Crecieron en una familia amorosa y exigente. Había que roer
las nueces para encontrar los sabores; había que atender para aprender. Y se
aprendía desde un lado de la verdad; y “ESA” era la verdad. Nadie cuestionaba el tema; la nuez se comía
aunque no les gustara.
En la casa había un
aparador para la vajilla de fiesta. Allí se guardaban los regalos de casamiento de los padres: todo
un mundo delicado y exquisito de cristales, lozas y porcelanas. Embellecían los cumpleaños y las navidades. Representaban la felicidad de
estar juntos y ser amados. Y también la pulcritud, el orden, los buenos modales;
las cosas fundamentales, los principios, esenciales a la dignidad humana, que
lucían cuando se terminaba de roer las nueces.
En el aparador de la cocina, en cambio, todo era aluminios y
enlozados; por supuesto, abollados y saltados aunque se repusieran con
frecuencia. En este aparador se guardaban las vivencias cotidianas, los ecos de
la radio, las risas y las penitencias; el sarampión y las crisis
nacionales.
“La casa está en orden”, se escuchó una vez.
Una mañana cualquiera, todos los hermanitos entraron
corriendo desaforados al comedor; a alguno se le enganchó un pie en una pata inestable…
y sucedió: el aparador se vino al suelo, con toda su carga de maravillas.
Hubo que tirar un montón a la basura.
En algún momento hubo otros sacudones; muchos y muy fuertes.
La verdad y los principios, se mudaron
al aparador de la cocina. Los padres murieron. Ninguno de los hermanos quiso
saber nada de la vajilla fina. Era
engorrosa en sus reuniones guitarreras, con sus propios hijos corriendo por el
medio, y con el río de nuevas certezas y vivencias que regaba (y también
segaba) sus vidas. Ya eran adictos al
tupper, al delivery y a la vajilla descartable (a los trozos de la caja de
pizza)..
—Vos sos la más grande y nos reunimos siempre en tu casa;
guardala vos.
Ella la guardó, para sacarle el polvo, de vez en cuando, para jugar
a las princesas con su nieta, para
secarse un lagrimón rebelde, cuando se le sacuden los estantes y se pierde en
las dudas y los miedos.
...yO FUÏ, UNOS DE LOS DOS !!!
ResponderEliminarPor supuesto, querido. Seguro que yo no estaba en la patota. Ja, ja, ja. Grac ias por leer y comentar.
ResponderEliminarHermoso Beba. Tuve el honor de conocer esa hermosa familia
ResponderEliminarbuenísimi!
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