”Energía de todo lo creado”; la
energía vive en las rocas y se derrama en agua, luz y verdor sobre un valle fértil y profundo.
Cinco siglos atrás, cuando no existía la carretera que
serpentea hacia La Rioja, los Camiares o Comechingones habitaban la zona;
vivían en las cuevas y al aire libre, protegidos por el cerro Charalqueta (de
la alegría). Eran, entre los pueblos
vecinos, los sacerdotes naturales de la
Luna y la Energía Cósmica.
En aquel tiempo, el tambor silencioso de la luna llena
mostró manchas de sangre. Los
comechingones recibieron en sus corazones los ríos de tristeza que bajaban por
los toboganes de aquellos rayos: era el aviso de la guerra; la invasión
española avanzaba por las laderas, en pro de los grandes yacimientos que
albergaba el cerro.
Durante varios días y noches, los tambores sonaron incesantes desde las cuevas y los bosquecitos; así guiaron a los más débiles para que se
refugiaran, y a los jóvenes y fuertes hacia los puntos más adecuados para el ataque y la defensa. Los indígenas sabían
que la derrota marcaría el fin de su risueña existencia; destrozarían al Charalqueta y ellos serían obligados a la
esclavitud de las minas. Antes de eso,
volverían a su raíz: el espíritu de la Luna.
Pero la suerte les fue adversa. Poco se podía contra los
mosquetes. Cuando vieron ya muy cerca las mulas y las armaduras, los tambores
callaron y vibró un largo soplo agudo de la quena. De inmediato, los atónitos soldados que iban
trepando recibieron espantados una lluvia de cuerpos de mujeres, niños y
ancianos que se lanzaban al abismo; los últimos guerreros vivos seguían
arrojando flechas y piedras antes de
caer bañados en sangre.
Algún eco de tambores avisó de la tragedia a los otros
pueblos más lejanos; ellos sepultaron en sus memorias a Charalqueta y cambiaron
el nombre del cerro: Colchoquí
(fatalidad).
La historia siguió su curso; la naturaleza restauró las
heridas del cerro y Ongamira volvió a ser un espacio alegre para vivir y un
notable atractivo turístico.
Pero las nuevas tecnologías y la ambición creciente vuelven
a plantear el problema.
Y otra vez los tambores llaman a la defensa de la belleza de
Ongamira; el veintiuno de marzo pasado se realizó un encuentro internacional:
Ocho mil tambores por la Paz, en la entrada a las Grutas de Ongamira . Fue un gesto comunitario contra la minería a
cielo abierto. Y en un acto simbólico se renombró Charalqueta al Colchoquí.
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