martes, 28 de marzo de 2017

La Laguna


Lo habían fascinado las ninfas en la vieja foto del comedor;  el abuelo le contó que estaban nadando en la laguna del pueblo; le encantaban los cuerpos desnudos, mojados,  brillando al sol.
—¿Así es la gente grande desnuda?— preguntó inocente. Risas. Cuchicheos.
 Quiso ver, preguntar otra vez;  y tocar a los adultos. «Eso es sucio». «Calladito».
Insistió; pero estaba prohibido: ni siquiera su propio cuerpo. Prohibido, a gritos y amenazas sobrenaturales; prohibido, a golpes y penitencias; prohibido, retirando el cuadro.
La eterna sombra invisible de Agustín lo envolvía por fuera: hosco, silencioso, huidizo; solo y agresivo; por dentro, la obsesión era una fogata de urgencias reprimidas: ver, tocar, vibrar.
«Las fogatas se apagan a pisotones»; y él los sentía cada vez más dolorosos: prohibido, prohibido, prohibido… Y la obsesión crecía e incendiaba.
Como tantas otras veces, esa tarde las siguió cuando iban a bañarse a la laguna; quería gozar del cuadro cuando salieran para vestirse.  Tampoco esa tarde el grupo de chicas bulliciosas se percató de su presencia; una sombra más entre la de los viejos árboles. Agustín se asomó sigiloso a la laguna para espiarlas; chapoteaban y reían, desnudas, ingenuas. 
Sintió que su mundo interior estallaba ardiente y poderoso; se lanzó, desnudo y jadeante y rebotó con su grito de miedo  en el pozo vacío en el que alguna vez estuvo la laguna. Una sinfonía de garzas y zorzales tapó el crujido de las ramas y de las piedras sueltas. 
“Encuentran muerto en el fondo de un barranco al anciano paciente del hospital psiquiátrico; el hombre habría salido a pasear y se alejó del predio; siempre deliraba con la laguna que se desecó para urbanización a mediados del siglo veinte.”



El otro lado de "Las Margaritas Amarillas"


 Ni siquiera busco el cuadro de Lucía; es imposible que no esté frente a la escalera; lleva treinta años allí; se llama “Las Margaritas Amarillas”: flores sencillas y mucho sol;  así ve Lucía nuestra vida de amor; ¿o la suya con la mía? Cada uno en sus asuntos, pero siempre juntos entre largos silencios.
¿Por qué jamás entiendo cuando me pregunta: “Arnoldo, ¿qué hay al otro lado de mis margaritas?”. Yo me río; pienso que es un poco boba.
Acabo de despertarme sobresaltado por un estallido de vidrios y maderas, y un golpe sordo  envuelto en un grito de angustia y dolor.
—¿Lucía? ¿Qué pasó?
Silencio, su cama está tendida y vacía.
Casi olvido manotear una linterna; no hemos pagado la luz; malos tiempos para los viejos solos. Voy bajando la escalera; rengueo descalzo  y jadeante.
Busco a nivel del piso, desde el último peldaño. El pálido rayo de la linterna  sugiere cortinas, muebles; nada extraño, al parecer.
Veo un banquito caído al pie de la pared; el fuerte soporte del cuadro está casi arrancado y sostiene una soga sucia; un tarro de pintura negra vuelca mansamente su contenido sobre el cielo diáfano del cuadro.  Y justo al pie de la escalera, como en una pira presta al holocausto, se desparrama el cuerpo mudo y gastado de Lucía, desarticulado sobre vidrios, astillas y flores; Lucía y el otro lado de sus Margaritas Amarillas.
Me imagino la soga en el soporte de su cuadro, mientras Lucía, desde el banquito,  trata de escribir un mensaje póstumo antes de colgarse; lucha con la soga y el pincel y el tarro; se viene en banda, con todo, y se rompe la cabeza.
Ya estoy demasiado viejo para andar sin chancletas sobre el estropicio; me siento a llorar a la espera del amanecer y de algún auxilio; sé que está muerta; ni siquiera procuro tocarla, ayudarla, besarla. ¿Qué hay al otro lado de una vida que se rompe?
Oigo en el aire polvoriento su añosa cantilena: “Arnoldo. ¿Qué hay al otro lado de mis margaritas?” Ahora sé lo que hay: vacío, tristeza y soledad.

  

jueves, 23 de marzo de 2017

Jalea de peras


Obstinada, obsesiva,
transportada  en la estela
de  mi dulce de peras,
 llegó a la cocina.
Zumbadora, indiscreta,
aleteaba jadeante
hacia el festín brillante
de  dorada jalea.
 La espantó la palmeta
que sacudí a su paso;
se aquietó por un rato,
silenció el sonsonete.
Mas volvió a despertar
 su canción en mi oreja
en la obsesión demente
de su alma de abeja.


En uno de los giros
de mi yo ecologista,
enfrié en la cuchara
 varias rubias gotitas.
Mas no las probó siquiera;
se mató por obsesiva;
se fue a clavar de narices
en la olla traicionera.


martes, 7 de febrero de 2017

Una carta


Para implorarle que vuelva a casa… ¿Te escuché bien?¿Para qué?
No somos demasiado felices, pero hemos logrado algo de racionalidad después de su portazo. ¿Otra vez sus desplantes o su ira desatada? ¿Otra vez el estrépito de vidrios y muebles? Sin rencores, pero sin estupideces. Yo soy su hija, y no me arrepiento de haberlo echado; nos ha vapuleado y destruido; nos ha separado.
Cada cual puede decidir quién le importa; él ya lo hizo; rómpela ahora mismo, por Dios..

EL AMOR VIENE A LA FIESTA


Mil suspiros y piropos,
y algún poema escondido
en las hojas del cuaderno
que se te quedó aquel día
¡sabrá Dios  por qué descuido!
olvidado en el asiento.

Mil rubores, mil cosquillas…
te disfruto, sudoroso y encendido,
reflexivo o distendido;
me disfrutas, perfumada o desprolija,
sembrando besos secretos
cantando en versos “prohibidos”
lo que “no debe decirse”, lo que “no es propio” sentir
porque  aún somos “muy  niños"
y "de familias decentes".

Mil sofocos, mariposas,
 allá “donde no se toca”,
cuando siento
que tus ojos me desnudan;
que acarician, debajo del uniforme,
a una Eva promisoria, la manzana  tentadora
que  asegura el Paraíso,
mientras mi vientre se agita porque te sueño conmigo.

Nuestros cuerpos ya lo gritan,
anhelantes,  incompletos;
Y en cualquier rincón amigo, vuela un beso.
Nuestras manos  se equivocan de camino
y abandonan las cinturas, y aprietan y reconocen
dónde  salta y se estremece
la savia de nuestra esencia;

El amor viene a la fiesta.

miércoles, 1 de febrero de 2017

El Predicador


No sé si la pandemia decreció, terminó, o perdió interés político. Pero, al parecer, podremos  reeditar "Las Fiestas", al modo tradicional,
 ajetreado, aunque los bolsillos están bastante secos.
Mientras se acerca la Navidad, recuerdo un episodio que viví hace un par de años.
En estos tiempos de revisión de los valores humanos, mucha gente dice que ha perdido la fe; otros, en cambio, se sienten profetas y gritan desinteresadamente por la conversión, o reversión hacia los credos tradicionales. Desde su propio espíritu apasionado apalean la molicie de nuestra “new-age”. 
¿Fanáticos? ¿Voceros de un negocio?... Lo cierto es que promueven milagros, como el de esta escena .
   Ardiente mediodía de diciembre.  Hace veinte minutos que la gente espera el colectivo en la plaza. Por supuesto, está atrasado. Las campanas de la catedral dan la una de la tarde con música de “Noche de Paz”.
De pronto explota la voz del predicador: “¡Jesucristo es el único camino para la vida y la paz!”
Personaje conocido, si los hay en Córdoba, siempre está a la sombra este moreno robusto y cuarentón que lleva una cadena gruesa cruzada al pecho. Debe de tener alguna conexión con la empresa de ómnibus; parece que le avisan cuando un coche viene atrasado; entonces, brota de improviso en su bicicleta y comienza su labor redentora.
—¿Qué esperas? ¿Qué esperas? ¿Llegar a tiempo para que no se te derritan los helados? ¿Cuidar que no se malogren los lechones que has comprado? ¿Así preparas la Navidad?
Los pasajeros lo ignoran, comentan los preparativos de la fiesta, miran las palomas y otean el camino del transporte.
—¡Gula y pecado! ¡Así preparas la llegada de tu Redentor!
—De Papá Noel, ‘boludo’— grita un adolescente — ¡Viva ‘la joda’! ¡Tomá unas garrapiñadas para que te las …!
Algunos le chistan al pibe; otros se ríen y lo palmean.
Se palpa el nerviosismo de los que esperan. Tantean sus bolsos: efectivamente, se están ablandando los congelados.
—¡Hijo de las Tinieblas! ¡Te vas a condenar!¡Traigo el aviso de la Justicia Divina!—sacude la estrepitosa cadena—¡Adoras a tu estómago, glotón impío!¡Ya estás cebado, entonces!¡Tienes el cuchillo en tu barriga!
 Y el colectivo no viene. Sobre la vereda hay algunos charquitos de agua y frutas apretadas. Crece la tensión. Un hombre obeso lo mira con odio. Una jovencita desaliñada trata de calmar al bebé glotón, dándole de mamar.
Las campanas dan el primer cuarto después de la una y el predicador sigue con su atronadora letanía: los Romanos, los Gálatas, la hipocresía del Papa…
«Ave María Purísima»… Una anciana se apoya en el carrito de compras, saca un rosario y un paquetito de frutas frescas, y avanza temblequeando y sacudiendo el rosario.
«¡Señora! ¡Cuidado!¡Es un loco!»
Entra en el aura del predicador; él la mira extático; ella irradia una luz extraña, mágica; puede que no sea ella, sino las baldosas quemantes de la plaza, pero…
Hijo; hace mucho calor; tomá estas uvas para que refresqués tu garganta…
Mágico silencio. El predicador queda impactado; parece que viera a los ángeles, desparramando su guión. Recibe las uvas, y empieza a comer.
 La viejita le marca con el índice: “Uva número uno: «No juzguen, y no serán juzgados; no condenen, y no serán condenados».  Uva número dos: «El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios». Uva número…
Frena el colectivo delante de la ‘cola’. «No abrás la boca», le sopla el gordo al adolescente, que es el primero de la fila. «Ni se te ocurra decirle que deje de comer, por favor» dicen los pasajeros mientras suben.
Adelante, señora. Suba que la ayudo con el changuito.

El predicador sigue comiendo, calladito, a la sombra. Suena la una y media, y las campanas cantan Noche de Paz. 

martes, 10 de enero de 2017

MI PROPIO VIAJE


Desde que te fuiste renuncié a buscarte.
Plegado en mi alma
encontré tu mapa
y me quedé quieta, junto a la ventana,
 persiguiendo rumbos, senderos, espacios…
con el dedo agudo de mis remembranzas.

Carreteras  largas, inmensas, vibrantes…
Senderos callados, húmedos de lluvia…
Playas, montes, calles. ..
Praderas o bosques…
 Te voy encontrando y me hacen cosquillas
 todos  los momentos que pasé a tu lado.

lunes, 9 de enero de 2017

Esperame en la terraza

Se giró al escuchar el grito: ¡Lauraaa!… ¿ Arriba, en el aire tibio del atardecer? ¿O dentro de su corazón?
De espaldas, a unos pasos del moderno edificio, se disponía a subir al coche; la llave estaba en la cerradura. El semáforo se puso en  rojo. ¿Frenadas?
Levantó la cabeza, con la mano en la puerta entreabierta; entonces lo vio volar en picada desde el octavo piso; allí,  desde la terraza en donde habían pasado una hora poniendo en orden su futuro de pareja en crisis. También volaban el infaltable portafolios y uno de sus mocasines; no supo que estaba corriendo con los brazos extendidos para recibirlo; tampoco advirtió el coqueto bolsito beige, entreabierto, que se soltó de su mano; un labial, un portadocumentos y el celular se desparramaron en la vereda,
Ismael caía inexorable, mudo y vacío, ya desparramada su vida, sus papeles, sus planes, su actitud de triunfador; cincuenta años de éxitos y ochenta kilos de importancia y no pesaba más que cualquier papelito; a su paso se abrían ventanas de ignotas oficinas y el grito renacía con los de tantos otros. Laura corría con toda su confusa y desesperada angustia, ciega por la melena revuelta y por sus lágrimas secas. Su alarido desgarrador, que sabía a duraznos y vodka, se había ligado al de Ismael, y al de la gente en la vereda y en los ascensores;  y él volaba,  quieto y rígido,  muy cerca del piso, mientras ella se ahogaba en el loco palpitar de su corazón.
«¿Qué hiciste?» «No, no; pará» «¡No te lo creíste!» «Este tiempo que decidimos darnos…» «¿Todo estaba podrido para vos?» «¡No, no, por favor!»
Crujió el tacón de su sandalia derecha. El reventón de Ismael contra las baldosas estalló junto con el de su propia caída amortiguada sobre el cuerpo sin rostro.
Después se apagaron sus sollozos histéricos; no oyó el nuevo arranque de los autos,  las voces,  ni las sirenas…
Enarboló su celular de niebla y contestó la llamada muda: “Hola… Sí… Esperame en la terraza con unos daiquiris… Llego ´en cinco’, más o menos…”


miércoles, 4 de enero de 2017

Poco antes de que los domingos fueran amargos

Dos versiones de un mismo tema: el primero para cien palabras (Microcuento de Cadena Ser).
 El segundo, ampliado para cuento breve. 

Años de sequía
 Poco antes de que los domingos fueran amargos ya sentíamos la falta de horizontes. Siempre fue dura la vida del labriego; pero a los domingos los había hecho el Señor para que viéramos su sonrisa en las nuestras. Ahora, una polvareda gris mataba la luz del paisaje. Los campos se estaban volviendo estériles y tristes; y nosotros también: no había canciones para alegrar los domingos, ni bastante pan para compartir; y la semana agotadora e infructuosa nos ataba al silencio triste de la vivienda..Entonces decidimos emigrar.


Tiempo de sequía
                Una polvareda gris mataba la luz del paisaje. Los campos se habían vuelto estériles y tristes; y también la gente: no había bastante pan, ni cerveza,  ni canciones para alegrar los domingos; y la semana agotadora e infructuosa ataba al silencio de la vivienda.
Lo decidió en esa nueva noche de insomnio: partir, partir. Ella no quería que se fuera; pero acató su decisión con áspero silencio.
Amanecía cuando el hombre, esmirriado y cabizbajo, cargó su pequeño morral; sobresalían los mangos de un hacha y una pala. ¿Trabajo o sepultura?
Dentro de la casucha quedaba su gente; nadie se asomó a despedirlo; para qué…   El corazón reseco no anhelaba ternura; sólo mandaban los fantasmas: el hambre y la desesperación.
Se puso en marcha pisando el polvo; no era sino  otro hierbajo reseco.
                Entonces extrañó al sol. Un cielo de nubes espesas y el olor de la tierra lejana y mojada cortaron su marcha; anhelante e incrédulo recibió la primera gota sobre su cabeza, y escuchó el envión de la lluvia que avanzaba.
Un trueno remoto llamó a la mujer a la puerta de la vivienda. Corrió, desmelenada, y abrazó al hombre que lloraba y renacía bajo la lluvia.


viernes, 30 de diciembre de 2016

Canción de Navidad para Mariano


Mariano Oberlin está llorando en esta Nochebuena. Este joven barbudo y grandote es un cura cordobés.
Hace seis años le encargaron la parroquia de Müller, un barrio dominado por la droga, más precisamente, por “el paco”; y él ha centrado su ministerio en el rescate de los chicos y la denuncia activa del tráfico en la zona. Hace quince días, su imagen sonriente iluminó los diarios: lo eligieron “Cordobés del Año” por su obra: coaligar al vecindario para salvar a los chicos.
Esta tarde estaba cortando el pasto de un baldío, en otro de los  espacios de recreación, con varios voluntarios; entonces lo asaltó la patota de adolescentes: le ordenaron dejar la desmalezadora y correr; y empezó el tiroteo; esperaba sentir una bala en su cabeza, pero su custodio disparó antes que los atacantes; no era su momento.
Hoy, 24 de diciembre de 2016, se está rompiendo su sueño, su alma, mientras vela al chico de catorce años que quiso balearlo y fue baleado.  Dura y amarga  Nochebuena sin Jesús, ni Papá Noel , ni brindis: Los compañeritos y las familias- pobres angelitos y pastores- están en la calle, llorando,  insultando, quemando gomas…
 “Dios, Jesús…Si pudiera cambiar mi vida por la de este chico…, pero aunque yo muera, él no va a revivir. Hoy siento que nada tiene sentido: ni las luchas, ni las convicciones, ni las palabras, ni el trabajo infatigable por intentar cambiar al menos una puntita de un sistema que está podrido desde la raíz".
«Mariano, hijito» dice Jesús desde el Pesebre de la capilla «Tu sueño es como el mío: comienza en la pobreza y sufre en la Cruz; pero no se muere. Y resucita en cada semilla que sembraste. Llorá, Mariano, en esta triste Nochebuena; pero no me cierres la puerta: soy la Esperanza y vos me hacés mucha falta; tu gente te sigue necesitando».
Una mano se apoya en el hombro de Mariano; es una mano pequeña, pero se siente muy grande, liviana y cálida; una mano que lo atrae hacia un corazoncito infantil: es el alma de “los chicos”.
Mientras otros chicos esperan a Papá Noel, sus chicos (y tantos en todo el mundo), sólo esperan Vida: dignidad, paz, amor.
«Hasta mañana, Mariano» dice Jesús.
No sé qué contesta Mariano… De chico fue scout. «¡Siempre listo!» dirá.
Beba Pihen – Dic, 2016


 Episodio real ocurrido en el lugar y tiempo citados. Personaje real.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Epifanía

La celebración de Reyes es una invitación a seguir a nuestra estrella hasta el fondo del corazón, en donde anida Dios.
¿Dónde estoy?
¿Para qué vivo?
¿Qué ha sido de mi lucero?
Largo viaje no pedido
es este de la existencia.

Chispa de luz desprendida
de los astros, de los cielos,
de algún Dios que cierto día
me destinó a cierto cuerpo, 
y me envío a ciertas gentes,
y entre ellas plantó mi carpa
para que empiece mi huella.


«Vas a volver a tu estrella,
si te pones a buscarla
aunque sea en el desierto.
Y será tu epifanía
cuando descubras  que luce
en lo profundo del pecho;

o en el fondo de una cueva
donde duerme un pequeñito,
luz y sombra como tú,
Dios y Hombre, al mismo tiempo»



domingo, 11 de diciembre de 2016

Historia de amor

Relato para Cadena Ser- 3° Semana de noviembre 2016
No era el mar pero se le parecía. Ronroneaba como el oleaje su mensaje de amor.  Lo escuché, y me llené de su voz monótona pero firme; permanecí preso de su "Te amo", hundiéndome en su ternura fuerte y apacible. Contuve cuanto pude mi respiración y me saturé de su salobre sonoridad. Entonces dije "Te amo"; y nos volvimos espuma en la playa de la vida.




Desde la distancia
Ahora recuerdo ese momento. Por la ventana abierta entraban las  voces  del mar.   Desde el fondo de mi alma, su recuerdo ronroneaba en el oleaje.  Escuché otra vez el vaivén de su mensaje de amor, y me llené de su voz lenta, distante,  pero firme; permanecí presa de su "Te amo": floté en una ternura fuerte y apacible. Contuve cuanto pude mi respiración y me saturé de su salobre sonoridad. Entonces yo también dije "Te amo";  y fuimos otra vez espuma en la playa de la vida.

Se volvió presencia  lo que parecía final.

PÉTALOS Y TRINOS (Publicado en Reto n°69 de Territorio de Escritores


«Es otoño…
a volar, o moriremos»
trinaban las bandadas que partían.
Pero el loco jilguero enamorado
desgranaba requiebros, al oído
de la última rosa del verano
apenas coloreada, decaída.
.
«Bella rosa, mi rosa sonrosada…
tú siempre me cautivas.
Me quedo en tu corola perfumada
Para trenzar mis trinos».
Y la rosa bailaba indiferente
dormitando en la brisa de la tarde;
era su último tiempo,
el del último viaje.
«Oye—murmuró la rosa—
mejor te vas con los tuyos;
yo me secaré esta noche,
y tú morirás de frío»
Acurrucado en los pétalos
siguió con sus dulces trinos,
mientras la rosa, ni rosa,
desfallecía entre espinas:
y las espinas punzaban
un débil canto que se iba.
Y después llegó el invierno,
nieve de plumas y pétalos;
algo de dulce perfume y de trino soñoliento
se eternizaba en el viento.

Entraste en mi vida para siempre


Argentina. 1836. 
Margarita tenía veintiún años cuando llegó a Santa Fé, con la abuela Tiburcia, para visitar al prisionero. Tiempos de guerra civil.
Personaje prominente, José María Paz había sido derrotado y llevado lejos de su Córdoba natal. Tenía cuarenta y cuatro años. Había perdido un brazo en una batalla. 
Conmovida por la suciedad y el envejecimiento de ese hombre que admiraba desde pequeñita, y por los recuerdos de la infancia que él había hecho feliz, Margarita se arrojó en sus brazos, consciente de su total y apasionada incorrección, loca de amor.
Habían pasado ocho días de idas y vueltas, de acompañarlo, limpiarlo, conversar con él cuando se lo dijo:
—Yo me quedo contigo, José María. Hasta que la muerte nos separe.
—Hija, Margarita, estás loca. Vuélvete a Córdoba. Reza siempre por mí, que también te amo. Pero acepta la voluntad de Dios y no arruines tu vida. 
No lo escuchó. Salió sollozando y corrió hacia la iglesia próxima. Media hora más tarde volvía con un fraile.
—Mi tío ha pedido confesión— le explicó al soldado de guardia.
El cura entró a la celda y mientras Margarita aparentaba revisar la mano áspera del vencido, él rezó la fórmula matrimonial y los casó. Allí mismo redactó el parte de la boda. Sentada en el catre, Doña Tiburcia, única testigo, lo firmó.
Esa misma tarde, regresó sola, llorando. 
Revuelo familiar en Córdoba. ¡Cuánta tristeza por el hombre enérgico e inteligente!¡Cuánta pena por esta joven hermosa y promisoria, eternamente enamorada de su glorioso tío y dispuesta a seguirlo en la caída! 
Desde esa noche, Margarita Weild y José María Paz, vivieron en el calabozo durante ocho años. Allí tuvieron tres hijos, y perdieron una. 
Paz se fugó, primero, y luego fue oficialmente perdonado y galardonado. Y otra, y mil veces, traicionado y reivindicado en una vida inestable y dura. Ella siguió a su lado en Argentina, Uruguay y Brasil, en un periplo de nueve hijos, luces y sombras.
Murieron en Río de Janeiro, como horticultores; pobres pero enamorados. Ella se fue antes. 
Hoy descansan juntos, en el atrio de la Catedral de Córdoba

sábado, 10 de diciembre de 2016

Gitanos


Todos los veranos llegaban los carromatos; los gitanos armaban su campamento a la salida del pueblo, cerca del arroyo. Dos grandes carpas desteñidas.
 Estaba prohibido acercarse; un muro de prejuicios cortaba el paso: «Brujos» «Ladrones» «Mentirosos y sucios» «Cuchilleros». 
      Desde la calle se veía un montón de chicos medio desnudos que acarreaban baldes de agua;  madres, con pañuelo a la cabeza, barre que te barre; se oía la charla llena de gritos; viejas medio tullidas, llenas de recuerdos y siempre mandonas; ruidos de hierros y martillos; olor a traspiración y fritangas de pescado…
A la tarde, caía el muro: envueltas en una nube de agua de colonia, las más bellas jovencitas que se pudiera soñar iban desde el campamento a la plaza, acompañadas de algunas matronas jóvenes, a ofrecer “la buenaventura”, coplas de algún poeta paisano y algunas danzas.  La magia de los presagios y conjuros, y los escotes descarados de las blusas,  derribaban las trabas sociales, y la clientela bullía.
Allí, Pedro conoció a Antonia; lo fascinó con sus remolinos;  se le quedó prendida en los ojos. Desde los tacones nacía el vaivén que subía hacia las caderas y los pechos quinceañeros, y acariciaba sus pollerones coloridos. La acompañaba una gitanita flaca y desaliñada, ideal para resaltar el brillo de la princesa.      
Escuchó los «¡Ole, por la Antonia!...»  Y por ahí: « Antonia, ¿cuándo es el viaje?» «Mañana, después de la fiesta».
Así supo el nombre, y también que no había mucho tiempo… ¿para qué?...
  De regreso, cuando acababan de pasar por su vereda, escuchó las carcajadas de dos muchachotes:
     Eh, gitanas!  Dígannos la buenaventura.
     ¡Vamos, lindas! ¿Quieren vernos las manos?
     ¿Seguro que las manos, nada más?
Avanzaban; Antonia se detuvo; la chiquita salió corriendo hacia el campamento.  La joven  irguió la cabeza,  y  de repente comenzó un siseante canturreo: “Permita Dios…” mientras iba girando y crecía su voz; “que Jesucristo te mande una sarna perruna por mucho tiempo”; los enfrentó, con sus larguísimas uñas y con un grito aullante: “que los diablos te lleven en cuerpo y alma al infierno”… Y finalmente, escupió terribles carcajadas sobre los muchachos, congelados de espanto…
     ¡Antonia, ya vamos!

Corriendo en medio de la calle, la gitanita volvía con un gitano flaco, vestido de mameluco, sudoroso y engrasado. Los bocones se replegaron como inocentes conejos; un gitano enojado es demasiado temible.
La tomó de la mano y Antonia se fue.  Y Pedro  la sintió ahora, prendida en el alma. «¡Valiente!¡Poderosa!¡Hermosa!»
Esa noche lo mantuvo despierto el jaleo del campamento.  Canciones, aplausos, gritos; llamadas a los niños, voces de castañuelas y guitarras; fuerte olor a comidas guisadas, a condimentos extraños. Todo entraba por su ventana, todo era fiesta.
Imaginaba a Antonia en la rueda; bailaría al son de las coplas, envuelta en el serpenteo de sus brazos llenos de pulseras; y su enagua bordeada de puntillas estaría llamando al compañero, por debajo de la falda voladora ¿verde?... ¿roja?...
Y en vez de maldiciones se estarían musitando hechizos de amor: “Una rosa y un clavel, tan diferentes, somos los dos… Dame tu corazón, quema mi alma, quema mi cuerpo.. Dame  tus pensamientos bajo la luna brillante y el sol ardiente…”; él la escuchaba en su alma… ¿o el gitano?... ¿Se llamaría Pedro, el gitano?...
“Ese” Pedro, ahora vestido de chupín negro y chaleco bordó, con el jopo engominado, avanzaba taconeando y palmoteando hacia su princesa. Pedro podía adivinarlo  en su propio cuerpo tenso y bullente; ansioso de la cintura y del corpiño dorado de Antonia; de la boca risueña y de sus ojos pícaros e insinuantes. Sentía arder sus propios ojos, por el brillo de los del otro; sentía como suyo el aliento de su boca húmeda…
Desde las sillas, los viejos animaban el encuentro con palmadas, y frases descaradas y sensuales.
Y él veía y oía y sentía todo desde muy cerca, cada vez más cerca,  como si no estuviera en su cama; como si no tuviera once años;  como si se hubiera animado a pasar el cerco, y hubiera conquistado a Antonia antes de que se fuera en los carromatos, al día siguiente.



miércoles, 7 de diciembre de 2016

CUERDA FLOJA 
Todo el mundo es un cielo
pintarrajeado en nubes de tormenta;
ni pájaros, ni plantas,
sólo cielo...
Cielo y vos, loco lindo,
poeta soñador,
con tu sombrero inútil
bajo un cielo sin sol...
y con tu libro.
¿Qué buscas en las nubes que no miras?
¿Te dictan el secreto de las letras?
¿O las letras mantienen tu equilibrio
mientras te impregnas de aires de llovizna?
Mañana, cuando escribas ese libro
con el que vas soñando,
tus versos olerán a cielo,
a brisas que despeinan
las copas de los sauces que no viste
porque estabas tan alto y tan liviano
caminando tu sueño peregrino.
Y sonará feliz tu carcajada
porque sabes
lo que es ser hoja, o pájaro,
volando por los cables

con el alma en un libro.

sábado, 19 de noviembre de 2016

Blueberry Notes: Personajes malvados, ¿cómo se construyen?

Blueberry Notes: Personajes malvados, ¿cómo se construyen?:
¡¡Hola a tod@s!! Hoy vamos a hablar de un ingrediente imprescindible en un buen relato, novela o cuento. Un malo.

Pero no un malo malísimo, en contraposición  a un bueno buenísimo. Ambos personajes, como en la vida real, deben tener múltiples dimensiones.
Una persona malvada que hace algo malo tiene que tener una razón para hacerlo. Esa razón no puede ser simplemente su maldad. 


Es posible que nuestro malo sepa que eso que está haciendo está mal, pero tenga un motivo para ello. 
El motivo puede no ser objetivo, puede que sólo tenga sentido para él, pero aún así sigue siendo una justificación para sus acciones reprobables. Para ello debemos dar a nuestro malo una historia, una trayectoria vital y unas experiencias que revelen esa justificación, esos motivos.
Además, para ilustrar a un malo multidimensional, podemos darle un aspecto positivo, algo que despierte en el lector un sentimiento de empatía, que no simpatía. Algo que, aunque no nos guste, aunque sea moralmente cuestionable, nos haga pensar en él como en una persona. Por ejemplo, Hannibal Lekter el caníbal, es un hombre inteligente y cultivado, muy educado. Su historia nos explica los motivos de sus acciones.
Del mismo modo, podemos dar al malo un exterior acorde con su personalidad. Pongamos como ejemplo al Joker de Batman, cuyo aspecto nos revela lo caótico de su personalidad. 
El caso es que tanto su historia, como su aspecto físico nos genera empatía, cierta comprensión.
Tengamos en cuenta que, como todo en la vida, no hay personas con personalidades polarizadas, no todo es blanco o negro, hay una amplia gama de grises.

Por otra parte, a veces un malo tiene seguidores. A los seguidores también debemos darles una razón para seguir al malo. Podría ser por miedo, por ideales que comparten, por admiración… podrían compartir sus metas y, aunque no les gusten sus métodos, los seguirían para obtener sus propósitos.

La motivación de los personajes, en definitiva, es algo imprescindible para dotarlos de veracidad y credibilidad. Las motivaciones de alguien están ligadas a su personalidad y es interesante documentarse al respecto, incluso pidiendo consejo a profesionales. De hecho, como dato diré que desde 2008, el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid, ayuda a la elaboración de guiones y a los actores en la preparación de personajes a través de un grupo de trabajo.

En conclusión, los malos son personas y deben construirse como tal, con luces y sombras. 
  • Sus acciones no deben ser “porque sí” igual que nuestras acciones en la vida real. 
  • Su objetivo no debe ser el mal por el mal, sino por algo importante para ellos que tenga sentido 
  • Por eso es importante que tengan una historia propia y, además, 
  • debemos darles un rasgo positivo que les proporcione esa profundidad, algo que les haga reales.
Cuidad a vuestros personajes, son lo más importante de una historia.

Espero que os ayuden estos consejos y, por supuesto, estaré encantada de ayudar con cualquier duda o petición que tengáis al respecto.

¡¡Nos leemos!!..

lunes, 14 de noviembre de 2016

Hora final



Para Cadena Ser, Primera semana de noviembre 2016
Sigo observando mi trocito de cielo. ¡Se me han muerto tantas ilusiones! ¡Se me ha gastado tanta ternura y aliento! Pero nunca se ha borrado mi trozo de cielo. Ya estoy llegando a destino y lo descubro como siempre: es la mano amiga que me conduce en las vueltas de la vida.  Yo percibo que no está hecho de vacío, sino de personas y de momentos; así  como mi cielo, se ven azules loa cerros lejanos; parecen vacíos ; pero  ya cerca, se descubre la vida en sus laderas. Me queda poco, pero lo he vivido intensamente.

miércoles, 9 de noviembre de 2016

LA QUINTA ESQUINA


Así se llamaba la zona de calles en diagonal; y así se llamaba el bodegón. Todas las noches los tahúres se sentaban alrededor de una mesa pentagonal; los lugares estaban numerados, del uno al cinco El anotador  se sentaba siempre en la  quinta esquina, cerca de la barra, para atender al mismo tiempo algún pedido de refuerzo. El tintineo de los dados jugaba sobre el humo con la música del gramófono.  En el número uno, Julieta, la preciosa bailarina treintañera, acompañaba la ronda, sentada sobre las rodillas del tonto de turno, para que se desconcentrara y pudieran “pelarlo”.
La noche del crimen,  las luces amarillentas del bodegón  pintaban  el tronco de un paraíso y la primera hilera de baldosas de la vereda; más allá todo estaba en tinieblas.  Pero la música estridente alcanzaba a los vecinos que trataban de dormir.
Pablo Flores  se sumergió en el bullicio incongruente de “La Quinta Esquina”. ¿Por qué incongruente? Porque no había nadie en el salón.
Nadie vivo, digamos. En el piso, estaba Julieta… Degollada.
Sobre la mesa pentagonal, en un charco de bebidas,  flotaba un revoltijo de dados y ceniceros llenos. Los vasos y botellas en añicos eran la alfombra de la bailarina.
No se espantó por los ojos desorbitados y la boca abierta en el grito final; ya estaba curtido en estas lides. No se detuvo a verificar si realmente estaba muerta; su ojo profesional de policía inteligente lo había detectado al instante; también sabía que la escena del crimen no se toca en ausencia del cuerpo judicial; y además, su tremenda barriga  no  le permitía acuclillarse.
«Habría que llamar a la policía» pensó. Pero estaba muy cansado y no tenía apuro: se sentó y se puso a mirar el cadáver de la chica. Varias veces habían estado juntos,  por las tardes, en cualquier hotelucho próximo. Lástima que su figura descuidada y decadente y su bolsillo raquítico de jubilado, no colmaron las expectativas de Julieta; no es fácil conseguir clientes  para un bar en una ciudad pequeña. Ahora que  tenía algunas nuevas ofertas favorables, Pablo había venido  a buscarla; pero ya era tarde.
«Triste» pensó. Y se rascó la calva.
 Pero, después de todo- pensó- si el bolsillo tampoco alcanzaba, ella volvería a irse, porque él no rejuvenecería; su cabello no iba a crecer ni bajaría de peso.
Algo le molestaba en la calva, o a causa de la calva, y no podía entenderlo… Parecía como una luz creciente que  afloraba en su cabeza agotada.  Apoyó el codo en la quinta esquina, en donde había estado anotando… ¿unas horas antes? …¿un rato antes?
Florecían los recuerdos: se había  ido, borracho y furioso porque  el de la primera esquina  toqueteaba demasiado a Julieta, y seguía ganando. Furioso porque ella  lo disfrutaba sin cuidar del negocio. Cada vez más furioso, hasta que rompió el vaso en que estaba bebiendo. Tan rabioso, que no escuchó los gritos y las carreras de los que escapaban llevándose la mesa por delante cuando él se paró y la tironeó  hacia el vaso que acababa de trizar y con el que le rebanó su precioso y despavorido cuello.  
Volvió a mirar el cadáver y a tocarse la cabeza: la mano  de Julieta se crispaba sobre  su ausente peluquín.

Una sirena aullante acompañó la frenada del  auto policial. Los jugadores que habían huído entraron gritando, junto a dos agentes. Entonces, Pablo hundió violentamente   un trozo de vidrio en su propio cuello. 

EL ECLIPSE (A partir del cuento homónimo de Antonio Monterroso)


Este cuerpo mutilado a merced de los carroñeros, es mi cuerpo; pero mi corazón que todavía gotea sangre está en su templo, en manos del Rey y de sus sacerdotes..
“Bartolomé, es llegada tu hora.”
No  hace ni una hora que la selva cerró su cerco asfixiante y me entregó a los mayas.
                Te invoqué, Dios mío, con la ciencia que me hiciste conocer; pero el Demonio les dictó a estos ignorantes, los profundos secretos de los cielos, y tu proyecto de luces  y sombras a través de los siglos.
                ¡Ah, Dios mío! Yo sé que ahora viene mi gloria, que es la tuya. Sin duda, mi corazón irradiará tu luz sobre estas gentes, y un fuego purificador aniquilarà al Demonio.
                Aquí, Señor, se cierra el ciclo de tu mandato; mi rey, Carlos V sabrá que no he defraudado su confianza. ¡Gloria! ¡Hossana! ¡Arrodillaos, infieles1
                Pero, ¿qué es esto?.Mi corazón lleno de escupitajos va rebotando entre los pies del pueblo y cae en un profundo pozo plagado de bestias rabiosas.

                Dios Mío… Confié en que compartiría tu Pasión y tu Resurrección. ¿Por qué me estás abandonando? ¿Por qué me eclipsas?

EL ECLIPSE (A partir del cuento homónimo de Antonio Monterroso)


Este cuerpo mutilado a merced de los carroñeros, es mi cuerpo; pero mi corazón que todavía gotea sangre está en su templo, en manos del Rey y de sus sacerdotes..
“Bartolomé, es llegada tu hora.”
No  hace ni una hora que la selva cerró su cerco asfixiante y me entregó a los mayas.
                Te invoqué, Dios mío, con la ciencia que me hiciste conocer; pero el Demonio les dictó a estos ignorantes, los profundos secretos de los cielos, y tu proyecto de luces  y sombras a través de los siglos.
                ¡Ah, Dios mío! Yo sé que ahora viene mi gloria, que es la tuya. Sin duda, mi corazón irradiará tu luz sobre estas gentes, y un fuego purificador aniquilarà al Demonio.
                Aquí, Señor, se cierra el ciclo de tu mandato; mi rey, Carlos V sabrá que no he defraudado su confianza. ¡Gloria! ¡Hossana! ¡Arrodillaos, infieles1
                Pero, ¿qué es esto?.Mi corazón lleno de escupitajos va rebotando entre los pies del pueblo y cae en un profundo pozo plagado de bestias rabiosas.

                Dios Mío… Confié en que compartiría tu Pasión y tu Resurrección. ¿Por qué me estás abandonando? ¿Por qué me eclipsas?

El perdón

El Perdón
Juana y Blanca murieron el mismo día, a la misma hora: un Viernes Santo a las tres de la tarde.
Esto determinó que la separación que se habían impuesto cinco años atrás terminara, de golpe, a la Puerta del Paraíso.
Una historia de amor frustrado, engaño, envidia y muerte había separado a las hermanas. En el medio estaba el fantasma de Ismael.  Blanca lo amaba y Juana se lo había quitado con un embarazo fingido. Blanca se confió a una bruja,  y el bebedizo que ella le dio para recobrarlo resultó mortal para Ismael.
Junto a la puerta, Juana y Blanca se agitaban enfrentadas en anhelos de sangre; pero no había uñas, ni manos, ni carótidas: sólo el odio, mal sepultado bajo una montaña de buenas obras con las que buscaron, inútilmente,  sanar en vida su ira y remordimiento,
 La Puerta del Paraíso estaba cerrada con un grueso candado de nubes indestructibles: pero el frenesí de los sentimientos de las mujeres sacudió la Puerta; Jesús y el bueno de San Pedro alcanzaron a oírlo.
—Maestro— rezongó el viejo portero—Son las que mataron a Ismael. Otro par de almas indignas, que pretenden la bienaventuranza. Justamente en este día…
Jesús hizo un gesto de infinita paciencia: «Pedro… no te olvides del gallo…! Avísale a Ismael y a los querubines»
Como en el “Hágase” del Paraíso, Ismael apareció en medio de las hermanas y las abrazó en silencio.  Los angelitos rompieron a cantar: «Perdón, perdón. Mi alma tienes sed de Ti», Y ellas lo coreaban bañadas de lágrimas y de luz. «Perdón, hermana,» sollozó Blanca». «Perdón, hermana,» suspiró Juana.
Ahora la puerta estaba abierta. Las manos de Jesús, claveteadas y resucitadas desde la eternidad, dibujaban sobre sus cabezas las buenas obras que habían realizado.
 «Yo soy el Perdón», sintieron más que oyeron.
Y se encontraron en el Cielo.