Primero es el silencio, y el telón cerrado. Después se va corriendo…despacito. Hay un rubor celeste, rosado, amarillento… una delgada línea blanca que se vuelve dorada.
Y hay un punto de sol, que va creciendo; y mientras se levanta, rojo , majestuoso, dibuja la alborada con su lápiz mágico. Despreocupado y feliz, chispea en las copas de los sauces. Entonces, de uno en uno, pían despacito los jilgueros, mientras el sol baila cuesta abajo por los troncos, hacia los pastos, el arroyo y las cuevas; y cuesta arriba pinta el cielo de azul claro, y más y más intenso.
Por ahí, ha balado un ternero, y el agua balbucea entre las piedras. Y suena el xilofón de alguna iguana, corriendo entre los churquis.
Un tenue sostenuto del pícolo… un crescendo… y de improviso, estalla la orquesta: coros de trinos, en las flautas… mugidos y balidos largos, de saxos y de trompas … timbales, en la primera cabalgata de la manada y el ladrido de los perros.
Un silbido bajito, de zamba o chacarera; el primer mate; una canción a media voz, mientras el maíz cae en arpegios en el remolino de plumas y cacareo ; el primer pastoreo del rebaño, suena como un tambor adormecido, acariciado por la baqueta.
Ya es pleno día.
Metal de una campana sencilla y remota; ostinato de un chico que juega a la pelota.
Y un piano, dulce, en la voz de un bebé que se despierta y llama.
Bonito amanecer has pintado con tus palabras.
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