Justo hoy, Día de la Música,
has venido a visitarme.
Armoniosa y prolijita,
aprovechando algún trino, entraste por la ventana;
y te sentaste en mis manos.
Y tu recuerdo fue magia
sobre el teclado.
Tan nuestra como vos misma
era tu música, mami:
“airenuestro cotidiano”.
Y vos, eras panadera de talentos musicales;
la profe de todo el pueblo,
repartida en cuatro pianos,
entre veinte alumnos diarios…
Vos piloteabas bemoles
y corcheas a raudales.
Gracias a vos, esos Genios,
desde Beyer a Beethoven
no murieron nuevamente…
esta vez, asesinados.
¿Te acordás que, mientras tanto,
vigilabas la comida, los deberes de la escuela,
el lavado y el planchado?
¿Qué tejías escarpines para el hermanito “en viaje”?
¿Y que con la aguja libre señalabas partituras
o posiciones correctas para tocar bien el piano?
Gracias, mami, en este día,
por tu vida y por tu música
que me has sembrado en los dedos
y en el alma.
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