- I) Bate el mar en la costa su llamado,
- su incesante caricia milenaria;
- y la tierra, eterna adolescente
- inflamada de soles, se alboroza,
- y se hace madre de árboles,
- de los mismos que albergan nuestra historia.
- II) Baten mis manos el parche
- de mi tambor de madera.
- Baten tus pies, en la danza,
- tu cadera adolescente.
Palmera entre las palmeras
respondes a mi llamado
como la costa al océano.
Y muy cerca, a la sombra del castaño,
espera mi cabaña de madera.
Allí somos los dos, de mar y tierra;
vida bullente, savia de los hijos,
savia de árboles nuevos.
III- Y ahora vamos llorando, en la barcaza,
fugitivos del mar y la violencia.
Arrancados de cuajo, somos árboles
portadores de historias y de sueños,
¿Habrá otra tierra para que podamos
arraigarnos en paz, vivir sin miedos?
¿Habrá para nosotros un regreso
aunque la madre esté tan lejos, tan ajena?
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