Soñé con estrellas. Bellísimos globos de luz giraban
alrededor de mi casa, y entretejían una danza de milenios, para asomarse de a
dos o tres, por mi ventana, entre los brazos de un árbol oscuro y viejo, o los
negros jirones del vacío.
Alguna vez me hablaron de la “música de los astros”, del
perfecto equilibrio que sostiene a las estrellas mientras bailan, pausadas y encendidas;
también leí un precioso poema que describe ese latir incesante sobre la muda
oscuridad del cielo: “la distancia es silencio y la visión es sonido”…
Y todo estaba en mi sueño, para que yo lo gozara absorta y
en pacífico suspenso.
Viví un pequeño sueño brillante, de paz y luz; nada pugnaba
por destacarse; todo fluía y refulgía en concierto armonioso; y mi alma cantaba, en lo profundo, las
cadencias de mi propia historia en el seno de mi madre: las voces de mi propio
misterio recién descubierto.
Sentí que me levantaba para bailar, tomado de las manos con
el infinito; para girar en mi propia
órbita; y supe que me elevaba en el espacio, desde mi
esencia inocente,hacia Lo Sublime, …
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