Con parónimos
1- Noche mágica
Un chistido burlón, ¿una lechuza? remeda mi suspiro. No importa. ¡Basta de disecar fantasmas; de remendar el alma!
Mi azar no teme a los perjuicios; ya no hay miedos… Sin hesitar, mi corazón latiente, se desgrana en la espera del
prodigio. Me excita este misterio que aletea como polvo de estrellas. Una ilusión latente, que busca ser florida
primavera en el encuentro…
Me desvelo. Siento que puedo develar el crucigrama de tus pasos y los míos, y estoy segura de que estamos cerca. ¡Y
aquí está la prueba flagrante: tu perfume de azahares limoneros!… Cientos de huellas fragantes e inasibles me cercan
en la espera inasequible. Limosnera sedienta, desecada de sueños, expiran mis prejuicios entre tus manos sabias; y
espiras sueños nuevos en mi boca ardiente.
2- Casi bíblico
El sexto día, el Eterno los creó; después echó al cesto sus infinitos proyectos; cambiaría la configuración según fueran
decidiendo Sin duda, los yerros serían constantes, pero estaban diseñados para convertirse en firmes escalones de
hierro.
Esa misma mañana, Adán y Eva devanaron el ovillo de los instantes tonteando con los conejos y las margaritas. Jamás
se devanaron los sesos para entender el sexo a la sombra de los manzanos. ¿Hubo una serpiente? ¿O se rebelaron,
ingenuos, cuando se les reveló el gozo de rebelarse?
II: A partir de títulos de obras literarias
Péndulo contra pozo
El péndulo marcha firme, como un soldadito, en la caja de caoba del reloj. Con cada rebanada de los segundos que
remarca, yo voy armando sándwiches de vida, en la bandeja del tiempo, Es una paradoja; aferrada al vaivén de las
rutinas cotidianas, de los deberes que ya son amores, se ventilan mis horizontes; voy venciendo al imán del desencanto,
pozo lúgubre que asfixiaría mi destino de luz; sin soltarme, me hamaco y vuelo hacia mis sueños.
Yo duermo hasta mañana; el péndulo impasible desfila por encima de cumbres o de abismos.
Desde “El pozo y el péndulo” (Poe)
Estoy en paz
Se atrevió a burlar a la muerte, pero ella no lo abandonó en un plácido bienestar; lo rondó en
angustias y dolores terribles hasta que purgara la culpa que creía haber esquivado.
Durante ese tiempo de agonía, recorrió el tronco rugoso de su vida con los dedos rígidos de su
harapienta memoria . A cada momento tropezaba con alguna cicatriz que recordaba sus opciones.
Muchas se anudaron en la desilusión; le arrancaron un suspiro nostálgico y alguna lágrima. La
mayoría había renacido en ramas fuertes que buscaban cielo y luz; y él estaba latiendo en cada una,
agradecido y seguro.
—No maté a un niño— se dijo.— Lo podé una y otra vez, para que pudiera crecer.
Un golpeteo vacilante marcaba pasos ya conocidos. No tuvo que abrir la puerta; la sombra se dibujó
junto a la cama.
Le sonrió al viejo del bastón.
—¿No traés el revólver?
—No. No vengo a asustarte. Vengo a hacer justicia. Llego para todos.
—Cuando quieras—dijo—. Estoy en paz.
A partir de “El episodio del enemigo”- J.L. Borges
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