miércoles, 26 de abril de 2017

Los tambores de Ongamira
Ongamira, en las Sierras de Córdoba,  significa ”Energía de todo lo creado”; la energía vive en las rocas y se derrama en agua, luz y verdor sobre  un valle fértil y profundo.
Cinco siglos atrás, cuando no existía la carretera que serpentea hacia La Rioja, los Camiares o Comechingones habitaban la zona; vivían en las cuevas y al aire libre, protegidos por el cerro Charalqueta (de la alegría).  Eran, entre los pueblos vecinos,  los sacerdotes naturales de la Luna y la Energía Cósmica.
En aquel tiempo, el tambor silencioso de la luna llena mostró manchas de sangre.  Los comechingones recibieron en sus corazones los ríos de tristeza que bajaban por los toboganes de aquellos rayos: era el aviso de la guerra; la invasión española avanzaba por las laderas, en pro de los grandes yacimientos que albergaba el cerro.
Durante varios días y noches, los tambores  sonaron incesantes desde  las cuevas y los bosquecitos; así  guiaron a los más débiles para que se refugiaran, y a los jóvenes y fuertes hacia los puntos más adecuados para  el ataque y la defensa. Los indígenas sabían que la derrota marcaría el fin de su risueña existencia;  destrozarían al Charalqueta y ellos serían obligados a la esclavitud de las minas.  Antes de eso, volverían a su raíz: el espíritu de la Luna.
Pero la suerte les fue adversa. Poco se podía contra los mosquetes. Cuando vieron ya muy cerca las mulas y las armaduras, los tambores callaron y vibró un largo soplo agudo de la quena.  De inmediato, los atónitos soldados que iban trepando recibieron espantados una lluvia de cuerpos de mujeres, niños y ancianos que se lanzaban al abismo; los últimos guerreros vivos seguían arrojando flechas y  piedras antes de caer bañados en sangre.
Algún eco de tambores avisó de la tragedia a los otros pueblos más lejanos; ellos sepultaron en sus memorias a Charalqueta y cambiaron el nombre del cerro:  Colchoquí (fatalidad).
La historia siguió su curso; la naturaleza restauró las heridas del cerro y Ongamira volvió a ser un espacio alegre para vivir y un notable atractivo turístico.
Pero las nuevas tecnologías y la ambición creciente vuelven a plantear el problema.
Y otra vez los tambores llaman a la defensa de la belleza de Ongamira; el veintiuno de marzo pasado se realizó un encuentro internacional: Ocho mil tambores por la Paz, en la entrada a las Grutas de Ongamira .  Fue un gesto comunitario contra la minería a cielo abierto. Y en un acto simbólico se renombró Charalqueta al Colchoquí.


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