¡Y adentro!
Recalienta una sopa. Mira una película ambientada en los años 30. Ley Seca. Maffias, tiros, miedos. «La cuarentena me ha cambiado los gustos, “de prepo”.
Medianoche de invierno. Hay calefacción, pero crece el silencio frío, en el piso 14.
No es hora para que una anciana rumbee a la cocina; ya debiera estar en su cama. Van chancleteando sus botitas de paño; un acolchado viejo la abriga hasta la cintura; hacia abajo, un jogging gris, devenido en pijama. De pasada se mira al espejo del pasillo. «Ja. No me falta más que el sombrerito para ser la loca de los años treinta. Debo ser un prototipo de la crisis 2020. ¡Una bruja flaca, solita, en un mundo en crisis!»
Abre de un tirón la puerta del armario y elige una entre las cinco botellas de licores que le han regalado sus hijos y nietos. Visitas apuradas, para mantener el aislamiento; «hay que cuidar a los ancianos, son los de más riesgo.»
Empina la botellita de anís; un trago largo, largo… una tosecita… ¿de ahogo feliz? «Jajaja. Así me cuido. Así protejo mis neuronas. Si me mata algo va a ser el encierro».
Ella tararea y hay un meneo anquilosado debajo de su pijama. Piensa en sus amigas, protegidas, que también cantan y bailan y se añoran desde la jaula del ZOOM.
Y que cada día revuelven augurios de ventura y veneno, en los calderos del “wasap.”
Apaga la tele. Se recuesta en el almohadón del sofá.
Se adormece… Asoma el enojo, jadeante, oprimido. Tanto dolor, tanto miedo, tanto derrumbe. «Cuando esto pase… Cuando nos abracemos otra vez… Cuando la gente pueda trabajar sin miedo, y con dignidad»
Un lagrimón que estaba agazapado en su garganta, se escapa sin pedir permiso, y se vuelve catarata sollozante.
Intenta un Padre Nuestro por los médicos, los enfermos, los muertos… «Como nosotros perdonamos…»
Pero no puede perdonar . ¿La traición a la Vida? ¿La venganza de la Vida? «Ahhh; se me derrumba el mundo; pero me quedo en casa».
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