Amanece. Alfa salta al palo mayor de la cerca, Infla el pecho y apunta con su pico al sol naciente. Majestuoso y brillante, sacude las alas rojas, tensa su cuello dorado y empina la cresta; se para firme sobre su eje, y lanza un sonoro Kikiriquí. Las sílabas se alargan en los ecos. Suena a orgullo servil, a obcecación patriarcal.
Desde los gallineros vecinos, otros gallos se suman al ritual de machos soberbios y engreídos. Un torneo vibrante acorde con las plumas refulgentes y las crestas enhiestas.
Pero algunos suenan preocupados. Y se cuentan sus novedosos e insólitos problemas.
— Las hembras se están volviendo locas. No obedecen. No quieren “Lola”.
— ¿Y qué? ¡Fuércenlas! Para eso hay machos y hembras en un corral.
— Yo ya estoy medio cansado para pelearme y sacudirlas. Uno se pone sentimental.
— ¡Ché! ¡Otro Kikiriqui, que el sol no se despabila!
— Kikiriquiiii. Kikiriquíii…
Final del concierto. Cada uno a lo suyo.
Pero Alfa y Tritón se quedan haciendo tiempo en una esquina de la cerca.
— ¿Vos sabés que en varios gallineros pasa lo mismo? Merman el aovo y le aflojan la disciplina a las pollitas,
— Es por el gallo Pelao y su Cruzada— explica Alfa.
— ¿De qué hablás?
— Un movimiento feminista en pro de la liberación de las gallinas. Y en contra del “pisado”
— ¿Qué cosa? ¿Cómo sabés eso?
— Una vez lo escuché desde la tele del patrón, y até cabos. No soy tonto. Y también lo dijeron las pollitas.
— ¡No digás, che! ¿Pero te siguen pasando cosas en el gallinero? ¿Se te cuela el bicho ese?
— Se coló un par de veces, el verano pasado. Pensé que era por las pollitas nuevas, la Clavelina y la Marimoña. Las primeras veces, la Negra y la Perla también se le encocoraron. Lo dejé tatuado a picotazos.
— ¿Y?
— Y empecé a ver que las chiquitas estaban muy rebeldes; y las madres, demasiado tolerantes. Cuchicheaban. No me daban calce para el “apareo”. Y la Clavelina lo dijo: “Tiene razón el Pelao. ¡Basta de mandones!”
— Estarían cluecas. Y vos, medio viejo para darte cuenta. Por ahí, ya no te importa mucho.
— Puede ser… Mientras haya maíz… Pero el patrón quiere huevos y pollitos… Si no ponen, no hay maíz.
— Cuesta mantenerse joven. ¿No? Todavía me falta pero me cuido. ¿Y vos lo has visto al Pelao, che?
— Hace mucho; las primeras veces en que se coló y se ganó el sobrenombre. Después se empezó a escapar y se esconde en el baldío. Lo oigo, nomás
— ¿Y qué vas a hacer si sigue entrando?
— No sé. Por ahora, hay maíz. Alborota, pero no se mete conmigo ni me pisa a las damas.
3
Tritón se aleja, y Alfa empieza su rutina: Se da una vuelta por el nidal. La Negra está “poniendo”. Lo que no pone es atención. Cacarea con la Perla; el pobre huevo sale despedido y se estrella en el piso.
Y junto con el estallido de bombita de carnaval, una masa cacofónica invade el gallinero:
— “Vamos chiquitinas/ salgan a jugar/ que la vida vuela / y hay que disfrutar“
— ¡El Pelao! ¡Vamos, Perlita! No nos perdamos el show.
— ¡Clavelina, Marimoña, esperen!
Alfa, sacude las orejas y la cresta para alejar el enojo. Después picotea.
— Que corran y griten. Mientras haya maíz… Ya vendrán los pollitos en la primavera.
4
¡Sí! ¡Llegó El Pelao! Salta y recibe a sus fans, las pollitas en flor. Y a las gallinas, sospechosamente ágiles en la carrera . Ahí nomás, listo para escaparse, si hace falta, arranca con su show.
“Pisa y pisa,
el gallo mandón;
acá hace falta un gallito
que cante de corazón”
Cocococococorocó
“Hay que buscar otro gallo
que se sepa divertir.
Que sepa ser cariñoso
y que nos deje vivir.
Que no ande contando huevos
ni granitos de maíz”
Alfa "pesca" la copla y se le atragantan dos maíces.
—¡Epa! ¡Hijo ‘e puta!¡Esto no lo tolero!
Corre, alborotado.y llega a la palestra; le cuesta respirar.
Despreocupado de su estampa, el intruso zangolotea las patas, aletea y cabecea, y amaga resbalones en los restos de barro y maíz. Su canto es opaco, pero machacón y sibilino. Como tironeadas por un sedal las damas se adelantan para rodearlo.
¡Sorpresa! En un revoltijo indigno de plumas relumbronas y ojos desorbitados reconoce al famoso Pelao: ¡Tritón! ¡El amigo!
Las dos pollitas se balancean como poseídas. La Negra y la Perla, sus viejas compañeras de palo, también se han sumado al festejo. ¡Y hacen señales obscenas!
Alfa se abre paso en la rueda, pisoteando bailarinas; pero las muy chifladas se le enojan y le picotean las patas . Para colmo, Tritón le toma el lomo por escenario y va hilvanando su canción a picotazos.
"¡Este gallo está muy viejo
no maneja el gallinero!
¡Las hembras tienen derechos!
¡Quieren elegir su gallo!
¡Aovarán cuando quieran!"
Y entre carcajadas hacen trencito alrededor de la cerca.
5
Alfa se endereza como puede y se refugia debajo de los escalones de la casa granjera. Los patrones están mateando.
—¿Qué pasa con las gallinas, Alfa?
— ¡Se han vuelto locas!
La mujer canturrea indiferente. “Este gallo está muy viejo. No le gusta el gallinero”. Alfa reconoce la tonada del Pelao en voz humana.
—Andá a llevarles el maíz, Ramona, a ver si engorda ese otro gallo. Este va para la sopa, me parece.
—Andá vos, que hace calor.
6
A veces es cuestión de buscarse otro gallo. No por mucho mandonear se organiza un gallinero.