lunes, 22 de junio de 2015

La radio siempre



Tarzán y Toddy
La primera emisión de radio se lanzó en la Nochebuena de 1906; y el aparato receptor estaba en un barco, en alta mar. El mensaje llegó como si hubiera sido la Estrella de Belén. Imaginen a los embobados marineros escuchando en la inmensidad “O holy night” con fondo de violines.
Pasaron muchos años. ¿Quién no tenía una radio, en los 50?
Hermosos y sólidos aparatos color caoba, con una pantalla de tela de tapicería; pesadísimos por la profusión de lámparas que albergaban. Nada que ver con los dos tubos que produjeron el primer concierto radiofónico del mundo. Presidían el comedor, instalados sobre mesitas rinconeras provistas del consabido mantelito al crochet. Pero siempre había en ellos algo de magia: todo se oía, nada se veía; se podía imaginar cualquier cosa.
 A las cinco de la tarde todos los niños, tomábamos el Toddy muy cerca de la radio con la misma cara de magia que habrán puesto aquellos marineros. Era la hora de Tarzán.
Tarzán no estaba sólo en la radio, sino también en los almacenes, en las propagandas de Toddy;  a todo color, con lianas, Chita,  Tantor y Juana; “Tarzán y Toddy, para todos”.
  Casi podíamos  oler el húmedo verde de la selva, y nos cosquilleaba el estómago mientras  volábamos con él, de liana en liana. Era el antídoto para el calvario cotidiano de las tablas de multiplicar y la geografía de nuestra provincia.
     ¡Aáaáh! ¡Aáaáh! ¡Taarzáan, Rey de la Seeelvaaa! — coreábamos  los varones y las nenas.
  Pero, para mí,  lo más hermoso y cosquilleante era escuchar a Tarzán cuando ronroneaba  pudorosas palabras  a Juana, recién rescatada de algún gorila rebelde o de un codicioso cazador de elefantes
. (A esta altura, me parece que el buen Tarzán estaba tan en babia como yo, acerca de lo que le pasaba con su amiga).
  Una tarde fría y lluviosa me senté a dibujar la historia como la sentía: un hermoso y fuerte Tarzán y una rubia y glamorosa Juana corrían de la mano - en taparrabos- y se miraban a los ojos; no me pregunten cómo logré captar la mirada de estos monigotes que produje; pero, eso sí: los enmarqué en un enorme corazón de lianas verdes.
Entonces, por sobre mi hombro, apareció la cabeza de mi hermano mayor, granujiento de adolescencia;  mordisqueaba pan con manteca.
     ¿Lo copiaste del catecismo, che? — preguntó con sorna.
     No, no son Adán y Eva. Son Juana y Tarzán, en la selva.
Él manoteó mi precioso dibujo, con la mano engrudada y los ojos desorbitados: 

     ¡Jua, jua, jua… Tarzán y “la Juana” desnudos! ¡Mamáa! ¡Mirá las cochinadas que está dibujando!
     ¡Dame, dame- chillaba yo- dame, idiota!…
-          — ¿Qué pasa? ¡Basta de pelear! ¡Dejá en paz a tu hermana!
El muy tonto perdió enseguida el interés; abolló el papel y se fue a jugar. Yo lo recogí con unción; pero, sollozando de rabia, lo alisé y se lo llevé a mamá que seguía en la cocina.
— ¡Qué lindo dibujo, nena!
     ¿Porqué dijo que era una cochinada?­—pregunté, llena de lágrimas.
Mamá estaba entrando, de la mano de la radio, en la era de la psicología infantil y el “no a los tabúes”. Muy de a poquito… Pero lo bastante como para no hacer mucho escándalo.
— Mmm… No le llevés el apunte. Mirá; tu hermano tiene razón; tenés que dibujarle más ropita a Tarzán y a Juana. ¿Y este corazón?
      — Es porque se aman— expliqué más confiada.
       — Eemm…Bueno; no dibujés cosas de amor hasta que seas más grande, ¿sabés?
       — ¿Cuando ya pueda escuchar con vos las novelas de la radio?
       — Sí, querida. Ahora andá a hacer los deberes.
 Esa tardecita, cuando mamá se sentó a tejer crochet junto a la radio, hice como que estaba leyendo un cuento; y, en secreto, puse atención; escuché hablar a una mujer y a un señor que debían ser muy serios, ricos y perfumados y estaban en un salón; él le decía: "mamarrachito mííío"; qué sé yo porqué me lo imaginé así. Y sentí las mismas cosquillas que me daban cuando escuchaba a Tarzán hablándole a Juana. ¿Porqué serían “para los grandes”, las novelas?
  Yo no lo sabía; era invierno,  pero ya estaba muy cerca el tiempo de mi primavera.
Como yo, la radio fue cambiando y creciendo. Siempre mágica. Y me sigue acompañando.





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