miércoles, 4 de enero de 2017

Poco antes de que los domingos fueran amargos

Dos versiones de un mismo tema: el primero para cien palabras (Microcuento de Cadena Ser).
 El segundo, ampliado para cuento breve. 

Años de sequía
 Poco antes de que los domingos fueran amargos ya sentíamos la falta de horizontes. Siempre fue dura la vida del labriego; pero a los domingos los había hecho el Señor para que viéramos su sonrisa en las nuestras. Ahora, una polvareda gris mataba la luz del paisaje. Los campos se estaban volviendo estériles y tristes; y nosotros también: no había canciones para alegrar los domingos, ni bastante pan para compartir; y la semana agotadora e infructuosa nos ataba al silencio triste de la vivienda..Entonces decidimos emigrar.


Tiempo de sequía
                Una polvareda gris mataba la luz del paisaje. Los campos se habían vuelto estériles y tristes; y también la gente: no había bastante pan, ni cerveza,  ni canciones para alegrar los domingos; y la semana agotadora e infructuosa ataba al silencio de la vivienda.
Lo decidió en esa nueva noche de insomnio: partir, partir. Ella no quería que se fuera; pero acató su decisión con áspero silencio.
Amanecía cuando el hombre, esmirriado y cabizbajo, cargó su pequeño morral; sobresalían los mangos de un hacha y una pala. ¿Trabajo o sepultura?
Dentro de la casucha quedaba su gente; nadie se asomó a despedirlo; para qué…   El corazón reseco no anhelaba ternura; sólo mandaban los fantasmas: el hambre y la desesperación.
Se puso en marcha pisando el polvo; no era sino  otro hierbajo reseco.
                Entonces extrañó al sol. Un cielo de nubes espesas y el olor de la tierra lejana y mojada cortaron su marcha; anhelante e incrédulo recibió la primera gota sobre su cabeza, y escuchó el envión de la lluvia que avanzaba.
Un trueno remoto llamó a la mujer a la puerta de la vivienda. Corrió, desmelenada, y abrazó al hombre que lloraba y renacía bajo la lluvia.


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