martes, 7 de mayo de 2024

PRIMAVERA



PRIMAVERA
Me esforcé y  desperté de mi letargo.
Superé penas viejas y temores.
La vida tiene llantos y canciones:
amar  y perdonar son las dos voces
que armonizan mi historia.
Volteé la tierra seca de los macetones,
-mi corazón y mi cerebro enfermos-
y esgrimiendo la azada de los días
dirimí la querella entre mis sueños
y el veneno sutil de los rencores.
Entonces resembré la primavera.
y pensé en  flores.
Amanece. La vida está de fiesta.
En perfumes serenos me apapacho
como un feliz  convaleciente
que ralentiza el paso, y agradece,
la maravilla de saberse vivo
después de la dolencia.
Me río, bajo el sol de la mañana.
Y con el corazón en calma, saboreo
mi racimo sereno  de vivencias,
mis risas nuevas.

Combino  las palabras DIRIMIR, AGRADECER, PERDONAR,  VOLTEAR, ESGRIMIR, ESFORZAR, AMANECER, AMAR, SABOREAR, APAPACHAR, SUPERAR, OLVIDAR, REIR, RALENTIZAR Y ARMONIZAR (Reto de Territorio de Escritores- Set 2019



domingo, 5 de mayo de 2024

El cuarto estaba vacío (juegos narrativos/ Territorio de Escritores)



1     Avisos de wasap. Cuatro, en total, en dos segundos: tres invitaciones a brindar por el día del amigo. Placenteras. Accionó los emojis de alegría y buena onda.
Ya estaba por borrar el cuarto; demasiados festejos para un solo día.
¿ Un teléfono desconocido?… Lo abrió. ¡Ah, caramba! ¡El cuarto estaba vacío!
Hola, mamá. ¿Cambiaste el número?
¡Ay, sí, querido! ¿Ves cómo estamos controlados por estas tecnologías? ¡No te hizo falta foto, ni clave, para reconocerme!… Hay que andar alerta para cuidar la privacidad…
Sí, mamá. Buena estrategia la de mandar un audio vacío para no exponerte. Je, je.
¡Ay, no! ¡Estos dedos míos! Te invitaba a venir al geriátrico a festejar el Día del Amigo. Te espero y te extraño.
2      Atisbó por la cerradura. Respiró tranquilo. El cuarto estaba vacío; lleno de sol, de muebles, pero vacío. Todo a punto  para hacerse con la fortuna del magnate. Abrió, dio dos pasos en la habitación  y cayó al suelo, entre convulsiones dolorosísimas; una alarma se activó de inmediato, para sumarse a la tortura, mientras que una miríada de lásers venenosos atravesaba su cuerpo.
3      Los vecinos de la “villa” apagaron el incendio; pero ya era tarde. El pobre viejo yacía muerto entre los escombros humeantes de su casilla. Apretaba los cuatro bolsos mugrientos que siempre manipulaba obsesivo, y de los que nunca hablaba;  en realidad, a nadie le importaba demasiado.  
Ahora sí; la tensión del momento avivó la curiosidad. ¡Sorpresa para todos! Aunque el cuarto estaba vacío, los otros tres contenían muchísimos billetes achicharrados y joyas finísimas.


miércoles, 1 de mayo de 2024

ceremonia secreta



En la vieja casona de la viuda se apagan las luces de la casa  a las once y cuarenta y cinco  de la noche.  Instantes más tarde cruje la pared del desván, se abre la puerta y una nube de polvo, liviana baja despacito la escalera; poco a poco, al resplandor de la luna, o al fulgor de los relámpagos, emergen las dos siluetas; la viuda y el pequeño roedor; van a la cocina y ella saca de la alacena el frasco de tapa naranja. Mientras gira la cubierta, se expande un olor rancio: algo así como a queso picado y salame, mezclado con azahares; y el aire se espesa con una música de tango de los años veinte, pura guitarra y acordeón.  
El ratoncito la espía; le gusta verla en este momento: se la ve transparente y pura; un ordenado ramo de huesos envuelto en un traje de novia de aquellos tiempos.  Los largos dedos de marfil  vacían el frasco: colocan un azahar reseco en el velo amarillento; deslizan en el anular la alianza de bodas, el talismán de la felicidad, y sacan del fondo un extraño sedimento que ella lame embelesada; en su mano derecha se perfila una empanada mohosa.   Al roedor se le hace agua la boca: siempre cae alguna miguita.
 Son casi las doce.  Ambos ensayan  los primeros pasos del tango, abandonados en los brazos ausentes del otro, cada uno en su esfera de polvo luminoso.
De pronto, arrancan las campanas de un reloj de pared.  Es fascinante ver cómo, a cada una de ellas, se van diluyendo, de pies a cabeza;  en la penumbra de la cocina, pausadamente, la viuda pone todo en orden: el anillo, la tapa cerrada, el tarro en la alacena; y vuela hecha polvo hasta el viejo ropero del desván; en el doble fondo, bien escondida, está la urna en donde descansan sus restos; y junto a ella, en la cueva de algún ignoto ratón, los del marido enamorado, mujeriego y traidor.
 Desde la última brizna de polvo él sacude sus bigotes y la sigue; esperará hasta mañana cuando vuelva a perfilarse la empanada que sobró de la última cena; a las otras, las envenenadas, se las llevó la policía, como prueba, la mañana en que ella le descubrió su secreto romance.


jueves, 21 de marzo de 2024

El eterno frustrado

 El segundo obituario

Sí; yo escribí el segundo obituario cuando murió el Guille Borelli. Vecinos de casa por medio resultamos antagónicos y hasta enemigos. En el secundario me trataba como a un infeliz y encabezaba los corrillos para hacerme pisar el palito con alguna tontera; y al coro de obsecuentes se sumaban las mellizas, Graciela y Susana, preciosas, inteligentes pero más malas que las arañas; se fingían enamoradas para reírse de mí, pero jamás me invitaban a sus fiestas. Al final, Graciela se casó con el Guille, y Susana se quedó soltera sin ningún apuro; como empresaria exitosa, no quería compromisos.

Yo entré como periodista amateur en el diario del pueblo que publicaba mi tío. Los tenía siempre en la lupa para marcarlos como sospechosos de algo insólito. Pero el tío no me publicaba nada que pudiera crearle problemas, y menos si no estaba muy bien documentado. Dos notas brillantes que pergeñé sobre la conducta de sus hijos o de su cuñada aterrizaron en la papelera de reciclaje en medio de la furia de mi jefe.

A punto de pasar a planta como encargado del escobillón, ocurrió el accidente que le costó la vida al Guille. Entonces vi los cielos abiertos: redacté el falso obituario de la amante “Susana” y lo colgué en la página de trabajos de impresión para la siguiente tirada. Antes de éste se encontraba el que habían mandado publicar Graciela y sus hijos. Mi confiado compañero volvió del baño y siguió trabajando sin percatarse de nada; aquí, yo también era una cucaracha kafkiana, invisible e indeseable.

Pero nadie tomó en cuenta la publicación adulterada; en el apuro omití escribir el nombre del difunto… A pesar de la coincidencia cronológica, ¿quién no tiene una amante? ¿por qué no puede llamarse Susana?

Sí; aquí estoy yo, el eterno frustrado; ni siquiera tengo una amante que se llame Susana.

domingo, 11 de febrero de 2024

Historia de cuatro preciosas polleras


Esta soy yo, a los ocho o nueve años, acompañando a mi tía, LA MODISTA, a “La Moda” la mercería en donde se nutrían mis cuentos de hadas.

­—Buenos días, señorita Segunda­—saluda con voz untuosa y varonil, el señor Pérez, dueño de la mercería (y del corazón de mi tía, según las malas lenguas…)

—Hola, nena.

—Bebita, contestale al señor… ¡Ay, esta chiquita!

 

Pero yo ya no era Bebita. Era una loca soñadora perdida. Me extasiaban las paredes llenas de botones, y mis fantasías caminaban por esos caminitos de hueso o de nácar, (o de oro y plata… ¿por qué no?) ...Era como un sendero misterioso… luminoso.

Revoloteaba como una mariposa, de unos a otros botones, que, para entonces, ya eran como flores en el campo. Y me posaba en la puerta de la vitrina donde lucían las muestras de cintas, puntillas y elásticos: rositas rococó, zig—zags multicolores, bebé, cinta patria, fayetina, raso… Rosa y celeste, nena o varón, broderie, casamiento, primera comunión, los quince…

A mi alrededor, seguiría la bulla de los “buenos días, señora”, “cómo está, don Pérez”, “hola, Segu”, “estas cintas son muy caras, don Pérez…”

Yo ya no era mariposa. Era un ratoncito que asomaba el hocico entre las perchas de pañuelos de colores y estolas de seda… Y de pronto, ya no ratoncito, sino princesa encantada, envuelta en ese torbellino de elegancia fresca.

Y, de pronto, mi propia inspiración: “esta cinta cordonét blanca y este hilo de bordar, amarillo huevo”…

—Tía… Mirá qué bonito para bordar margaritas en una pollera azul.

—Qué buen gusto, nena—comenta don Pérez.

—10 metros de cordoné, 10 madejitas de hilo amarillo…

Y ese otoño, mis cuatro hermanas y yo, estrenamos las preciosas polleras…

Homenaje a mi tía, Segunda Pereira Calvo,

 la modista afamada de nuestro pueblo…

 La mano derecha de nuestra mamá…

y el hada buena de nuestros sueños.

viernes, 5 de enero de 2024

NOCHE ESPECIAL



DE PIE MIRANDO EL CIELO
En lo alto de la noche se deleitan
Con la magia chispeante
Los tres Magos.
Y gozan tanta luz, sin desviarse
De  La Estrella Especial que los fascina
Y que marca sus pasos.
Sabios son, porque la van siguiendo
En busca del porqué de tanta magia.
Porque siguen su viaje esperanzado
Pese al sol, o a las nubes que la tapan.
***
Ya está cerca Belén, según sus cálculos.
Los camellos cansados se han dormido
Al borde del oasis.
A esta hora, en brazos de sus padres,
Mirando las estrellas,
Algún Rey Pequeñito está llamándolos.
***
Noche de Reyes Magos…
Magia de sueños que vamos siguiendo
Y que vemos brillar cuando ponemos
Zapatos de esperanza, en nuestra puerta…
Y nos quedamos un ratito más,
De pie, mirando el cielo.
B. P 2022


lunes, 18 de septiembre de 2023

DE VAJILLA FINA Y CAJAS DE PIZZA

Crecieron en una familia amorosa y exigente. Había que roer las nueces para encontrar los sabores; había que atender para aprender. Y se aprendía desde un lado de la verdad; y “ESA” era la verdad.  Nadie cuestionaba el tema; la nuez se comía aunque no les gustara.
En la casa había  un aparador para la vajilla de fiesta. Allí se guardaban  los regalos de casamiento de los padres: todo un mundo delicado y exquisito de cristales, lozas  y porcelanas. Embellecían los cumpleaños y  las navidades. Representaban  la felicidad de estar juntos y ser amados. Y también la pulcritud, el orden, los buenos modales; las cosas fundamentales, los principios, esenciales a la dignidad humana, que lucían cuando se terminaba de roer las nueces.  
En el aparador de la cocina, en cambio, todo era aluminios y enlozados; por supuesto, abollados y saltados aunque se repusieran con frecuencia. En este aparador se guardaban las vivencias cotidianas, los ecos de la radio, las risas y las penitencias; el sarampión y las crisis nacionales. 
“La casa está en orden”, se escuchó una vez.
Una mañana cualquiera, todos los hermanitos entraron corriendo desaforados al comedor; a alguno se le enganchó un pie en una pata inestable… y sucedió: el aparador se vino al suelo, con toda su carga de maravillas. Hubo  que tirar un montón a la basura.
En algún momento hubo otros sacudones; muchos y muy fuertes.  La verdad y los principios, se mudaron al aparador de la cocina. Los padres murieron. Ninguno de los hermanos quiso saber nada de la vajilla fina.  Era engorrosa en sus reuniones guitarreras, con sus propios hijos corriendo por el medio, y con el río de nuevas certezas y vivencias que regaba (y también segaba) sus vidas.  Ya eran adictos al tupper, al delivery y a la vajilla descartable (a los trozos de la caja de pizza)..
Vos sos la más grande y nos reunimos siempre en tu casa; guardala vos.
Ella la guardó, para sacarle el polvo,  de vez en cuando, para jugar a las princesas con su nieta,  para secarse un lagrimón rebelde, cuando se le sacuden los estantes y se pierde en las dudas y los miedos.



sábado, 16 de septiembre de 2023

Ahora que se develaron los misterios


Para 23 de junio
Ahora, con más años por detrás que por delante, los misterios se desvelaron. La familia está convencida de que se hizo justicia con el asesino y con la víctima.
 Bueno; es un decir… Algunos misterios se desvelaron. No se vive sin intrigas.
En este momento recuerdo un momento de inmenso misterio: mi Primera Comunión extraoficial. A los cuatro años me “colé” en la fila de los comulgantes; estaba fascinada por la atmósfera del templo, la música, las flores; todos iban con las manos cruzadas y sacaban la lengua.
Pues, adelante: era bastante crecidita  y el sacerdote no dudó en tomar la Hostia y ofrecérmela. El alarido de mi madre disipó el equívoco: “¡Nena, nena! ¡Nooo, Padre! No se ha confesado todavía!”.
Ese día conocí a un hombre pensante y coherente: “No tenga miedo, señora; Dios sabe cómo hace las cosas; es un angelito.” Y comulgué. Misterios: ¿Yo soy un angelito? ¿No soy una angelita? ¿Hay angelitas? ¿Tanto lío por un papelito en la lengua?  No lo pensé mucho tiempo: tuve mi fiesta de comunión con torta y chocolate por dos veces.
Hoy por hoy se me presentan varios misterios: ¿Por qué no “prenden” los gajitos de rosa que me regalan, y sí los que robo de pasada en los jardines?¿Por qué se me pierden siempre los anteojos y nunca el trapo de piso? Esto que me duele en el pie ¿será un callo o artrosis?
Y son verdaderos misterios que me incitan a la investigación de campo. A ver: forma de corte del tallo; maceta más honda; mapamundi de sitios posibles para dejar los anteojos (y, de paso, perder de vista el trapo de piso). Bueno, el de callo- artrosis, no; es un misterio que prefiero volver a velar con un parchecito y zapatos anchos.
Todavía hay otros misterios serios: ¿Qué será de mis nietos en el futuro? ¿Por qué estoy tan sana y lúcida  a mi edad? ¿Por qué la gente se mata en nombre de Dios?
 Y hay uno que es ineludible: “Nadie sabe ni el día ni la hora…”
Sólo me queda vivir con alegre esperanza y plenitud lo que la vida me vaya sugiriendo.




martes, 5 de septiembre de 2023

Matar un elefante.


Durante años el elefante invisible compartió nuestra historia.  Apareció; ninguno preguntó cómo;  se quedó. Lógicamente, desde que entró en casa, jamás  recibió su cuota nutritiva, ni una de las tantas caricias que iban a nuestras mascotas.  Se sabía que estaba, como todo lo de la casa, pero nadie lo nombró jamás, ni los nenes lo señalaron con sus manitas, como al gato, al perro  o la luna llena.,
¡Éramos tan especiales, tan felices y serenos! Mientras  circulábamos armoniosamente por la casa o por el barrio, irradiando simpatía , el elefante dormía, tal vez detrás de un armario. 
Pero aparecía cuando coincidíamos, mate en mano,  en el patio o en la cocina, o frente al televisor. Charlábamos  despreocupados  sobre nuestros sucesos cotidianos; nos reíamos ante cualquier sorpresa doméstica.
Y de pronto,  sentíamos la poderosa presencia del elefante, como si en una jungla peligrosa una liana se enredara en la conversación y la asfixiara, despacito;  a uno se le soltaba una lágrima; el otro se levantaba y se iba a cualquier parte, a hacer cualquier cosa. Entonces el elefante volvía a su rincón que cada vez le quedaba más chico.
Tanto crecía que empezamos a verlo. Lo primero que se manifestó fue la trompa: una gruesa manguera gris, como la de la aspiradora ¿Y si estornudaba?
Estornudó. Estornudamos. 
Sucedió una noche, antes de acostarnos. Como correspondía, nos acariciamos con bastante entusiasmo como siempre y nos dimos las buenas noches; de pronto comenzaron los estornudos. 
— He leído que esos catarros nasales son desahogos disimulados de las broncas. ¡Atchís! 
— ¡Atchís! ¿Vos tenés alguna bronca, acaso? 
— ¡At… No sé cómo se te ocurre… chís! 
— No… Nosotros nos llevamos re bien; pero… ¡Atchís! 
— ¿Acaso... ¡Atchís!... hay algún pero? ¡De lleno te estarás quejando! 
— Y vos ¿por qué tan… ¡Atchís!... to estornudo, entonces? 
— ¡Porque a veces tengo ganas de estornudar, o de lo que sea, qué tanto!—; y esta vez no hubo ¡Atchís! 
— No sabía que te faltase nada. 
— Nunca dijimos que nos faltara o no nos gustara algo. 
Nos miramos raro; estornudar no era para enojarse. Pero algo funcionaba diferente. 
Después se notó la oreja del elefante, harta de escuchar elogios y de estar sorda a lo que “hacía ruido”. Más adelante, advertimos la pata del elefante que se había hecho fuerte sobre ilusiones frustradas y sueños no compartidos. 
Cada vez nos sentíamos más presos del soberbio gigante que no habitaba en casa, sino que nos habitaba. Cada día éramos más elefante, y menos nosotros. 
Y el elefante que éramos bramó estridente cuando se sintió descubierto y señalado. 
Ese bramido fue su perdición: mientras desangraba nuestros mutuos rencores, injusticias, incomprensiones, desilusiones, iba perdiendo volumen; quedó reducido a una bolsa de añicos que habría que ir limpiado día a día; recomponer o tirar, aunque eso alcanzara niveles inauditos de rebeldía ante nosotros mismos. 
Respiramos y lloramos abrazados a nuestras propias miserias nombradas y aceptadas. Y reímos finalmente, sanamente, sin pretender curarnos con la magia de una relación enferma. Se sentía correr el aire desde la casa hasta el corazón. 
Nunca más volveremos a matar un elefante; no habrá más elefantes, sea cual sea nuestro camino.

COUNTRY

I-

Eran las cuatro de la tarde, cuando empezó a llover. Elsa no había aparecido y Ana cambió de idea sobre el partido de tennis; le avisó a Pedro que se volvía a casa y que lo esperaría para ir a tomar algo en el Club del country. Después pedaleó bajo la arboleda. 

Cuando sonó la llamada de Ana, Pedro y Elsa terminaban una siesta propicia para disfrutarse mutuamente: la fina belleza dorada de Elsa; la elegante apostura de Pedro y su “savoir faire” de marino retirado y empresario rico. Se despidieron, muy enamorados sin duda. 

 «Vivir en un country es una bendición» pensó Ana, mientras subía la escalera. «Tener espacios amplios y buenos vecinos, no tiene precio; es la mejor inversión» Abrió el grifo mientras se quitaba la ropa para ducharse. Acarició su pancita de cuatro meses; «Ya se habrá dado cuenta».

Entonces escuchó ruidos en el despacho..

 —¿Pedro? ¿Ya volviste? Silencio. Escuchó que cerraban con violencia la caja fuerte, y abrían la puerta del balcón. 

 —¿Pedro? «Esa puerta… y esta ventana …»Advirtió una sombra acechante. Cerró el grifo y manoteó la toalla. Se estaba envolviendo, preocupada, cuando la sombra se corporizó y se le abalanzó. «Parece …» No le dio tiempo de gritar su conocido nombre; le apretó la garganta, con su brazo bronceado y la calló, tal vez para siempre, 

 Pedro estaba subiendo las escaleras; silbaba pausado y tranquilo. La puerta posterior del parque se agitaba todavía bajo la lluvia.

 Continuará

  II-

Aquí yazgo, la ducha está abierta; también la ventana.

A lo lejos, alguien… ¿silba?. Es Pedro; pero no sube las escaleras, ni silba, como creyó la escritora sabihonda. Las está bajando, y ruge furioso. Elsa va con él, nerviosa, aturdida; su brazo dorado apoyado en la baranda… Aquel brazo fino y fuerte de la campeona de tennis hizo su trabajo; pero lo dejó a medias, cuando Pedro arrancó a gritar furioso y burlado. ¡Qué desilusión ese viaje de bodas que planeaban!¡Como la mía cuando lo constaté!

Me voy sin que Pedro encuentre sus dólares. ¿Algún maleante subrepticio en el country?  ¿Alguna ONG que recibió mi depósito antes de que yo entrara en la ducha?

Y no habrá "caso". Estaba sola; me desmayé por el embarazo; un paro cardíaco...

Soy Ana y me estoy muriendo bajo la ducha, mareada, asfixiada, enredada con la toalla a la cintura.

Final de mi extraña vida en el country; bah: final de mi vida marcada por la pobreza, la ignorancia y los cuentos de hadas. De secretaria bonita a empleada de servicio (de todo servicio), de Pedro;  “mi mujer”, dijo durante un tiempo;  madre soltera de un pequeñito que nadie buscó y que nadie quiso conocer. 

Final de una vida sin sueños,  fría y vulnerada.

miércoles, 30 de agosto de 2023

Ser o no ser

Papá era muy pragmático: un buen trabajo era un objeto sólido, austero y útil. Nada de experimentos creativos en la carpintería.  Así de austera y pragmática fue su vida: una mujer callada, trabajadora y ahorrativa, que murió muy pronto; un solo hijo disciplinado y obediente. Trabajar, y mantener a la familia; nada de fiestas, vacaciones ni amigos.  Los dos eran muy poco comunicativos. Una sola vez, ya en el secundario,  el chico llevó a un compañero a la carpintería; pero papá lo hizo marcharse pronto, sin ceremonias.
 La  gente  respetaba al carpintero y comentaba su suerte con ese hijo  tan laborioso y correcto; cómo lo  ayudaba siempre, atraído por su pericia. Sin duda era un chico muy formal; lástima tan aislado; tal vez  soberbio.
¿Le gustaba el oficio? Nadie le preguntó;  si papá llamaba dejaba lo que fuere, hasta  las tareas de la escuela, para dedicarse a la madera. Realmente, llegó a ser un admirable ebanista.
 En la escuela destacaba su talento para dibujar y crear ornamentaciones. Era imprescindible para los actos escolares; pero como el carpintero estaba siempre lleno de trabajo nunca acudió a alguno de ellos.
 Cuando papá se accidentó y murió, el hijo se hizo ayudar por aquel amigo y juntos terminaron los trabajos pendientes.  Después, no abrieron otra vez el negocio, aunque trabajaban dentro. Una vez a la semana cargaban cajones en la camioneta; partían y regresaban dos días después.
Por las noches,  el  fantasma del carpintero se revolvía  entre sorprendido y divertido, cuando los veía enfrascados en hacer preciosos muebles tallados, reposeras y mesitas laqueadas; y luminosos almohadones  de diseños insólitos.  Y, sobre todo,  disfrutar felices de su vida en común.
De nada había valido ahogar las “mariconadas” de su hijo, como su padre lo hizo con él. Ser o no ser, esa era la cuestión.


BUENAS NOCHES (Moscardón)

 RETO Nº 8. (FLASHBACK)

BUENAS NOCHES(Verso)
Moscardón fastidioso
de mis fracasos tristes.
no me amargues el sueño
con tu flashback sombrío.
No me traigas fantasmas
de ilusiones vendidas;
no me ensucies la cama
con algún recor viejo
o esperanzas perdidas.
Déjame sumergirme
en mi vida tranquila,
en mis logros sencillos…
y dar gracias al cielo…
y dormirme.

TRAMPOLíN

 

Reto "A corazón abierto" Territorio de Escritores- 2019

Así, con la razón anestesiada

para dejar callados los consejos,

para acercarme libre de prejuicios,

vacía de experiencias.

A corazón abierto voy volando

del trampolín del beso

a la profundidad de mi deseo.

A corazón abierto, te recibo,

a corazón y manos libres, cuerpo suelto.

A corazón abierto a la certeza

de ser feliz con vos, como yo quiero.

Beba Pihen- 2019

De maldiciones y soluciones

 

De maldiciones y soluciones (Cuento en dos tiempos)

Siglo XIV

Escuchad todos, amables señores, para que acerquéis esta historia a vuestros hijos. En ella hallaréis esparcimiento y lecciones de vida, que madurarán en los sueños del reposo.

Éranse que se eran, / un píncipe embrujado por la envidia/ de una bruja. /Y una princesa, su esposa, /transformada en mariposa/ por cierta hada piadosa, /

(ya lo sé, son muchas "osas"; perdonadme este desliz) /

  que la ocultó del hechizo/ para estar cerca, al instante /en que este se rompiera /con un beso de mujer; /y así ser ella, la única/ que lo hiciera volver. /

Y ¿Qué hechizo fue aquel?/ 

El príncipe fue hecho sapo, / espantoso, verrugoso, / y asqueroso de oler, / porque estaba en una charca, /podrida a más no poder.

Eso sí, no sufría demasiado... /Con tanta saña,

 la bruja olvidó cuidarle la mente y el corazón, /

 y era totalmente un sapo: 

No sólo tenía cuerpo y lengua de sapo, sino también cerebro de sapo. Todo estaba bien, mientras hubiera mosquitos, y alguna sapa… (Sin duda, me comprendéis)

Y la dulce mariposa/ esperaba entre el follaje, / asistida por las hadas/ para no morir de amor.

Aprended, pues, desde aquí como el amor de los esposos, libera de la injusticia de este mundo pecador.

Y ... Sí... Menos moraleja, /que faltan 

                   el nudo y el desenlace... ¿No?

Caramba... me he adelantado unos siglos, pero así es. Todo cuento ha de tener, inicio conflicto y resolución.

Ya veo que os aburrís y que deseáis un buen vino, y escuchar una canción.

Yo dejo paso al progreso. Otro vate más pulido completará mi lección...

Siglo XIX

Entre las sombras del follaje, bailoteaban rayos multicolores. ¿Se divertía el sol? ¿O las hadas estaban jugueteando con los dados de la Suerte, para reprender, o premiar? 

Varias veces relampagueó el sol sobre la lengua del sapo que estaba en la laguna. La cacería de moscas le estaba resultando fructuosa.  Por lo menos no le faltaba comida.

La maldición no pesaba demasiado sobre su lomo verde y verrugoso

Entonces llegó Susanita, pedaleando feliz. Era una niña de diez años y amaba los cuentos de hadas.

Sintió mucho asco viendo al sapo en el agua cenagosa, lengua va y lengua viene, comiendo bichos y moscas.

 En seguida pensó en el príncipe maldecido por las brujas, y se sentó al borde del estanque a esperar el resto de la historia; ahora sentía, casi a ciencia cierta, que era un príncipe. Y que lo había maldecido una bruja maligna, envidiosa de su felicidad.

En realidad, Susanita no entendía demasiado lo de la felicidad del príncipe; el libro de cuentos que le regaló su abuela, lo mostraba como un flaco larguirucho con una coronita muy graciosa que acompañaba todos los momentos de su vida.  Siempre aparecía rodeado de sirvientes que no lo dejaban ni siquiera atarse los cordones de los botines plateados; o estaba sentado horas de horas en su trono, atendiendo a emisarios con túnicas y turbantes. Pero no salía a andar en bicicleta, ni a visitar amigos. ¡Qué aburrimiento! Seguro sería medio “bobito”.

Mientras pensaba estas cosas, Susanita jugaba con un precioso colgante de su mamá.

Se lo había… “pedido prestado en secreto”, y lo sacó del alhajero para ver relucir la esmeralda al sol, y jugar a la princesa.

— Este collar le sienta precioso, alteza— se decía arrodillada frente al charco.

Cantaba, bailaba y charlaba sacudiendo el collar frente a la cara, tironeando, tironeando…

 ¡Que se le caiga!¡Que se le caiga! —  croaba el sapo.

 Intuía que era bueno que el collar se rompiera..

     ¡¡¡Aaaaayyyy!!! ¡Se me rompió!...

Plic, plic, plic, sonó la esmeralda, y se perdió en el agua.

    Croac, croac…

     Cállate, sapo tonto­— gritó Susanita, mientras escarbaba en vano con un palo de la orilla.

Lloraba y se revolvía los rulos, y hurgaba el barro de la orilla… Pero sólo lograba sacar yuyos medio podridos.

El sapo sintió que Susanita tenía que hablarle y pedirle algo. Algo de volver a un castillo. ¡Qué iba a pasar con su rebaño de moscas y mosquitas, y las sapas que nadaban cerca!

Susanita pensó otra vez en el príncipe embrujado que sacaba cosas del agua a cambio de un beso. ¡Puajjj!

  ¿Qué será peor? pensó— ¿Besarlo, o enfrentar a mamá?

Desde el árbol, se oyeron risas y aplausos. El sapo saltó a la orilla casi sobre el ruedo del jean de Susanita; en su lengua pegajosa brillaba la esmeralda, entre dos moscas y cinco mosquitos.

Temblorosa, la chica apretó la nariz con la izquierda, y con la derecha manoteó la  lengua del sapo; la esmeralda permanecía pegadita entre los bichos.

Desde la fronda, en un rayito de sol, una voz de mariposa voladora le zumbó en la oreja: «A ver, nena, te ayudo»

Se asentó en su dedo índice y con su antenita rozó y delineó la boca del sapo y despegó la esmeralda. La joya refulgió en el césped…

Y entonces...

Susanita, atónita se olvidó de recogerla. ¡No más sapo ni mariposa, sino un príncipe vestido de verde, con botines plateados, y una princesa vestida de colores y transparencias!  Los dos se besaban con ansias, después de muchos años de embrujo

Y cuando el príncipe y la princesa respiraron antes de un segundo beso, se inclinaron a recoger la esmeralda y se la devolvieron a Susanita.

Eso sí, le “tomaron prestada” su bicicleta, y se alejaron, bien juntitos, por algún sendero del parque.

Moraleja: La magia de la vida se esconde en los rincones menos promisorios, y hay que tener entereza (o mucha suerte), para aprovecharla.


¡AL FIN UNA NOCHE SIN PESADILLAS!

 

Me he decidido. Prefiero desvelarme, a sufrir más pesadillas.  

En medio de la tormenta, avanzo con mi coche, munida de un pack de latas de cerveza. Trago a trago, desafío a los presagios: aunque se caiga el cielo o me ahogue en un bache.  

Que si hay bandas que buscan chocarte; que si hay gente que roba órganos;  que no conduzcas si estás  ebria…Los augurios nefastos zumban como los tábanos.  ¡Dejen vivir, caramba!

La calle está vacía, pero otro auto avanza detrás del  mío, a gran velocidad y haciendo guiños  de advertencia.

¡Me están siguiendo…! ¡Al fin alguien me sigue! ¡Hundo el acelerador! ¡Y el otro, también!

¡Paf! ¡Crash! ¡Aaaaayyyyy!

No sé cuánto duele que te roben un riñón, ni cuánto te dan por conducir borracha… ¡Pero semejante golpazo en la cintura, contra la mesa de luz…!

 

 

 

lunes, 17 de julio de 2023

Hacer la alegría (Prosa)


La llovizna se ha estacionado en la ciudad. Una frazada gris amortaja la vida desde hace varios días. Y aunque los paraguas florecen en las veredas, no atemperan el fastidio del barro y el olor a moho.
¡Qué remedio!¡Hay que cumplir obligaciones! No son tiempos de acurrucarse a mirar novelas o a telefonear No puedo darme el lujo de estar deprimida: estar viva cuesta.
Aquellos otros, sí eran tiempos: tiempos de cuentos junto al hogar; tiempos de buñuelos y casitas de mantas en el living. Tiempos de abuelitos reumáticos y memoriosos. «¡No salgan; me embarran toda la casa!. Aquí están La Oca, la Lotería, los juguetes». Y la lluvia se hartaba de caer, y los padres de rabiar, pero nosotros no íbamos a la escuela. Eso, sí, a las casas de los vecinitos, que también olían a buñuelos y a ropa tendida “adentro”, y donde había madres desesperadas por el barro y los resfríos. Tiempos felices.
Ya voy llegando a la oficina, envuelta en el tufo urbano que se me pega en la ropa y en el alma. Hay un pequeño milagro en el camino: la cafetería y sus aromas cálidos a facturas doradas.
Entonces choco con alguien; algún otro adulto emparaguado. Me mira mal. No me insulta- por esto de la discriminación- pero la mirada tiene más palabras que un diccionario.
Pido disculpas. Lo invitaría a compartir un cafecito; pero estos no son tiempos de sonrisas y mimos de abuelas.
¿Y por qué no?
—¡¡Oh... Perdón!¿Un cafecito?
No me oye; se aleja,y se lleva su pozo de malhumor.
Él se lo pierde. Entro con todos mis recuerdos bonitos y me compro el café y la factura… A falta de buñuelos…

sábado, 8 de julio de 2023

Paradoja


Desde que te fuiste estoy tan libre como desorientada. Tengo todo el mundo delante de mí: todas las horas, todos los destinos, todos los proyectos… Son tantas las posibilidades que me enredo en un ovillo multicolor como si fuera un gatito. Y como él, ruedo por  la casa, por la biblioteca, por la guía telefónica, sin hacer nada, sin llamar a nadie.                                                                                                                                                               Y es que nunca construimos fuera de nuestro microcosmos.                                                                                
Desde que te fuiste me ahoga el espacio abierto,  y me desconcierta este “medio yo” que soy ahora; porque vos eras la otra mitad.                                                                                                                                            Y me siento como una bolsa de harina que voló desde un camión cargado de otras bolsas y se está desparramando sin sentido en medio de la carretera. La harina vale cuando se impregna de algo tan distinto de ella como el agua, y nosotros sólo nos hemos impregnado el uno del otro… ¿O tampoco? ¿Hemos transcurrido, permanecido, con los ojos cerrados, sin agitarnos uno al otro, sin amasarnos para poder leudar, sin invitarnos  a saborear  y alimentar la vida?                                      Desde que te fuiste,  descubro que soy y que estoy llena de incertidumbres; me levanto y lloro; y empiezo a desanudar mi ovillo.





BALADA DE ALGUNA PENA


En esta tarde de sol

yo me recuesto en la arena.

Cierro los ojos y sueño...

Así escapo de mis penas

Soy una gaviota rara

que no grita mientras vuela.

¿Soy, acaso una sirena?

¿O un barquito sin timón?

No me engaño; sé qué soy:

un pez preso en tu recuerdo.

Si más lucho, más me enredo.

Un caracol aturdido

por los ecos encerrados

 de tu ausencia.

Me enderezo y canturreo

los versos de esta balada...

No me sirven para nada.

Me voy a nadar un rato…

Que no se note si brota...

una lágrima...

lunes, 3 de julio de 2023

¿A Dónde te fuiste, Sol?

 RETO Nº 45: EL JUEGO DE LAS PALABRAS.

¿DÓNDE TE FUISTE, SOL? (Verso)
Con absoluta honestidad: hoy estoy triste…
Soñadora abatida, me recuesto
contra mi barda efímera de ensueños
en busca de esperanzas y proyectos.
Por cierto que no es tiempo de volar
bajo este cielo gris, inerte.
Tarde invernal, inmenso hastío…
Sol denostado, ausente…
***
Cansada de cardar mis sentimientos,
de accionar mi talento positivo,
igual que un cormorán horrible y negro
me he lanzado a bucear en lo profundo.
Y está oscuro…
cada vez más oscuro y pestilente.
Huele a dolor…
a desencanto yerto…
a amor perdido…
y a alegrías muertas…
***
Está lloviendo en mi alma,
lenta,
perezosamente…
¡Vamos, sol mío, sol perdido!
¡Vuelve a prenderme chispas en los ojos!
¡Embelesa otra vez mis sentimientos! 
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Angeles Platas y 11 personas más
6 comentarios
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Comentarios

  • Angeles Platas
    Cuando el ánimo decae, cuesta Dios y ayuda remontar 🙁 Entre tanto pensemos que el sol siempre acaba llegando ❤
    Matilde DiazSj ha respondido
     
    2 respuestas
  • Matilde DiazSj
    Pues hay que seguir cardando sentimientos y maquillando ánimos. más que nunca... que no te dejes caer en la tentación porque todo pasa, el sol volverá... y la operación bikini !!! cuídate!!!
  • Ginebra Blonde
    Esos rayos a veces se resisten, pero no por mucho tiempo; siempre acaban luciendo de entre las más espesas y oscuras nubes, y esas tormentas que parecen no acabar nunca…
  • Alcira Nieves Saavedra Gonzalez
    Muy desgarrador, y me ha encantado. Enhorabuena!!