viernes, 1 de diciembre de 2017

Justo en Navidad


Empapado y aterido, el hombre abandonó el barco encallado en el islote. Era urgente alejarse del oleaje; la tormenta no amainaba y el mar rugía. Avanzó sobre las rocas en busca de cobijo, a veces saltando, otras cojeando; sólo una de sus sandalias permanecía fiel, ceñida al tobillo.
De pronto resbaló y cayó de espaldas.

Casi en simultáneo escuchó el crujido de su cráneo y las voces angelicales que lo recibían en el Paraíso: ¡Feliz Navidad, alma bondadosa y valiente! ¡Reposa entre los justos!

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