viernes, 4 de diciembre de 2020

SIEMPRE HAY UN SOL



En el atolladero de la vida,

la honestidad batalla contra el miedo.

Hundirme cada noche sin estrellas,

y seguir tropezando, día a día

en cuanta piedra encuentro.

¿En dónde, la concordia y la sonrisa;

en dónde está el amor, que no respira?

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Se entreabre mi ventana humedecida

por el último llanto de la noche.

Relámpagos de angustia que se apagan:

 “¡Serenidad! Despierta, vive…”

se aleja la tormenta mortecina.

Y ya, pintiparada, late

la Emuná poderosa: “Cada día,

aunque no lo veamos,

sale el sol”; y un pellizco

de  gracia y esperanza

zangolotea al alma adormecida.

Está saliendo el sol… La magia resucita.

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