1 Avisos de wasap. Cuatro, en total, en dos segundos:
tres invitaciones a brindar por el día del amigo. Placenteras. Accionó los emojis
de alegría y buena onda.
Ya estaba por
borrar el cuarto; demasiados festejos para un solo día.
¿ Un teléfono
desconocido?… Lo abrió. ¡Ah, caramba! ¡El cuarto estaba vacío!
—Hola,
mamá. ¿Cambiaste el número?
—¡Ay,
sí, querido! ¿Ves cómo estamos controlados por estas tecnologías? ¡No te hizo
falta foto, ni clave, para reconocerme!… Hay que andar alerta para cuidar la
privacidad…
—Sí,
mamá. Buena estrategia la de mandar un audio vacío para no exponerte. Je, je.
—¡Ay,
no! ¡Estos dedos míos! Te invitaba a venir al geriátrico a festejar el Día del
Amigo. Te espero y te extraño.
2 Atisbó por la cerradura. Respiró tranquilo. El
cuarto estaba vacío; lleno de sol, de muebles, pero vacío. Todo a punto para hacerse con la fortuna del magnate. Abrió,
dio dos pasos en la habitación y cayó al
suelo, entre convulsiones dolorosísimas; una alarma se activó de inmediato,
para sumarse a la tortura, mientras que una miríada de lásers venenosos atravesaba
su cuerpo.
3 Los vecinos de la “villa” apagaron el incendio;
pero ya era tarde. El pobre viejo yacía muerto entre los escombros humeantes de
su casilla. Apretaba los cuatro bolsos mugrientos que siempre manipulaba
obsesivo, y de los que nunca hablaba; en
realidad, a nadie le importaba demasiado.
Ahora sí; la tensión del momento avivó la
curiosidad. ¡Sorpresa para todos! Aunque el cuarto estaba vacío, los otros tres
contenían muchísimos billetes achicharrados y joyas finísimas.
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