LOS RASTROS OCULTOS DE LAS MIGAS
Marta es
mayor que Laurita. Pero, ¿Quién no jugaría con esta nena tan inteligente y
cariñosa? lY Laurita la quiere tanto como a sus muñecas.
Ahí están,
en sus reposeras, aprovechando el solcito de otoño. Laurita canta algo de un
gato; lo aprendió en el jardín.
Miran la
calle…saludan con las manos a los que pasan….
Detrás de
la reja, cerrada, como siempre, se han abierto unas rosas hermosísimas.
-Esta tarde
viene mi abuelita- dice Marta-. Voy a corta unas rosas para regalarle. Dame
unas tijeras.
-¡No! Mi
mamá no quiere que toquemos su costurero, ni los cubiertos.
Marta gira la cabeza hacia la verja. Canturrea ensimismada.
-No te enojés. ¿En serio que vos también tenés una abuelita? ¿Es “viejiiiiita”?
-La, la la…
oscura…oscura… una nube…
-¡No! ¡En
serio!¡No cantés! ¿Dónde está?
-Visitando
a unos amigos que no la dejan volver…
-La quieren
mucho…
-Se escapó
en el colectivo y viene esta tarde…
-¡Qué
lindo, Marta! Juguemos que hacíamos torta para convidarle.
-Mmmm
-Dale, ayudame. O me la como yo solita…
Y amasa, arma el molde, prende el horno…
Y Martita
sigue cantando bajito…bajito. Y bailando en la reposera con un galán invisible
-Es de
chocolate, ¿viste? Bien negrita… Tomá…
-Rica,
rica, mmmmm… Cham cham…Mmmm
-Pero…
Abuela Marta… ¡No se come! ¡Es de barro! ¡AY! ¡Se cayó!... ¡Luisa! ¡Luisa!
La cuidadora viene corriendo. Trae la silla de ruedas de Marta. Cuando la incorpora,
la mujer se
tambalea y la mira como si estuviera lejos…
Luisa la sienta, y empuja hacia el living. Laurita le
sacude el batón y las pantuflas.
Las migas
de la torta van dejando un rastro oscuro en el piso.
-Lavate las
manos, Laurita… ¡Qué ocurrencia, jugar con barro! ¡Hay que cuidarla!
Laurita
dice que sí, con la cabeza, y acaricia el pelo blanco de su abuela.
Y entonces,
Marta solloza:
-
¡Mala…Mala…! ¿Para qué la llamaste? Ahora no hay torta para mi abuelita…
-
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