domingo, 14 de junio de 2015

La Radio- Navidad


                                         Primera y última Navidad

 “La primera transmisión de radio se realizó en la Navidad de 1906. Un científico canadiense, Reginald Aubrey Fessenden, transmitió “O Holy Night” con acompañamiento de violines, y un fragmento bíblico. La transmisión se recibió en varios barcos que navegaban cerca”, leyó mi abuelo.

Como ya me estaba durmiendo, cerró el libro y se fue. Y soñé.
Es Nochebuena. Un barco navega; es un yate excepcional, de algún nuevo rico, que ha hecho de él su palacio de vacaciones. Se adivina el salón principal, cálido, cuyas ventanas empañadas por el vapor insinúan el pacífico bienestar de los viajeros.  Un grupo ha salido a cubierta, bien abrigado, copas en mano.
Ya está próximo el puerto; el barco, sereno y luminoso, parece estar a la espera de un prodigio.  
De pronto, una voz, acompañada de violines, lee un versículo de la Biblia e inicia un coro sereno: “O Holy Night”.  El sonido envuelve al barco; y revolotea entre el mar y las estrellas más grandes y brillantes que uno pueda soñar. ¿Son ángeles los que cantan, así de pronto, vibrantes y felices? El cielo oscuro y profundo sostiene el bellísimo cuadro de música y luces como si fuera un abrigo sobre su cabellera negra.
    ¡Querido Capitán! ¡Qué sorpresa esta música! ¡Qué magia!
    ¡Es la radio… uno de los últimos inventos de este siglo prodigioso!
    Es una señal de paz, sin duda. Estamos aprendiendo a vivir en paz.
    ¡Cantemos, señores! “Noche feliz, noche silenciosa…”
Un brindis apresurado por el frío de la noche, y vuelven al salón, donde suena un vals de Strauss.
***
 Fuera, la radio sigue viva, en voces y violines, en el aire helado.
“Oh, noche feliz; noche silenciosa”.
Noche de Paz­ piensa Ramón ¿Quién canta? ¿O es otra de las tantas voces en mi cabeza?
Y llora lentamente, sin sollozos. Nadie debe oírlo. Tampoco es probable que alguien pueda oírlo. Poco le queda de la energía de la semana pasada, cuando trepó al barco y se escondió en uno de los botes salvavidas.
Una semana, desde que me escondí en el barco.  Mi madre me despidió con un abrazo callado y rudo como toda ella. Creía que iba a pescar algo para comer. Seguro que presentía que era un abrazo final. El destino de tantas viudas solas, y de tantos muchachos sin porvenir…
“Todo es calma y luz, alrededor de la Virgen Madre y el Niño”
No hay noche feliz en mi casa. No hay fuego, y hace frío. Mi madre se habrá echado al jergón; estará temblando en la oscuridad. Estará rezando porque es Navidad y le llegarán las campanadas. No pierdes la fe, madre; eres buena y no tienes miedo  de ir al infierno. Ni lo pides para los  que nos han olvidado.
  “Niño Feliz, tan tierno y frágil…”
Ya tengo 14 años; ya no soy un niño, madre. Y no tengo con qué sostenerte. Si por lo menos hubiera esperado para estar contigo en Nochebuenamurmura entre sollozos.
“Noche de Paz… Noche de Amor…” 
Nadie sabe que estoy aquí, bajo la lona… ¿Cuándo desapareció  Pedro, el grumete, mi amigo? Ya iba a sacarme del bote. Dos… tres días;  quedé sin agua ni comida.  Nadie vendrá a llevarme consigo, ni me auxiliará. No me animo a buscar ayuda. Creo que voy a morir.
Las olas acarician los botes amarrados al yate. Los mecen; a veces lentas; a veces enérgicas. Y espían el interior donde Ramón llora y delira.
“Duerme en la paz celestial”
¿Estás cantando, madre? ¿Estás en la música?  ¿En las estrellas? ¡Me estás esperando en la paz de Belén?
Una de las olas envuelve en espuma y estrellas el interior del bote. Baila al ritmo de la música  que llena el mar; Ramón no sabe nada de radios. Sólo de ángeles que lo buscan.
“Duerme en la paz celestial”
Madre; ya no tengo tanto frío; voy a dormir; me arrulla esta música que cantas para mí; me adormecen estas caricias con las que me envuelves…
***
Un guardia escucha el final de la emisión radiofónica  y se acuerda, con un suspiro, del compañero que murió hace unos días: Feliz Navidad, para ti, Pedrito.
Entonces percibe un bulto que se balancea en las olas.
 Algún cachalotepiensaTodo en orden. Todo en paz.
***
Se abre la puerta del salón: los pasajeros se despiden y van a sus camarotes. Ya se han apagado los violines de la radio.

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