domingo, 6 de noviembre de 2022

Desde la desesperanza


Muchas veces, en especial en estos tiempos, me quedo en pie, mirando al cielo, a la espera del ansiado maná que imagino tan delicioso y saludable. Pido por él, sin palabras.

Nada existe, fuera de los límites de su música ignota.

Y me siento demasiado pequeña, apabullada por esa presencia imponente, silenciosa y ajena.Es cierto que me envuelve una paz inalterable … pero agobiante. Su peso intangible me hunde lentamente en mi propio desierto.

Soy una partícula más, prisionera de una órbita, y no puedo permitirme ni un suspiro ni una lágrima; mucho menos un grito, que desequilibrará el prodigio.

¿Qué prodigio? ¿El paso inalterable de las horas? ¿Las sempiternas notas de una melodía inerte?

Tierra abajo, inanimada, me deslizo hacia mi corazón cansado; una vertiente obstruida por el desencanto. Me recuesto. Me abandono a la pequeña ternura de algún recuerdo feliz..

Y entonces encuentro el huerto de las manzanas prohibidas; la magia de desobedecer, de saltar al abismo y de erguirse otra vez. Por encima del caos, el encanto de seguir viva en otra realidad;. con otro corazón, con otro cerebro; con miedos nuevos y con goces nuevos; con caminos nuevos. Pisotear fetiches inservibles. Suspirar, sollozar, sonreir.

Voy renaciendo al gozo de volver a estar de pie, mirando al cielo, masticando el maná de la esperanza y los anhelos. En el fondo de mi noche, entre los astros eternos, parpadea un lucero nuevo


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