Blog para recopilar y compartir mis escritos, fragmentos de lecturas que me han impactado y algunas informaciones útiles para escritores
martes, 13 de octubre de 2015
lunes, 28 de septiembre de 2015
Excelente blog de reglas de escritura
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domingo, 27 de septiembre de 2015
Demonios, rutinas y cafecito
Pereza, Hastío, Desilusión
y Malhumor, me despertaron. Mis demonios suelen aparecer varias veces al año,
en especial en invierno: la panorámica de mi jornada no podía ser más propicia
para ellos. El clima no se cuidaba de ser simpático: frio, viento, llovizna...
El entorno social pintaba pesado. Investigué a conciencia mi cuerpo en busca de
todos los males posibles para no salir de la cama; pero “un dedo artrósico y
unos mocos alérgicos no te absuelven”– apuntó Rutina, un hada vieja que heredé
de mi mamá.
« ¿Y un vacío interior? ¡Si no les haces falta, no aparece
nadie! Están bien contentos y no tienen ganas de jugar a la familia Ingalls» me
cuchichearon Malhumor y Hastío.
Le tironeé las colchas a Rutina, que rezongaba algo sobre
“sentido del deber”, y me propuse seguir dándole fuelle a la “depre”.
Siempre listos, mis Demonios prepararon un show de otras historias
mal superadas, nefastas, en donde los malentendidos devenían en ingratitudes y
rencores; muy a conciencia me servían cucharadas amargas y ardientes de sus
menjunjes ponzoñosos.
Y entonces lo sentí. Posiblemente, Angelito de la Guarda
había logrado sentarse sobre mi vejiga. Había que ir al baño, sí señor.
–No hay crisis que justifique mojar la cama cuando uno tiene
todo para ser feliz– me susurró en medio del “plin, plin”.
Cumplido el trámite, me sentí algo más animada. Rutina me puso
delante del espejo; abrí la canilla para lavarme la cara; pero a media tarea, otra vez, los Demonios me llenaron de cicuta: arrugas,
gesto duro, nariz colorada, pelo seco y enredado, dientes postizos. Malhumor me
tapaba las cremas y cepillos con los que podría equilibrar algo de la carga. Todo
estaba al alcance de la mano, pero no lo veía…
– Todo
para ser feliz, aunque no quieras– intervino Hastío. Y yo empecé a
chancletear otra vez hacia el dormitorio.
Supongo que fue Angelito el que tiró el peine al suelo, a la
salida del baño… Y Rutina me empujó hacia adelante para levantarlo; empecé a
peinarme, como despertando.
–¡Loca! ¡Volvé a la cama! – gritó Pereza–
Hace un frío de perros.
Pretexto me llenó la cara de polvo y empecé a estornudar; otra
vez en la cama, mi nariz era un grifo mal cerrado. Busqué las Carilinas que
siempre aparecían obedientes, debajo de la almohada; ahora, no; ¿tal vez
Angelito? ¿tal vez Rutina?...
– ¡Pero, caramba! ¿No se puede dormir tranquila? ¿Por qué no
me dejan en paz? ¿Dónde metí las Carilinas?
Tenía tantas ganas de limpiarme la nariz que los Demonios se
replegaron unos pasos: ya no les estaba prestando atención. Las Carilinas debían
estar sobre la mesita de luz; pero Angelito me las debió de esconder debajo de
mi cuaderno de notas, que había quedado abierto en mis últimas líneas de ayer: “una
perfumada tacita de café”…
Angelito me cosquilleaba ideas, pero Rutina me empujó para que me hiciera
un café… Sentada, a medio peinar, sonreí disfrutando mi pocillo; en el tímido
rayo de sol de invierno que entraba por la ventana vi diluirse a mis demonios
hasta la próxima “depre”.
.
lunes, 21 de septiembre de 2015
Un pequeño sueño brillante (b)
Soñé con estrellas. Bellísimos globos de luz giraban
alrededor de mi casa, y entretejían una danza de milenios, para asomarse de a
dos o tres, por mi ventana, entre los brazos de un árbol oscuro y viejo, o los
negros jirones del vacío.
Alguna vez me hablaron de la “música de los astros”, del
perfecto equilibrio que sostiene a las estrellas mientras bailan, pausadas y encendidas;
también leí un precioso poema que describe ese latir incesante sobre la muda
oscuridad del cielo: “la distancia es silencio y la visión es sonido”…
Y todo estaba en mi sueño, para que yo lo gozara absorta y
en pacífico suspenso.
Viví un pequeño sueño brillante, de paz y luz; nada pugnaba
por destacarse; todo fluía y refulgía en concierto armonioso; y mi alma cantaba, en lo profundo, las
cadencias de mi propia historia en el seno de mi madre: las voces de mi propio
misterio recién descubierto.
Sentí que me levantaba para bailar, tomado de las manos con
el infinito; para girar en mi propia
órbita; y supe que me elevaba en el espacio, desde mi
esencia inocente,hacia Lo Sublime, …
La Danza de los Astros- Alfonso Cortés.
La Danza de los Astros
La sombra azul y vasta es un perpetuo vuelo
que estremece el inmóvil movimiento del cielo;
la distancia es silencio, la visión es sonido;
el alma se nos vuelve como un místico oído
en que tienen las formas propia sonoridad:
luz antigua en sollozos estremece el Abismo,
y el Silencio Nocturno se levanta en sí mismo.
Los violines del éter pulsan su claridad.
Poema metafísico de Alfonso Cortés, nicaragüense, (9 de diciembre de 1893 - 3 de febrero de 1969). Desde 1927,se manifiesta su esquizofrenia violenta, que llevó a los suyos a mantenerlo encadenado, muchos años; pero durante este tiempo, hasta su muerte, escribió poemas que le valieron importantes premios y menciones.
La sombra azul y vasta es un perpetuo vuelo
que estremece el inmóvil movimiento del cielo;
la distancia es silencio, la visión es sonido;
el alma se nos vuelve como un místico oído
en que tienen las formas propia sonoridad:
luz antigua en sollozos estremece el Abismo,
y el Silencio Nocturno se levanta en sí mismo.
Los violines del éter pulsan su claridad.
Poema metafísico de Alfonso Cortés, nicaragüense, (9 de diciembre de 1893 - 3 de febrero de 1969). Desde 1927,se manifiesta su esquizofrenia violenta, que llevó a los suyos a mantenerlo encadenado, muchos años; pero durante este tiempo, hasta su muerte, escribió poemas que le valieron importantes premios y menciones.
martes, 8 de septiembre de 2015
Mínimo sueño brillante
El semáforo en rojo la obligó a detenerse frente a la
joyería. Mientras esperaba el verde, la Yeni echó una ojeada rápida a la vidriera.
Y entonces…se olvidó del semáforo. La gente ya cruzaba la calle, pero ella se acercó
fascinada por el anillito; irradiaba luces desde su pequeño estuche de
terciopelo; los reflejos verdes, rojos, dorados y blancos, se dispersaban en
abanico desde un centro de flores mínimas. Para la Yeni, esa joyita minúscula
eclipsaba todo el infinito despligue de collares, aros y pulseras.
viernes, 4 de septiembre de 2015
Don Quijote.
Hoy recibí un excelente envío "Don Quijote a trote PPS" ¡Qué pena que te lo "enchufen" en el secundario sin cuentagotas! Así
"picoteado" e ilustrado es como impacta y mueve a pensar, aunque mantenga
el lenguaje y estilo. El Quijote es como una Biblia; a ella la han
traducido y adaptado (Vulgata. Latinoamericana), y hay que leer y
masticar pedacitos; igual que todo texto sagrado de cualquier origen.
Lo importante es ponerlo en el propio corazón, en lo cotidiano.
Lo importante es ponerlo en el propio corazón, en lo cotidiano.
jueves, 3 de septiembre de 2015
En este momento de mi vida: Ángeles Caso
De la española Ángeles Caso
"En este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de un
"En este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de un
miércoles, 26 de agosto de 2015
Viajando en el Tren de las Nubes
Escrito en 2014.
Durante las últimas vacaciones de invierno, tuve ocasión de viajar en el Tren de las Nubes.
Durante las últimas vacaciones de invierno, tuve ocasión de viajar en el Tren de las Nubes.
Tortuga
tortuga
Un cuento de tortugas
Una
isla como cualquier otra: sol, mar,
arena, palmeras; sombrillas, reposeras,
tragos con sombrillita… Esta también. Salvo porque tiene una tortuguera dentro de un
gran círculo de rocas; allí se aparean y anidan miles de tortugas hasta que
llega el momento de volver al mar. Es raro lo que me pasa con estos bichos:
algo como “amor-odio”, diría un psicólogo; me fascinan y repelen casi a un
tiempo.
Hoy
estaba sola en la playa; me puse a tomar sol, cerca de la tortuguera, sentada
en la arena, los pies en el agua; nadie requería mi presencia, como de
costumbre. La gente no busca a los pensadores sensibles e inteligentes. ¿Y para
qué desperdiciar talento donde no se lo valora? Mis padres dicen que así voy mal, que no se
puede vivir sin amigos, que parece que tengo caparazón. Por lo tanto me han mandado, sin más vueltas,
al “viaje de los 15”.
Seguramente
los chicos andarán en alegre montón, ridículos, a las carcajadas y empujones;
yo, soy yo, y no me van esas cosas. No los busco, ni los necesito.
«¿Sola?»
dije . He aquí que Martín se me sienta al lado. Casi un nadie con su flacura quinceañera,
un sombrerito blanco y enormes anteojos de sol.
—Hola.
—..aa—
dije, porque no me sentí inspirada para contestarle “hol”.
—¿Viniste
a ver las tortugas, de nuevo?
—…mmm
— ¡Jua!
¡A qué va a ser, si no! Soy pavo cuando quiero charlar. ¿Te gustan?
— No
sé —
contesto un poco menos irritada. Son
raras…
— A mí me
interesan mucho. Son muy especiales. ¿Las oís?. Ya están “emparejadas”
Las tortugas
se apareaban entre suspiros “trompetosos”. Cada una con su cada uno, supongo. (A
lo mejor también se levantaron los tabúes en el mundo de las tortugas… Je, je…)
Entonces
la vimos; era grandota, boba y oscura. Casi se arrastraba en el paso a paso. Marchaba como un pesado tractor hacia la
colonia de tortugas donde ella había llegado tarde, y sola; para mí, su llegada
era un suceso intrascendente e ineficaz porque todos debían estar emparejados, ya;
le había costado montones, pero no le iba a servir de nada.
No
sé porqué se me ocurrió alzarla; entonces noté que tenía un caparazón muy
especial, veteado de rojo; y que miraba
como a lo lejos, o muy adentro, tal vez. A mi lado, Martín disfrutaba señalándome algo
sobre “la especie”, “los caparazones veteados”… Y yo lo escuchaba, como si
estuviera más cómoda, menos enojada.
—¡Tonta!—dije—
¿Para qué los buscás? ¿Acaso se molestaron en esperarte?
—Los
busco porque estoy viva; y quiero vivir con ellos.
Aunque
la tortuga no parecía muy comunicativa, yo la escuché. (O a lo mejor era un
loro en una palmera). No: era Martín. No
había dicho “los busco”, “estoy”, “quiero”; sino “busca”, “está”, “quiere”; pero
igual, el comentario hizo “clic” en mi propio caparazón.
En
algún momento la pusimos otra vez en el suelo; y la rara, boba, siguió a paso
fijrme, se hundió en el montón y se perdió detrás de las piedras.
«¿Habrá
un roto para un descosido, como dice mi abuela?»
Y
entonces… ¡Milagro!… Contra todo pronóstico, nuestra tortuga boba, oscura y
veteada de rojo ha encontrado compañía. ¿Cómo sé que es ella en el montón que
la envuelve? ¡Qué sé yo! No la veo, ni la distingo, pero hay una certeza dentro
de mí; absolutamente seguro: es ella.
—Ja, ja. Seguro que ya no está sola. ¿Por qué no?— Parece
que Martín me oye pensar— Nos vemos en el comedor, che. —Y se va corriendo.
Como
en el tango, “se me pianta un lagrimón”; mi coraza se ha rajado y gotea. Estoy
llorando y deseando ser menos especial. Corriendo, entre lágrimas, con el
corazón que se me va soltando, voy en busca del contingente (¿o de Martín?),
porque yo también estoy viva y quiero vivir.
martes, 25 de agosto de 2015
El amor es un regalo maravilloso
El amor es un regalo maravilloso
Cada
atardecer, la historia vuelve a repetirse. Entramos a la capilla iluminada por
el sol del ocaso y, de rodillas, tendemos los brazos al altar. Los dos pequeños
vitrales, a izquierda y derecha, tamizan los colores sobre los bancos
polvorientos y las vigas del techo; por unos minutos, les encienden chispitas. No huele a cirios ni a incienso; huele un
poco a murciélago y a encierro húmedo; y otro poco, a selva. Tampoco suena el
armonio centenario; pero repican los trinos de los pájaros que se llaman al
nido; ya viene la noche. María nos presta al Niño, Magdalena lo sienta en su
falda de seda y yo lo dejo jugar con los amuletos y el rosario que llevo al
cuello. Y nos recostamos, felices, al
pie del altar.
Entonces
me envuelve una nube de recuerdos; los días de infancia en un paraíso verde y marrón,
donde Tupá y sus amigos nos mimaban desde los rayos de sol y las aguas del río;
no nos pedían más que un pececito que volvíamos al agua, o una fruta que no
cortábamos y dejábamos en el árbol para su deleite, o el de los pájaros; y los
días de la sumisión cuando los españoles y los portugueses –frailes y soldados-
nos cambiaron los dioses y la vida:
—Aprended
a trabajar; la pereza es pecado. Tejed
ropa, porque es pecado andar desnudos. Separaos de las niñas porque eso
despierta la lujuria, que es pecado—sermoneaban los
frailes.
No estábamos demasiado
tristes entonces; aprendimos a vivir así, como Dios quería.
—
Muy bien, Elías— asentía Fray Pérez
mientras me escuchaba leer y cantar los salmos.
—Muy
bien, Elías— decía el cacique, a quien llamaban corregidor, cuando yo le
recitaba, en secreto, conjuros ancestrales para la salud y el bienestar del
pueblo.
Una mañana de verano el Capitán
Centeno llegó a visitar a Fray Pérez e inspeccionar la Misión. Lo acompañaba
Magdalena, su hija. Magdalena
tenía, como yo, doce años; y su
encanto me alejó de las rutinas; fue para mí más fuerte que las burlas de mis
amigos. Yo viví, entonces, la experiencia de sostener un racimo de magia entre
las manos; de mirar el sol sin enceguecer. Dulce y rubia Magdalena que eludía
al Capitán y a las dueñas, y a los frailes, y al cacique, para sentarse a
mirarme pescar, o seguirme por los senderos en busca de frutas. Y que escuchaba
mis canciones y reclamos de pájaros, maravillada, absorta. Dulce y rubia Magdalena que me contaba sobre
su vida, sus libros, su clavecín, y cantaba, para mí, romances de caballeros
olvidadizos y dueñas llorosas.
Y la historia se repetía todas las tardes,
cuando volvíamos de nuestras andadas, felices con la mutua compañía:
—
¡Pues no, señorita! ¡Que ya Su Señoría
se lo ha vedado! ¡Que usted es mujer de alcurnia, y él un indio! ¡Que no quiere
Dios que hombre y mujer, aunque niños, anden ocultos y solos! ¡Que vaya a pedir
perdón a la Virgen por sus desobediencias!
—
No fuiste al taller con tu gente, Elías;
y estuviste de zarandajas con la Señorita Centeno. ¡Vete a la capilla a pedir
perdón por tu pereza y tu lujuria! Y también: — ¡Ya
sabes que no quiere Dios que hombre y mujer, aunque niños, anden vagabundos,
ocultos y solos! Y no hagas que te dé una pena mayor.
Y
yo la seguía hasta la capilla donde estaba la Madre de Dios. Y los dos nos sentábamos a mirarla, y a mirarnos, sin
saber muy bien qué era lujuria; pero dispuestos a estar juntos.
—Mis pequeños, mis hijitos— decían los ojos
de la Virgen. —No pierdan la alegría de quererse. El Amor es un maravilloso regalo de Dios.
¿Soñábamos?... Nos prestaba al Niño Jesús y lo sosteníamos
entre Magdalena y yo, mientras María tocaba nuestras cabezas.
Estábamos tan absortos en nuestro mundo de
ilusiones y milagros que no advertimos que había llegado el día de la partida
de los Centeno. Atardecía cuando Magdalena me lo contó en la capilla y lloramos
juntos, abrazados por primera vez, descubriéndonos más allá de la seda y el
rústico tipoy. No nos escuchábamos, entre sollozos y planes desquiciados; ni
sentíamos el paso de las horas y la
llegada de la oscuridad.
—
Yo iré por detrás de ustedes, nadando
día y noche.
—
¡Es tan lejos, y está todo tan guardado!
—
Tupá y la Virgen me sostendrán.
—Te matarían. Los indios no se acercan
a nuestras casas; no quiero irme.
—Me subiré a un árbol y trinaré para
que me oigas y te asomes y…
El portazo nos dejó aterrados cuando entraron Fray Pérez y el Capitán, con el Comendador.
Venían envueltos en una atmósfera de imprecaciones y violencia. El capitán
abofeteó a Magdalena y la sacó en volandas, desmayada, hacia su cabaña; el corregidor
me golpeó sin piedad delante de mi
familia y me encerró en el calabozo; y Fray Pérez se quedó rezando por
nosotros, casi sin advertir que la Virgen y el Niño parecían descascararse y encogerse.
«Pronto habrá que reparar la capilla;
esta humedad…». Salió chancleteando hacia su celda y colgó el rosario en el
cíngulo.
……………………………………….
—
¡Madre de Dios, se me muere la niña!
¡Piedad, Jesús!— sollozaba el Capitán en la capilla.
Era
de madrugada y Magdalena, exangüe, deliraba sollozando mi nombre. Y yo oía su
llamado.
—
¡Fray Pérez! ¡Elías está muerto! No creí
haberlo golpeado tanto, pero ha muerto…
……………………………………………….
Llovía a mares y nos estaban sepultando
entre salmos, cirios y sollozos. Pero nosotros corríamos de la mano, a través
de la selva; mientras tanto, se iba el día… los días… los años… los siglos…
…………………………………………………
Como
todos los atardeceres, la Capilla renace de las ruinas; María, el Niño, los
bancos, los vitrales, esperan que lleguemos en el canto del río, para dormirnos
juntos hasta el alba.
……….
La
Morocha
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