Nadie se pregunta “y después ¿qué?” mientras trepa, mochila
al hombro, en busca de maravillas, entre amigos y canciones; ni cuando arde el ‘fogón’
y la música guitarrera sube en el humo, hasta las estrellas.
Nadie se pregunta “¿y después qué?” ante un árbol rebosante
de mandarinas; todos saben que se van a acabar y las disfrutan a pleno:
comiendo, oliendo, mirando.
Nadie se pregunta “¿y después qué?”, en el primer beso, en
el hijo recién nacido, en los cumpleaños felices.
Somos tan, pero tan felices… Y entonces chocamos…
Duda, enfermedad,
traición, soledad, violencia… Sólo
el dolor nos vuelve demandantes de respuestas.
Cuando la vida duele, recordamos
que también es invierno y desamparo, guitarras rotas y versos pisoteados.
“Después qué” es un
fantasma tenebroso que agita sus cadenas. Si le preguntamos a él, sacudirá su manto oscuro y sembrará
pesadillas.
¿Y entretanto el
Amor? Como el fuego en las piedras,
chispea cuando chocan la realidad y la Esperanza.
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