Ya se publicó la 4° recopilación de Móntame Una Escena, del Taller de Literautas. Participa mi cuento, "El Lápiz Mágico". Contiene 329 páginas que recogen los trabajos mensuales de los participantes en el ciclo 2015- 2016; se puede bajar desde la web de Literautas (http://www.literautas.com/es/taller/libro-taller-montame-una-escena-recopilacion) o comprarlo en papel; el producto se destinará a la ONG Educación sin Fronteras; lamentablemente los argentinos no podremos acceder a esta última opción por cuestiones cambiarias.
Blog para recopilar y compartir mis escritos, fragmentos de lecturas que me han impactado y algunas informaciones útiles para escritores
viernes, 30 de septiembre de 2016
miércoles, 17 de agosto de 2016
Una creación colectiva, "TIEMPO Y CADENAS"
Esta
obra se publicó en julio de este año. Se trata de una colección de quince
relatos que enlazan con el tema del tiempo y los lazos con que nos va marcado.
El proyecto nace en el ámbito de Literautas; los autores se proponen sumar los
logros que apoyó la citada plataforma y proyectarlos en esta obra de mayor
exigencia.
Hablando
del tiempo, leemos en el Prólogo de Tiempo y Cadenas: “En el intento de
explicar lo inconcebible, de capturar momentos etéreos con manos fugaces, es
donde la escritura alcanza su función más loable: la de burlar al tirano, preservando
la realidad para nosotros, lectores.
El
escritor se remanga y zambulle en las aguas al rescate de historias que, de
otro modo, se perderían en la eternidad.”
Lo más notable, es
la calidad de la escritura, la construcción prolija y elegante. A ello se suma
la variedad de las situaciones que nos muestran al tiempo actuando en la vida
de la gente: la reencarnación, la venganza, las luchas por el poder, la
hipocresía social, la discriminación sexual, la opresión de la mujer, los secretos y los mandatos familiares el paso
del tiempo en el relato fantástico y la leyenda. Y cada uno de los cuentos luce
un estilo personal que nos conmueve, lleva a la reflexión y entretiene.
“Amor sin tiempo”, “El trato”, “El crisol de las almas rotas”,
“El legado del mar”, “Desde la frontera”, “Encadenado al tiempo”, “Eslabones
del pasado”, “La casa de las águilas”, “La dignidad de una reina”, “La leyenda
de la Dama de la noche”, “La mujer del judío”, “La reina con el corazón helado”,
“Nieve y dunas”, “Semillas de trébol” y “Una cuestión de tiempo”, son los títulos de estas historias.
Mis sinceras y cariñosas
felicitaciones a mis compañeros de Literautas: R. P. García, L.M. Mateo, Manoli VF, Isolina Rodrigo Rodrigo, Verónica Murillo, K. Marce, Coral Keelan, Beatriz Barquero, Isabel R. V, y Ryan Infield Ralkins porque han sumado a su buen oficio
literario una actitud generosa: Los beneficios obtenidos
con la venta de la obra se destinaron íntegramente a la Fundación Educando a un
Salvadoreño (FESA), la cual provee becas de estudio y promueve el deporte entre
los jóvenes de El Salvador en zonas de riesgo social y de exclusión.
Contacto: : mipalabraenturetina@gmail.com.
martes, 16 de agosto de 2016
http://mundoconsciente.es/kintsugi-el-arte-de-hacer-bello-y-fuerte-lo-fragil/
Cuando los japoneses reparan objetos rotos, enaltecen la zona dañada rellenando las grietas con oro. Creen que cuando algo ha sufrido un daño y tiene una historia, se vuelve más hermoso.
El arte tradicional japonés de la reparación de la cerámica rota con un adhesivo fuerte, rociado, luego, con polvo de oro, se llama Kintsugi. El resultado es que la cerámica no sólo queda reparada sino que es aún más fuerte que la original. En lugar de tratar de ocultar los defectos y grietas, estos se acentúan y celebran, ya que ahora se han convertido en la parte más fuerte de la pieza. El kintsugi añade un nuevo nivel de complejidad estética a las piezas reparadas y hace que antiguas vasijas pegadas sean aún más valoradas que las que nunca se han roto. Kintsukuroi es el término japonés que designa al arte de reparar con laca de oro o plata, entendiendo que el objeto es más bello por haber estado roto. En lugar de considerarse que se pierde el valor, al reparar la cerámica se crea una sensación de una nueva vitalidad. Dicho de otra forma, el tazón se vuelve más bello después de haber sido roto y reparado. La prueba de la fragilidad de estos objetos y de su capacidad de recuperarse son lo que los hace bellos.
Llevemos esta imagen al terreno de lo humano, al mundo del contacto con los seres que amamos y que, a veces, lastimamos o nos lastiman. ¡Qué importante resulta el enmendar! Qué importante entender que los vínculos lastimados y el corazón maltrecho, pueden repararse con los hilos dorados del amor, y volverse más fuertes.
lunes, 15 de agosto de 2016
Mi familia, el Jueves Santo de 1948
Premiado en Concurso "Raíces de Nuestra Córdoba- Caja de Jubilaciones de la Pcia.(Espacio Illia) - Julio de 2016
1- En 1948 yo estaba en segundo grado, y era el
único hijo y el único nieto, en mi familia; se imaginarán lo mimoso que era;
pero a la hora de cumplir deberes no había excepciones: la escuela, la iglesia,
la higiene, el respeto y los permisos no se negociaban.
Mi tía Dolores y la abuela Martirio vestían con ropa
sencilla y pulcra, pero casi no usaban cosméticos ni peinados raros. El abuelo
anunciaba a gritos su carácter de gallego aldeano y labriego. Llegados de España, se asentaron en San Vicente, un barrio de quintas y
granjas; cuando avanzó la urbanización, hacia 1925, desaparecieron muchos de
estos espacios; pero ellos siguieron
ahí, vendiendo los productos de la casa en un galponcito contiguo a su sencilla
vivienda. Mi papá fue al colegio salesiano San Antonio; la tía Dolores, al
Santa Margarita; ambos eran colegios privados, sin demasiadas pretensiones económicas, pero bastante exigentes en las
prácticas religiosas.
Mi mamá y mi
tía Beatriz usaban siempre “trajecitos sastre”, tacones y sombrerito,
iban a la peluquería a “hacerse peinar” y se pintaban. Las dos se habían
recibido de maestras en el Carbó, sabían tocar el piano y escribían
poemas. Vivían en el Centro, e iban a
Misa a la Catedral. Se reunían con amigos de “la Escuela” los domingos a la
tarde; iban al cine; a “La Oriental”, a tomar té con masas; a “El Plata”, a
bailar y tomar un refresco.
¿Cómo fue que Felipe, mi papá, se casó con “esta pituca de
Martita”? Porque tanto fastidió con el estudio que el abuelo accedió a que
fuera abogado, ya que era muy, muy inteligente; mi papá se fue alejando
despacito de las costumbres y las ideas de su casa; conoció gente liberal, se
aficionó al teatro, al cine y a las muestras de pintura; pero como no avanzaba
demasiado en la Universidad, mi abuelo le cortó los víveres: a trabajar; entró
al ferrocarril con el apoyo de sus antiguos compañeros de facultad, y
prosperó. Entonces se puso de novio y se
casó. Así llegué al mundo, en 1940, y produje, con mi seductora presencia, la
unión familiar de esta gente tan buena y tan diferente.
II- Y ahora vuelvo a este especial Jueves Santo
lleno de sol. La chacrita de la abuela Martirio irradiaba vida; mientras yo
disfrutaba los primeros minutos de pereza la escuchaba diciendo “pipipipipipí”
y sacudiendo la canasta del maíz para los pollos. El coro de píos y
cloqueos y el ladrido del Sultán, un
perro bravo, atado a la higuera, me llegaba a la cama; y también el aroma del
desayuno, que debía de estar preparando la tía Dolores.
Iba llegando
el final del ensueño; minutos más tarde,
la abuela me despertó canturreando y palmeando una copla antigua, seguramente
gallega:
“Levántate
pecador /no duermas tan descansado/no venga la muerte y te halle/ sin haberte
confesado”. Iba abriendo las ventanas de par en par, cosa de que la muerte se
alejara de un ambiente tan saludable; pero no se quedó tranquila:
—Hala, hala— dijo mientras me sacudía— La noche es para dormir y el día para ganarse el cielo.
¡Arriba!
Y no dejó de
revolver cobijas y acomodar zapatos hasta que me vio de pie, rumbo al baño.
Para mi
abuela, controlar la práctica cotidiana
de nuestras virtudes, era una misión
sagrada e irrenunciable; especialmente, la lucha contra la pereza y la
indiferencia religiosa.
Volví al dormitorio. Mi abuela se había
ido de ahí para que yo, un varoncito ya crecido (ocho años), pudiera
vestirme en privado como debía ser.
—Vamos—gritó desde el pasillo— ¿Por qué
tanta demora? Demasiadas atenciones para estos cuerpos de pecado.
—¡Mamá, por favor; es una criatura!— clamó la Tía Dolores, la hermana de
mi papá.
Cuando
esperaba la perorata sobre lo mal que nos educaban nuestros padres y
familiares, se abrió la puerta de calle: el abuelo y mi papá volvían de mi
casa, junto con la otra tía, Beatriz, la hermana de mi mamá.
—¡Papá! ¡Tía Beatriz!—
Corrí a abrazarlos, sobre todo a la tía, que me comió a besos; papá era siempre
sobrio en el saludo; los tres lucían correctísimos: la tía, preciosa como
siempre; papá y el abuelo con su traje
gris y su corbata azul oscuro. Pero el abuelo no perdía su aire rústico, tal
vez porque se había puesto una boina de pana y sus zapatos se notaban viejos y ajados.
—¡Ya nació! ¡Ya nació! ¡Una nena! ¡Todo bien!— coreaban a dúo, mientras abrazaban a la abuela
y a la otra tía.— ¡Un parto rápido y feliz!
—¿Un qué?—pregunté yo.
Dos “chist” enérgicos de las tías,
callaron las efusiones.
—Tenés una hermanita— dijo mi papá;
parecía contento; pero no me dio un abrazo, por supuesto: esas son cosas de
mujeres; al varón, nada de ñoñeces.
—¿Qué dijeron?— volví a preguntar.
—Eso, eso; que la cigüeña le dejó la
niña a tu madre en el patio; y que estaba feliz— se embarullaron las tías.
—Yo escuché “parto”— insistí, sin éxito.
—Tontas— rezongó por lo bajo mi abuela—.
Que nació tu hermanita, nada más; y me dio un besote, baila que baila conmigo,
mientras el abuelo batía palmas y sacudía la cabeza.
¡Pucha! Recién ahora caigo en la cuenta;
los abuelos no pensaban como los padres y los tíos. ¿Será porque los viejos
estaban acostumbrados a trabajar codo a codo con la madre y hermanas? ¿A verlas
parir en casa igual que veían parir a los animales? Toda una fabulería para escondernos lo más
natural del mundo.
—A desayunar— avisó la tía Dolores. Y
nos sentamos alrededor de una mesa fuerte y relavada; el desayuno era abundante
pero sencillo, y casi toda la comida era casera: pan, dulce de naranjas; la
leche, recién ordeñada y traída de los campos cercanos: veinte cuadras, a lo
sumo.
—¿Cómo se llamará? — le dijo la abuela a papá— .Piensa que ha nacido en Semana Santa:
Pascuala, Cruz, o Martirio, como yo.
Las tías se taparon las bocas con las
servilletas: papá lanzó una carcajada, pero la cortó por la mitad, ante la
fuerte mirada de su madre.
—
No lo sabemos,
todavía, viejita. Lo normal es que lleve
el nombre de la mamá, ¿no?
La abuela
bajó la cabeza y rezongó: “No se respeta nada, hoy en día”. Pero se le pasó
pronto. El abuelo había desaparecido; pero volvió a desayunar con su mameluco y
alpargatas, listo para la chacra.
—Bueno—determinó la abuela—, basta de
estar de ociosos; chicas, hay mucho que hacer;
a la tarde hay que ir a conocer a la nena y a hacer la visita a las siete
iglesias.
«Uuuh», recordé mientras levantaba las tazas y las llevaba a la
pileta. «¡Semana Santa!¡No hay clase hasta el lunes!».
—Siete iglesias, nada menos— rezongó por
lo bajo mi papá. —Mi viejita; la charlan
estos curas. Vengase conmigo y el Pedrito a conocer a la nena. Así Beatriz y
Dolores charlan a gusto.
—Aay—suspiró tía Beatriz— no traje ropa
de entrecasa, Dolores; no voy a poder ayudar mucho. Creo que me vuelvo para
acompañar a Marta y a la nena. ¿Vamos con papá, Pedrito? ¡Hasta luego!— Besó a
Dolores, pero mi abuela le esquivó el beso.
—A la tarde voy a conocer a tu hermanita
y te llevo a las Iglesias; estate
listo—ordenó la abuela.
Y
me tentó con una promesa: flan con dulce de leche.
III- Así es que a las 18 horas entré a la Catedral,
de la mano de la abuela, y con la escolta de las tías. Papá y el abuelo se
quedaron con mamá.
Mamá me llevaba los domingos, aunque en
el Santo Tomás nos daban la Catequesis y la Misa. De entrada me sentí
transportado al cielo en una nube de incienso y música de órgano. Hice la genuflexión a las apuradas; la abuela
me frenó el avance y me ordenó saludar bien al Señor y usar agua bendita.
Todo sucedía en la parte delantera del
templo, en el altar precioso, lleno de brillos y santos. Como siempre, el Cura
se daba vuelta, de vez en cuando; las fórmulas en latín me eran tan familiares
como las criollas; el año próximo iba a hacer la Primera Comunión y sería
monaguillo.
Cuando escuchamos “Ite Missa Est”,
salimos volando, porque pronto sería de noche y las Iglesias debían de ser
siete, para honrar a la Eucaristía; las tías se habían hecho humo con algunos
jóvenes de la Acción Católica; «cada cual honra al Señor como se lo
dicta el Espíritu, pienso hoy».
Nosotros hicimos las “Visitas”: siete
Padrenuestros, Avemarías y Glorias, y siete “Adorado y Alabado sea el Santísimo
Sacramento del Altar”, en la Compañía, San Francisco, Santa Teresa… y cuando
salimos corriendo hacia Santa Domingo, dije:
—Me hago pis, abuela; y tengo hambre.
Vamos a una confitería.
—No hay ninguna abierta, hoy. ¡Bueno
estaría! ¡Un Jueves Santo!
—Pero yo no doy más— insisití, con las
piernas cruzadas.
—Aguántate, que eres hombre; más sufrió
Nuestro Señor por nosotros.
—Quiero ir al baño, por favor; no
aguanto más. Mirá, hago ahí en ese arbolito de la vereda y vamos; aguanto el
hambre.
Mi
abuela miró para todos lados y con mucha vergüenza me dio la espalda: casi un
hombre, orinando en público el Jueves
Santo, era una horrible afrenta para aceptarla sin más.
Apenas
había terminado mi cometido cuando la abuela se prendió a mi brazo:
— ¡Ay, Dios mío! ¡Un perro negro! ¡Puede
ser una señal del enojo del Señor!
—No es negro, abuela; es gris, como el
de Don Bosco; era un ángel que lo acompañaba a llevar la Comunión, me contó mi papá que le dijeron los
salesianos.
Un poco más serena iba a reiniciar la
marcha hacia la Calle Ancha, cuando tropezó con una baldosa rota y se cayó en
la vereda oscura. Entre sus ayes y mis gritos parecíamos anticipar el Viernes
Santo. Le sangraba la rodilla y pedía perdón por no cumplir con la celebración.
Pasaba bastante gente, con lo del Jueves
Santo y Las Visitas. Pronto tuvimos ayuda para la abuela; un dominico
angelical en su hábito blanco, la ayudó a subir al coche de otro
feligrés: “Una persona de bien, señora; vaya usted en paz. Dios conoce su corazón”.
En cinco minutos estábamos en casa. Papá la llevó a la suya. Me quedé
sin flan, pero no me importó demasiado.
Cuando arrancó el auto, me acurruqué
junto a mamá y a mi preciosa hermanita; menos mal que mamá la esperaba en el
patio, si no, a saber qué golpazo le habría dado la cigüeña desde el aire. Y
menos mal que le pusieron María Marta.
Mi familia, el Jueves Santo de 1948
Participante del Concurso "Raíces de Nuestra Córdoba- Caja de Jubilaciones de la Pcia.(Espacio Illia) - Julio de 2016
1- En 1948 yo estaba en segundo grado, y era el
único hijo y el único nieto, en mi familia; se imaginarán lo mimoso que era;
pero a la hora de cumplir deberes no había excepciones: la escuela, la iglesia,
la higiene, el respeto y los permisos no se negociaban.
Mi tía Dolores y la abuela Martirio vestían con ropa
sencilla y pulcra, pero casi no usaban cosméticos ni peinados raros. El abuelo
anunciaba a gritos su carácter de gallego aldeano y labriego. Llegados de España, se asentaron en San Vicente, un barrio de quintas y
granjas; cuando avanzó la urbanización, hacia 1925, desaparecieron muchos de
estos espacios; pero ellos siguieron
ahí, vendiendo los productos de la casa en un galponcito contiguo a su sencilla
vivienda. Mi papá fue al colegio salesiano San Antonio; la tía Dolores, al
Santa Margarita; ambos eran colegios privados, sin demasiadas pretensiones económicas, pero bastante exigentes en las
prácticas religiosas.
Mi mamá y mi
tía Beatriz usaban siempre “trajecitos sastre”, tacones y sombrerito,
iban a la peluquería a “hacerse peinar” y se pintaban. Las dos se habían
recibido de maestras en el Carbó, sabían tocar el piano y escribían
poemas. Vivían en el Centro, e iban a
Misa a la Catedral. Se reunían con amigos de “la Escuela” los domingos a la
tarde; iban al cine; a “La Oriental”, a tomar té con masas; a “El Plata”, a
bailar y tomar un refresco.
¿Cómo fue que Felipe, mi papá, se casó con “esta pituca de
Martita”? Porque tanto fastidió con el estudio que el abuelo accedió a que
fuera abogado, ya que era muy, muy inteligente; mi papá se fue alejando
despacito de las costumbres y las ideas de su casa; conoció gente liberal, se
aficionó al teatro, al cine y a las muestras de pintura; pero como no avanzaba
demasiado en la Universidad, mi abuelo le cortó los víveres: a trabajar; entró
al ferrocarril con el apoyo de sus antiguos compañeros de facultad, y
prosperó. Entonces se puso de novio y se
casó. Así llegué al mundo, en 1940, y produje, con mi seductora presencia, la
unión familiar de esta gente tan buena y tan diferente.
II- Y ahora vuelvo a este especial Jueves Santo
lleno de sol. La chacrita de la abuela Martirio irradiaba vida; mientras yo
disfrutaba los primeros minutos de pereza la escuchaba diciendo “pipipipipipí”
y sacudiendo la canasta del maíz para los pollos. El coro de píos y
cloqueos y el ladrido del Sultán, un
perro bravo, atado a la higuera, me llegaba a la cama; y también el aroma del
desayuno, que debía de estar preparando la tía Dolores.
Iba llegando
el final del ensueño; minutos más tarde,
la abuela me despertó canturreando y palmeando una copla antigua, seguramente
gallega:
“Levántate
pecador /no duermas tan descansado/no venga la muerte y te halle/ sin haberte
confesado”. Iba abriendo las ventanas de par en par, cosa de que la muerte se
alejara de un ambiente tan saludable; pero no se quedó tranquila:
—Hala, hala— dijo mientras me sacudía— La noche es para dormir y el día para ganarse el cielo.
¡Arriba!
Y no dejó de
revolver cobijas y acomodar zapatos hasta que me vio de pie, rumbo al baño.
Para mi
abuela, controlar la práctica cotidiana
de nuestras virtudes, era una misión
sagrada e irrenunciable; especialmente, la lucha contra la pereza y la
indiferencia religiosa.
Volví al dormitorio. Mi abuela se había
ido de ahí para que yo, un varoncito ya crecido (ocho años), pudiera
vestirme en privado como debía ser.
—Vamos—gritó desde el pasillo— ¿Por qué
tanta demora? Demasiadas atenciones para estos cuerpos de pecado.
—¡Mamá, por favor; es una criatura!— clamó la Tía Dolores, la hermana de
mi papá.
Cuando
esperaba la perorata sobre lo mal que nos educaban nuestros padres y
familiares, se abrió la puerta de calle: el abuelo y mi papá volvían de mi
casa, junto con la otra tía, Beatriz, la hermana de mi mamá.
—¡Papá! ¡Tía Beatriz!—
Corrí a abrazarlos, sobre todo a la tía, que me comió a besos; papá era siempre
sobrio en el saludo; los tres lucían correctísimos: la tía, preciosa como
siempre; papá y el abuelo con su traje
gris y su corbata azul oscuro. Pero el abuelo no perdía su aire rústico, tal
vez porque se había puesto una boina de pana y sus zapatos se notaban viejos y ajados.
—¡Ya nació! ¡Ya nació! ¡Una nena! ¡Todo bien!— coreaban a dúo, mientras abrazaban a la abuela
y a la otra tía.— ¡Un parto rápido y feliz!
—¿Un qué?—pregunté yo.
Dos “chist” enérgicos de las tías,
callaron las efusiones.
—Tenés una hermanita— dijo mi papá;
parecía contento; pero no me dio un abrazo, por supuesto: esas son cosas de
mujeres; al varón, nada de ñoñeces.
—¿Qué dijeron?— volví a preguntar.
—Eso, eso; que la cigüeña le dejó la
niña a tu madre en el patio; y que estaba feliz— se embarullaron las tías.
—Yo escuché “parto”— insistí, sin éxito.
—Tontas— rezongó por lo bajo mi abuela—.
Que nació tu hermanita, nada más; y me dio un besote, baila que baila conmigo,
mientras el abuelo batía palmas y sacudía la cabeza.
¡Pucha! Recién ahora caigo en la cuenta;
los abuelos no pensaban como los padres y los tíos. ¿Será porque los viejos
estaban acostumbrados a trabajar codo a codo con la madre y hermanas? ¿A verlas
parir en casa igual que veían parir a los animales? Toda una fabulería para escondernos lo más
natural del mundo.
—A desayunar— avisó la tía Dolores. Y
nos sentamos alrededor de una mesa fuerte y relavada; el desayuno era abundante
pero sencillo, y casi toda la comida era casera: pan, dulce de naranjas; la
leche, recién ordeñada y traída de los campos cercanos: veinte cuadras, a lo
sumo.
—¿Cómo se llamará? — le dijo la abuela a papá— .Piensa que ha nacido en Semana Santa:
Pascuala, Cruz, o Martirio, como yo.
Las tías se taparon las bocas con las
servilletas: papá lanzó una carcajada, pero la cortó por la mitad, ante la
fuerte mirada de su madre.
—
No lo sabemos,
todavía, viejita. Lo normal es que lleve
el nombre de la mamá, ¿no?
La abuela
bajó la cabeza y rezongó: “No se respeta nada, hoy en día”. Pero se le pasó
pronto. El abuelo había desaparecido; pero volvió a desayunar con su mameluco y
alpargatas, listo para la chacra.
—Bueno—determinó la abuela—, basta de
estar de ociosos; chicas, hay mucho que hacer;
a la tarde hay que ir a conocer a la nena y a hacer la visita a las siete
iglesias.
«Uuuh», recordé mientras levantaba las tazas y las llevaba a la
pileta. «¡Semana Santa!¡No hay clase hasta el lunes!».
—Siete iglesias, nada menos— rezongó por
lo bajo mi papá. —Mi viejita; la charlan
estos curas. Vengase conmigo y el Pedrito a conocer a la nena. Así Beatriz y
Dolores charlan a gusto.
—Aay—suspiró tía Beatriz— no traje ropa
de entrecasa, Dolores; no voy a poder ayudar mucho. Creo que me vuelvo para
acompañar a Marta y a la nena. ¿Vamos con papá, Pedrito? ¡Hasta luego!— Besó a
Dolores, pero mi abuela le esquivó el beso.
—A la tarde voy a conocer a tu hermanita
y te llevo a las Iglesias; estate
listo—ordenó la abuela.
Y
me tentó con una promesa: flan con dulce de leche.
III- Así es que a las 18 horas entré a la Catedral,
de la mano de la abuela, y con la escolta de las tías. Papá y el abuelo se
quedaron con mamá.
Mamá me llevaba los domingos, aunque en
el Santo Tomás nos daban la Catequesis y la Misa. De entrada me sentí
transportado al cielo en una nube de incienso y música de órgano. Hice la genuflexión a las apuradas; la abuela
me frenó el avance y me ordenó saludar bien al Señor y usar agua bendita.
Todo sucedía en la parte delantera del
templo, en el altar precioso, lleno de brillos y santos. Como siempre, el Cura
se daba vuelta, de vez en cuando; las fórmulas en latín me eran tan familiares
como las criollas; el año próximo iba a hacer la Primera Comunión y sería
monaguillo.
Cuando escuchamos “Ite Missa Est”,
salimos volando, porque pronto sería de noche y las Iglesias debían de ser
siete, para honrar a la Eucaristía; las tías se habían hecho humo con algunos
jóvenes de la Acción Católica; «cada cual honra al Señor como se lo
dicta el Espíritu, pienso hoy».
Nosotros hicimos las “Visitas”: siete
Padrenuestros, Avemarías y Glorias, y siete “Adorado y Alabado sea el Santísimo
Sacramento del Altar”, en la Compañía, San Francisco, Santa Teresa… y cuando
salimos corriendo hacia Santa Domingo, dije:
—Me hago pis, abuela; y tengo hambre.
Vamos a una confitería.
—No hay ninguna abierta, hoy. ¡Bueno
estaría! ¡Un Jueves Santo!
—Pero yo no doy más— insisití, con las
piernas cruzadas.
—Aguántate, que eres hombre; más sufrió
Nuestro Señor por nosotros.
—Quiero ir al baño, por favor; no
aguanto más. Mirá, hago ahí en ese arbolito de la vereda y vamos; aguanto el
hambre.
Mi
abuela miró para todos lados y con mucha vergüenza me dio la espalda: casi un
hombre, orinando en público el Jueves
Santo, era una horrible afrenta para aceptarla sin más.
Apenas
había terminado mi cometido cuando la abuela se prendió a mi brazo:
— ¡Ay, Dios mío! ¡Un perro negro! ¡Puede
ser una señal del enojo del Señor!
—No es negro, abuela; es gris, como el
de Don Bosco; era un ángel que lo acompañaba a llevar la Comunión, me contó mi papá que le dijeron los
salesianos.
Un poco más serena iba a reiniciar la
marcha hacia la Calle Ancha, cuando tropezó con una baldosa rota y se cayó en
la vereda oscura. Entre sus ayes y mis gritos parecíamos anticipar el Viernes
Santo. Le sangraba la rodilla y pedía perdón por no cumplir con la celebración.
Pasaba bastante gente, con lo del Jueves
Santo y Las Visitas. Pronto tuvimos ayuda para la abuela; un dominico
angelical en su hábito blanco, la ayudó a subir al coche de otro
feligrés: “Una persona de bien, señora; vaya usted en paz. Dios conoce su corazón”.
En cinco minutos estábamos en casa. Papá la llevó a la suya. Me quedé
sin flan, pero no me importó demasiado.
Cuando arrancó el auto, me acurruqué
junto a mamá y a mi preciosa hermanita; menos mal que mamá la esperaba en el
patio, si no, a saber qué golpazo le habría dado la cigüeña desde el aire. Y
menos mal que le pusieron María Marta.
domingo, 7 de agosto de 2016
3 días, 3 citas
(Reto propuesto por Edith
T. Stone)
Agradezco a Denise la invitación para participar de este reto. Denise es amiga
de Literautas, escritora “en serio”, pulcra, bien documentada y original.
***********************
Agosto es el mes de los vientos, en Argentina. De los vientos fuertes,
tibios y polvorientos que anuncian la primavera.
Es el mes de mi cumpleaños, el de
mi hijo y el de mi padre: los locos leoninos del viento cordobés.
Por eso, mientras se sacuden mis plantas y se golpean las puertas, decidí
convocar a poetas que se ocuparon del viento.
El viento es fuerza, es dinamismo, es espíritu vivo que transporta
semillas y despierta la savia adormecida.
Gracias a Wikipedia por ampliar mi
información sobre autores y estilos.
1-
Viento
Sopla en la noche su clarín el gélido
Una tras otra, así como rebaños
cuya impetuosa fuerza da salud,
han
pasado rugiendo diez tormentas
por las gargantas de la sierra azul.
Y ahora viene arreándolas el gélido
viento del Sur.
Negras se ponen las azules sierras
y da la luna macilenta luz
y en la gran soledad crujen las puertas…
cruje la casa bajo el viento sur.
Y todo el aire se estremece en una
profunda, inmensa, clamorosa U…
Y va en mil potros por la noche, el gélido
viento del sur.
Arturo Capdevila (Córdoba- Argentina. 1889 1967) Poeta, dramaturgo,
narrador, ensayista. Fuera del campo de las letras, destacó como historiador, abogado,
juez y profesor de filosofía y sociología. Fue miembro de la Academia Argentina
de Letras.
.
2- El Viento Nocturno Poema
Cubista
Guillaume Appollinaire
Ah las cimas de los pinos crujen y entrechocan
y se escucha el lamento del vendaval
y en el cercano río con voces victoriosas
los elfos tocan trompas de ráfagas o ríen
Atís Atís Atís bello y desgualichado
en tu nombre los elfos han burlado en la noche
porque el viento gótico bate uno de tus pinos en la noche
el bosque huye a lo lejos como una armada antigua
cuyas lanzas oh pino se agitan en la lucha
las aldeas oscuras ahora meditan
como las vírgenes los viejos y los poetas
y no despertarán al paso de ningún viandante
ni al caer el halcón sobre blancas palomas.
y se escucha el lamento del vendaval
y en el cercano río con voces victoriosas
los elfos tocan trompas de ráfagas o ríen
Atís Atís Atís bello y desgualichado
en tu nombre los elfos han burlado en la noche
porque el viento gótico bate uno de tus pinos en la noche
el bosque huye a lo lejos como una armada antigua
cuyas lanzas oh pino se agitan en la lucha
las aldeas oscuras ahora meditan
como las vírgenes los viejos y los poetas
y no despertarán al paso de ningún viandante
ni al caer el halcón sobre blancas palomas.
Un poema cubista es una yuxtaposición
de imágenes autónomas, desligadas. Se
recrea en lo visual y desprecia lo auditivo. No hay anécdota, ni argumento, ni
historia. El poeta mismo es el centro unificador.
Guillaume Appollinaire (Roma, 26 de agosto de 1880 – París, 9 de noviembre de 1918), fue un poeta, novelista y ensayista francés. Apollinaire fue el primero en utilizar los
términos surrealismo y surrealista. Inventó el
término en 1917 para expresar una forma de ver la realidad. Lo definió de la
siguiente manera: «Cuando el hombre quiso imitar
el andar, creó la rueda, que no se parece en nada a una pierna. Así hizo
surrealismo sin saberlo» Asimismo
es famoso por su producción de Caligramas, poemas que tratan de representar el
contenido dentro de un diseño que representa el tema.
3-
Viento - Octavio Paz
Cantan las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.
Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.
Todo es espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.
Nada soy yo,
cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire siempre de viaje.
Octavio Irineo Paz y Lozano: poeta mexicano (1914-1998). Premio Nobel de Literatura en 1990. Se le considera uno de los más influyentes escritores del siglo XX y uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos. Experimentación e inconformismo pueden ser dos de las palabras que mejor definen su labor poética. Con todo, Paz es un poeta difícil de encasillar. Ninguna de las etiquetas adjudicadas por los críticos encaja con su poesía: poeta neomodernista en sus comienzos; más tarde, poeta existencial; y, en ocasiones, poeta con tintes de surrealismo. (datos de Wikipedia)
Cantan las hojas,
bailan las peras en el peral;
gira la rosa,
rosa del viento, no del rosal.
Nubes y nubes
flotan dormidas, algas del aire;
todo el espacio
gira con ellas, fuerza de nadie.
Todo es espacio;
vibra la vara de la amapola
y una desnuda
vuela en el viento lomo de ola.
Nada soy yo,
cuerpo que flota, luz, oleaje;
todo es del viento
y el viento es aire siempre de viaje.
Octavio Irineo Paz y Lozano: poeta mexicano (1914-1998). Premio Nobel de Literatura en 1990. Se le considera uno de los más influyentes escritores del siglo XX y uno de los grandes poetas hispanos de todos los tiempos. Experimentación e inconformismo pueden ser dos de las palabras que mejor definen su labor poética. Con todo, Paz es un poeta difícil de encasillar. Ninguna de las etiquetas adjudicadas por los críticos encaja con su poesía: poeta neomodernista en sus comienzos; más tarde, poeta existencial; y, en ocasiones, poeta con tintes de surrealismo. (datos de Wikipedia)
E invito a continuar con el reto a:
Isolina Rodrigo Rodrigo (de apuntesdemicuaderno.blogspot.com)
David Rubio (G+ David Rubio)
Lorena Fernández (G+ Lorena Fernandez)
miércoles, 27 de julio de 2016
Feliz Día de la Madre
Lo mejor de mi vida es mi familia: la que me hizo mamá y abuela. Y la que me preparó desde que nací, para serlo...
Lo mejor de mi vida son las cosas que hago pensando en la alegría de amarnos.
Para todos ustedes, que vienen de una madre, de una familia, de un Dios Creador y Amoroso; y que son creadores y soportes de LA VIDA, con alegría y generosidad ... FELIZ DÍA DE LA MADRE..
Lo mejor de mi vida son las cosas que hago pensando en la alegría de amarnos.
Para todos ustedes, que vienen de una madre, de una familia, de un Dios Creador y Amoroso; y que son creadores y soportes de LA VIDA, con alegría y generosidad ... FELIZ DÍA DE LA MADRE..
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