RETO Nº45: EL JUEGO DE LAS PALABRAS.
Un día, un pescador chino, gran amigo de Google y de Wikipedia, resolvió probar si los cormoranes lo seguirían como los patitos a Lorenz. ¿Para qué? ¡Para que lo ayudaran en la pesca! En el inmenso hastío de las siestas de verano, observó bastante tiempo a la nidada, y un día antes de la eclosión se robó varios huevos.
¡Y funcionó! ¡Tuvo una bandada de cormoranes y cormoranas!
Los embelesó el efímero amor del pescador; tanto que lo seguían con alegría. Y con toda honestidad le entregaban el botín.
No había esperanza de que les dejara comer, alguna vez, uno de esos peces grandotes que no podían pasar por su garganta, anillada con un collar férreo. Pero no los necesitaban; estaban bien nutridos con lo que les quedaba en el garguero. Y dormían seguros, emparejados debajo del bote.
Había un solo cormorán inteligente y soñador. Después de la pesca, se paraba sobre un pilar de la barda a secarse, bailar, y pensar. Y cardaba impresiones cuando observaba la vida de los cormoranes libres.
Un día decidió promover la revolución.
Cada vez que los cormorancitos entregaban su cuota, él gruñía, como hacen los cormoranes, y escupía al agua, el botín. Trató de que entre todos se quitaran las argollas. Sólo consiguió que el chino lo ahuyentara con el remo y que los otros cormoranes lo señalaran con la punta del ala, y lo picotearan cuando se secaban en la playa.
Denostado, escapó furioso y malvivió solitario. La bandada creció, por obra de la naturaleza. El chino se hizo rico
Las revoluciones no prosperan si la panza está llena.
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