“Dormían en habitaciones separadas y todo; debían tener como 70 años cada uno, y hasta puede que más y, sin embargo, aún seguían disfrutando con sus cosas”. Sus cosas: las que habían amasado, tejido, inventado entre los dos a lo largo de esos años. Los recuerdos, las bromas, las miradas. Disfrutaban de la presencia mutua, y de las ausencias consentidas, silenciosas, dormilonas, quietas; de estar vivos y juntos; de ir cediéndose mutuamente gustos, opiniones, espacio, tiempo. Disfrutaban de sus cuerpos, de los nuevos lenguajes del amor que descubrían, cama afuera, sin prejuicios. Cada día renacían en un rezo, unos mates y un beso trémulo, tal vez distraído en la búsqueda de los remedios o de los anteojos. Y cada día eran una pareja tomada de las manos; esperaban el tren indefectible sin alharacas y sin miedo.
*Participación en un juego de escritura, a partir de la primera frase de "El Guardián entre el Centeno", de Salinger.
Blog para recopilar y compartir mis escritos, fragmentos de lecturas que me han impactado y algunas informaciones útiles para escritores
viernes, 6 de octubre de 2017
miércoles, 3 de mayo de 2017
BORRACHO
Supo que el vaso estaba lleno nuevamente.
El mozo, comedido,
regresaba a la barra, indiferente.
Desde su mesa
arrancó con poemas enredados
y con coplas pastosas
e incoherentes.
Ni una vez, medio vaso;
una y otra, dos tres… vaso completo.
«A
medias, media luna»,
recitaba.
«O
unas medias tramadas de agujeros».
Y rompiendo a cantar, desafinaba:
«A
medias, incompleto,
cosas de perezoso o indeciso».
Y animado de aplausos y silbidos
Continuaba su terco desvarío.
«La
vida es todo o nada, ¡viva el vino
que por el vidrio espía
mis pesares!»
«Ya
no me duele el alma, flota lánguida
entre las viejas penas olvidadas
que el vino fiel, ahoga
cada tarde».
martes, 2 de mayo de 2017
Un visitante apurado
—¡Ya
voy!—gritó por encima del chirrido incesante
del timbre.
Se levantó del sillón, de un salto.
Justo cuando el asesino de la
serie aprontaba su revólver, abrió de un tirón la puerta de calle. Resonaron
dos explosiones: el estallido del revólver en la tele, y el de su experta
patada de karateca en la muñeca del
visitante. El arma que le apuntaba voló
por encima de la tapia.
jueves, 27 de abril de 2017
AMADO MORENO DE MI CORAZÓN
—Linda casa—comentó la vendedora de
pasteles.
—Linda—contestó su compañero.
—Merecida la tiene, Don Mariano, por
honesto y leal.
—Así le han pagado los de la Junta.
Lo han nombrado embajador en Inglaterra.
—Se sacaron los estorbos ‘del medio’.
A éste, por ‘jetón’ se lo han dado a los gringos; a Belgrano, como es más
quedadito lo han hecho milico a la juerza; que se lo coman los mosquitos en el
Paraná.
—Y a ‘ujtede do´ no les van a
alcanzar las patas cuando les echen mano los ‘cogotudos’, por lenguas largas—gritó
la Candela que volvía del matadero con el canasto a la cabeza.
Mientras se perdían calle abajo, llegaban
desde el patio de la casa las risas de Marianito y la niñera, y los ladridos
del Gauchito. Bajo una llovizna leve, un aroma de madreselvas y jazmines
anunciaba la plenitud de la primavera en Buenos Aires.
Por un momento, María Guadalupe
Cuenca sonrió a la escena; canturreaba
unos versos que se le habían ocurrido unos meses antes, para la segunda carta a
Mariano:
Amado
Moreno mío/ dueño de mi corazón
de mis suspiros de niña/de mi vida y de mi amor.
Ahora
que te han llevado/no me puedo consolar.
Mi pena
se me hace canto/pero vos no me escuchás.
¡Es
tanto mi sufrimiento/por tu ausencia y el temor!…
¿Y si en
el mar te me pierdes, y yo me pierdo sin vos?
Volvió frente al secreter para
meditar y seguir repasando y escribiendo sus memorias. Así había escrito a poco
de llegar a Buenos Aires, en 1805.«Vida sencilla y digna, la de los
Moreno. Desde los catorce años, cuando nos casamos, la vida con Mariano es una
loca aventura de cimas y abismos; gracias a la Virgen no nos falta el amor.
«Ya han habilitado a Mariano para que
ejerza la profesión. Tenemos nuestra casa.»
«Marianito ya tiene ocho meses; es
nuestro premio cotidiano»,
Y al año siguiente: «¡Calificaciones
brillantes!¡Cuánta clientela!
A veces no veo a Mariano; a veces no
puedo entender sus problemas políticos.
Añoro las veladas plácidas de
Chuquisaca, y a mi buena mamá que Dios guarde en Paz.»
Pero después del glorioso 25 de mayo
de 1810, Mariano, había ido cayendo en desgracia. «Tristes Navidades marcadas
por los rencores y la incomprensión. Mariano ha renunciado a la Junta».
Ahora vuelve a tomar la pluma: «Mariano va rumbo a
Inglaterra. Aquí estoy con mi hijito, amenazada de pobreza y empapada de
soledad y angustia. Ya van cuatro meses sin noticias.»
« Mi pena se me hace canto, pero vos
no me escuchás. »
Desde el pasillo la alertó el
chancleteo de la Simona.
—Amita. Esto han ‘dejao’ en la cancel.
María Guadalupe, sentada frente al
secreter, dejó la pluma en el tintero, escondió el pañuelito en una de las
mangas del vestido y se volvió hacia la esclava.
La negra, expectante le alargó un
paquete mediano y se quedó a su lado. Había confianza de años; sabía que podía
compartir su curiosidad y la emoción del ama.
.«Pobre, mi niña. Otra vez llorando» pensó mientras la joven
señora desataba el paquete misterioso. «Demasiado envoltorio para ser buen
augurio»
Guadalupe rasgó el último papel, levantó
la tapa de la caja y se derrumbó sobre la alfombra con un grito ahogado en
sollozos.
—Ay, Dios mío; Mariano…
—¡Amita! ¡Mi reina! «Le hubiera valido más
quedarse de monja en Chuquisaca»
Junto al ama se habían desparramado
como mariposas negras un abanico, unos guantes y un velo de viuda; y un paquete
con las últimas cuatro cartas que le envió al barco; todas estaban cerradas. Y
nada más…Nadie le explicó que él yacía
en el fondo del mar, envenenado y envuelto en una bandera inglesa.
Mientras la abanicaba y le ponía un
almohadón debajo de la cabeza, Simona invocaba a la Virgen por el descanso
eterno para su enérgico y justiciero amo; y al ancestral Olorún, le pedía una pedrea
de desventuras para Saavedra y sus secuaces.
En el patio había arreciado la
lluvia. Silencio. Al pequeño Marianito le había llegado la hora de crecer, de
repente, a los seis años
miércoles, 26 de abril de 2017
Los tambores de Ongamira
Ongamira, en las Sierras de Córdoba, significa ”Energía de todo lo creado”; la
energía vive en las rocas y se derrama en agua, luz y verdor sobre un valle fértil y profundo.
Cinco siglos atrás, cuando no existía la carretera que
serpentea hacia La Rioja, los Camiares o Comechingones habitaban la zona;
vivían en las cuevas y al aire libre, protegidos por el cerro Charalqueta (de
la alegría). Eran, entre los pueblos
vecinos, los sacerdotes naturales de la
Luna y la Energía Cósmica.
En aquel tiempo, el tambor silencioso de la luna llena
mostró manchas de sangre. Los
comechingones recibieron en sus corazones los ríos de tristeza que bajaban por
los toboganes de aquellos rayos: era el aviso de la guerra; la invasión
española avanzaba por las laderas, en pro de los grandes yacimientos que
albergaba el cerro.
Durante varios días y noches, los tambores sonaron incesantes desde las cuevas y los bosquecitos; así guiaron a los más débiles para que se
refugiaran, y a los jóvenes y fuertes hacia los puntos más adecuados para el ataque y la defensa. Los indígenas sabían
que la derrota marcaría el fin de su risueña existencia; destrozarían al Charalqueta y ellos serían obligados a la
esclavitud de las minas. Antes de eso,
volverían a su raíz: el espíritu de la Luna.
Pero la suerte les fue adversa. Poco se podía contra los
mosquetes. Cuando vieron ya muy cerca las mulas y las armaduras, los tambores
callaron y vibró un largo soplo agudo de la quena. De inmediato, los atónitos soldados que iban
trepando recibieron espantados una lluvia de cuerpos de mujeres, niños y
ancianos que se lanzaban al abismo; los últimos guerreros vivos seguían
arrojando flechas y piedras antes de
caer bañados en sangre.
Algún eco de tambores avisó de la tragedia a los otros
pueblos más lejanos; ellos sepultaron en sus memorias a Charalqueta y cambiaron
el nombre del cerro: Colchoquí
(fatalidad).
La historia siguió su curso; la naturaleza restauró las
heridas del cerro y Ongamira volvió a ser un espacio alegre para vivir y un
notable atractivo turístico.
Pero las nuevas tecnologías y la ambición creciente vuelven
a plantear el problema.
Y otra vez los tambores llaman a la defensa de la belleza de
Ongamira; el veintiuno de marzo pasado se realizó un encuentro internacional:
Ocho mil tambores por la Paz, en la entrada a las Grutas de Ongamira . Fue un gesto comunitario contra la minería a
cielo abierto. Y en un acto simbólico se renombró Charalqueta al Colchoquí.
viernes, 7 de abril de 2017
AQUÍ ESTOY
Y me vine, aunque todos me dijeron
que podía agitarme
demasiado.
Aquí te estoy oyendo
emocionada,
y te aplaudo de pie
cuando recibes
tu flamante diploma
de graduado.
Aquí en mi corazón está tu imagen:
dormido en el moisés, arrebujado
en la mantilla azul que te he tejido
para estrenar en aquel
día ansiado.
Aquí te estás
durmiendo entre mis brazos,
(“alzame, abuela, tengo sueño”)
cansado de golear, o ser piloto,
o domador de arcaicos dinosaurios;
aprendiendo ajedrez con el abuelo,
leyéndonos un cuento,
o inventándolo.
Te pongo en penitencia, algunas veces,
te curo una rodilla lastimada;
te escucho cuando me hablas de una novia;
disfruto con tu foto en la montaña.
Y aquí estoy, otra vez, y me emociona
oir cuando agradeces a la vida
y a tanta gente que creció a tu lado.
Es que entre ”tanta gente” está “la abuela”
y de mi nieto estoy enamorada.
Mi roca, mi baluarte
La fila patética de los presos vestidos con pijamas inmundos, se desplazó desde los barracones por el
terreno helado y ventoso; no tenían edad: todos estaban aplastados por la misma desnutrición física y moral.
Pocos guardias flanqueaban la línea de espectros; no se
necesitaban demasiados para contener a estos infelices, tan ausentes ya…
David marchaba entre ellos; parecía uno más, tan flaco y tan
sucio como todos.
Día a día
recibió su jarro ardiente de bazofia; percibió el jadeo acatarrado de los
enfermos, obligados a cavar, tal vez sus propias tumbas; los vio caer y cómo los ultimaban a
culatazos; oyó el rumor sobre los desaparecidos, y olió el extraño humo acre.
Mientras iban
muriendo las esperanzas, una llama invisible calentaba todavía su corazón:
David iba cantando Salmos en su garganta
silenciosa. Eran su patrimonio de judío fervoroso: la Fe en Yahvé, lo que jamás le robaría la
miseria del campo.
“Tú
eres, Señor, mi Fortaleza, mi Roca, mi Baluarte, mi Libertador.”
No sabía si estaba enloqueciendo, pero una voz interior lo
cuestionaba: «¿Por qué no me
proclamas? ¿Tienes miedo de morir? Eres uno de mis elegidos»
La pregunta
crecía en la tragedia cotidiana; siseante, zumbona, clara…
…y se hizo enérgica,
esa mañana, cuando tuvo la visión: El
Sabbath de la infancia; la madre prendiendo los cirios; la Fe vibrante en la
alegría y el Amor de la familia; las velas que se consumían hasta morir entre
canciones y alabanzas…«morir
entre canciones de alabanza»…«volar al Hogar entre canciones
de alabanza»...
Entonces
estalló su canto súbito y vibrante: “Tú eres, Señor, mi Fortaleza, mi Roca, mi Baluarte, mi
Libertador”.
Y
el canto de otros que soltaban también, sus voces…
Y
también estallaron las balas; y mientras los cuerpos caían, ellos se veían,
sangrantes, desde el anhelado carro de
fuego de Eliseo, en que ahora viajaban.
NOCHE DE BRUJAS
Susana esperaba la señal de la luna para comenzar el
hechizo. La sombra de los altos árboles
del cementerio debía tocar la tumba
de Pedrito. Era la señal de un
ángulo propicio. Entretanto el viento enmarcaba
la Noche de Brujas con nubes oscuras y
quejidos espeluznantes .
Suspendida en su escoba, Susana iba llamando a los
ingredientes para tenerlos en la punta de su vara sarmentosa: cenizas, ojos y
pelos del muerto se iban alzando entre chispas rojas y azules hacia el temible aparatejo.
¿Todo en orden? «Mmm» «¡No!» «¡Ratón!»
«¿Cómo era que se
llamaba a un ratón?».
Se le
alborotaron las crenchas bajo el sombrero picudo; sin el ratón, no podía lograr
que Pedrito se moviera en la tumba; y lo necesitaba; estaba en juego su
graduación espeluznante.
Repasó todos
los conjuros conocidos: “Debajo un botón, ton, ton”, “Los hombres son los ratones y las mujeres el queso”,
“Gato con guantes no caza ratones”. Nada...
Las cenizas, ojos y pelos
castaños del muerto yacían en la vara, y la luna debía de haberse movido casi
lo suficiente; la sombra de los árboles
estaba a pocos centímetros del túmulo... a milímetros, ahora.
Susana se desesperaba;
invocaba a otras brujas, pero cada cual estaba ocupada en sus trabajos en esta
noche tan especial.
De pronto, en un espasmo de
sus neuronas, vibró otro conjuro: “¡Susanita tiene un ratón!”... Pero en lugar de articular el verso ella
continuó la estrofa: “Un ratón chiquitín...”¡Y palmoteó feliz!
Con el rabillo de un ojo
vio asomar el hociquito; pero el ratón no llegó a la punta de la vara; bailoteó
en el aire y se disolvió en la
hojarasca. Con el otro rabillo vio cómo la sombra envolvía la tumba del minino
y avanzaba más allá.
¡Horror! Notó que ella
misma se diluía en el aire, con vara, escoba, y todo, junto a los otros elementos del conjuro. Era el temido castigo del Más Allá, a su tonta
ineficiencia y a su rapto de felicidad.
Las ramas de los árboles
del Zoo Cementerio repartieron los ecos del maullido sobrenatural de Pedrito,
que agradecía su reposo eterno.
lunes, 3 de abril de 2017
martes, 28 de marzo de 2017
La Laguna
Lo habían fascinado las ninfas en la vieja foto del
comedor; el abuelo le contó que estaban
nadando en la laguna del pueblo; le encantaban los cuerpos desnudos,
mojados, brillando al sol.
—¿Así es la gente grande desnuda?— preguntó inocente. Risas. Cuchicheos.
Quiso ver, preguntar
otra vez; y tocar a los adultos. «Eso es sucio». «Calladito».
Insistió; pero estaba prohibido: ni siquiera su propio
cuerpo. Prohibido, a gritos y amenazas sobrenaturales; prohibido, a golpes y penitencias;
prohibido, retirando el cuadro.
La eterna sombra invisible de Agustín lo envolvía por fuera: hosco, silencioso,
huidizo; solo y agresivo; por dentro, la obsesión era una fogata de urgencias
reprimidas: ver, tocar, vibrar.
«Las fogatas se apagan a pisotones»; y él los sentía cada vez más dolorosos: prohibido, prohibido,
prohibido… Y la obsesión crecía e incendiaba.
Como tantas otras veces, esa tarde las siguió cuando iban a
bañarse a la laguna; quería gozar del cuadro cuando salieran para vestirse. Tampoco esa tarde el grupo de chicas
bulliciosas se percató de su presencia; una sombra más entre la de los viejos
árboles. Agustín se asomó sigiloso a la laguna para espiarlas; chapoteaban y
reían, desnudas, ingenuas.
Sintió que su mundo interior estallaba ardiente y poderoso;
se lanzó, desnudo y jadeante y rebotó con su grito de miedo en el pozo vacío en el que alguna vez estuvo
la laguna. Una sinfonía de garzas y zorzales tapó el crujido de las ramas y de
las piedras sueltas.
“Encuentran muerto en el fondo de un barranco al anciano
paciente del hospital psiquiátrico; el hombre habría salido a pasear y se alejó
del predio; siempre deliraba con la laguna que se desecó para urbanización a
mediados del siglo veinte.”
El otro lado de "Las Margaritas Amarillas"
Ni siquiera busco el
cuadro de Lucía; es imposible que no esté frente a la escalera; lleva treinta
años allí; se llama “Las Margaritas Amarillas”: flores sencillas y mucho
sol; así ve Lucía nuestra vida de amor; ¿o
la suya con la mía? Cada uno en sus asuntos, pero siempre juntos entre largos
silencios.
¿Por qué jamás entiendo cuando me pregunta: “Arnoldo, ¿qué
hay al otro lado de mis margaritas?”. Yo me río; pienso que es un poco boba.
Acabo de despertarme sobresaltado por un estallido de
vidrios y maderas, y un golpe sordo
envuelto en un grito de angustia y dolor.
—¿Lucía? ¿Qué pasó?
Silencio, su cama está tendida y vacía.
Casi olvido manotear una linterna; no hemos pagado la luz;
malos tiempos para los viejos solos. Voy bajando la escalera; rengueo
descalzo y jadeante.
Busco a nivel del piso, desde el último peldaño. El pálido
rayo de la linterna sugiere cortinas,
muebles; nada extraño, al parecer.
Veo un banquito caído al pie de la pared; el fuerte soporte
del cuadro está casi arrancado y sostiene una soga sucia; un tarro de pintura
negra vuelca mansamente su contenido sobre el cielo diáfano del cuadro. Y justo al pie de la escalera, como en una
pira presta al holocausto, se desparrama el cuerpo mudo y gastado de Lucía, desarticulado
sobre vidrios, astillas y flores; Lucía y el otro lado de sus Margaritas
Amarillas.
Me imagino la soga en el soporte de su cuadro, mientras
Lucía, desde el banquito, trata de
escribir un mensaje póstumo antes de colgarse; lucha con la soga y el pincel y
el tarro; se viene en banda, con todo, y se rompe la cabeza.
Ya estoy demasiado viejo para andar sin chancletas sobre el
estropicio; me siento a llorar a la espera del amanecer y de algún auxilio; sé
que está muerta; ni siquiera procuro tocarla, ayudarla, besarla. ¿Qué hay al
otro lado de una vida que se rompe?
Oigo en el aire polvoriento su añosa cantilena: “Arnoldo.
¿Qué hay al otro lado de mis margaritas?” Ahora sé lo que hay: vacío, tristeza
y soledad.
jueves, 23 de marzo de 2017
Jalea de peras
Obstinada, obsesiva,
transportada en la
estela
de mi dulce de peras,
llegó a la cocina.
Zumbadora, indiscreta,
aleteaba jadeante
hacia el festín brillante
de dorada jalea.
La espantó la palmeta
que sacudí a su paso;
se aquietó por un rato,
silenció el sonsonete.
Mas volvió a despertar
su canción en mi
oreja
en la obsesión demente
de su alma de abeja.
En uno de los giros
de mi yo ecologista,
enfrié en la cuchara
varias rubias gotitas.
se mató por obsesiva;
se fue a clavar de narices
en la olla traicionera.
martes, 7 de febrero de 2017
Una carta
Para implorarle que vuelva a casa… ¿Te escuché bien?¿Para qué?
No somos demasiado felices, pero hemos logrado algo de racionalidad después de su portazo. ¿Otra vez sus desplantes o su ira desatada? ¿Otra vez el estrépito de vidrios y muebles? Sin rencores, pero sin estupideces. Yo soy su hija, y no me arrepiento de haberlo echado; nos ha vapuleado y destruido; nos ha separado.
Cada cual puede decidir quién le importa; él ya lo hizo; rómpela ahora mismo, por Dios..
EL AMOR VIENE A LA FIESTA
Mil suspiros y
piropos,
y algún poema
escondido
en las hojas del
cuaderno
que se te quedó aquel
día
¡sabrá Dios por qué descuido!
olvidado en el
asiento.
Mil rubores, mil
cosquillas…
te disfruto, sudoroso
y encendido,
reflexivo o
distendido;
me disfrutas,
perfumada o desprolija,
sembrando besos
secretos
cantando en versos “prohibidos”
lo que “no debe
decirse”, lo que “no es propio” sentir
porque aún somos “muy niños"
y "de familias decentes".
y "de familias decentes".
Mil sofocos,
mariposas,
allá “donde no se toca”,
cuando siento
que tus ojos me
desnudan;
que acarician, debajo
del uniforme,
a una Eva promisoria,
la manzana tentadora
que asegura el Paraíso,
mientras mi vientre
se agita porque te sueño conmigo.
Nuestros cuerpos ya lo
gritan,
anhelantes, incompletos;
Y en cualquier rincón
amigo, vuela un beso.
Nuestras manos se equivocan de camino
y abandonan las
cinturas, y aprietan y reconocen
dónde salta y se estremece
la savia de nuestra esencia;
El amor viene a la
fiesta.
miércoles, 1 de febrero de 2017
El Predicador
No sé si la pandemia decreció, terminó, o perdió interés político. Pero, al parecer, podremos reeditar "Las Fiestas", al modo tradicional,
ajetreado, aunque los bolsillos están bastante secos.
Mientras se acerca la Navidad, recuerdo un episodio que viví hace un par de años.
En estos tiempos de revisión de los valores humanos, mucha
gente dice que ha perdido la fe; otros, en cambio, se sienten profetas y gritan
desinteresadamente por la conversión, o reversión hacia los credos
tradicionales. Desde su propio espíritu apasionado apalean la molicie de nuestra “new-age”.
¿Fanáticos? ¿Voceros de un
negocio?... Lo cierto es que promueven milagros, como el de esta escena .
Ardiente mediodía de diciembre. Hace veinte minutos que la gente espera el
colectivo en la plaza. Por supuesto, está atrasado. Las campanas de la catedral
dan la una de la tarde con música de “Noche de Paz”.
De pronto explota la voz del predicador:
“¡Jesucristo es el único camino para la vida y la paz!”
Personaje conocido, si los hay en
Córdoba, siempre está a la sombra este moreno robusto y cuarentón que lleva una
cadena gruesa cruzada al pecho. Debe de tener alguna conexión con la empresa de
ómnibus; parece que le avisan cuando un coche viene atrasado; entonces, brota
de improviso en su bicicleta y comienza su labor redentora.
—¿Qué
esperas? ¿Qué esperas? ¿Llegar a tiempo para que no se te derritan los helados?
¿Cuidar que no se malogren los lechones que has comprado? ¿Así preparas la
Navidad?
Los pasajeros lo ignoran, comentan
los preparativos de la fiesta, miran las palomas y otean el camino del
transporte.
—¡Gula
y pecado! ¡Así preparas la llegada de tu Redentor!
—De
Papá Noel, ‘boludo’— grita un adolescente — ¡Viva ‘la joda’! ¡Tomá unas garrapiñadas para que te las …!
Algunos le chistan al pibe; otros
se ríen y lo palmean.
Se palpa el nerviosismo de los
que esperan. Tantean sus bolsos: efectivamente, se están ablandando los congelados.
—¡Hijo
de las Tinieblas! ¡Te vas a condenar!¡Traigo el aviso de la Justicia Divina!—sacude la estrepitosa cadena—¡Adoras a tu estómago, glotón
impío!¡Ya estás cebado, entonces!¡Tienes el cuchillo en tu barriga!
Y el colectivo no viene. Sobre la vereda hay
algunos charquitos de agua y frutas apretadas. Crece la tensión. Un hombre
obeso lo mira con odio. Una jovencita desaliñada trata de calmar al bebé glotón,
dándole de mamar.
Las campanas dan el primer cuarto
después de la una y el
predicador sigue con su atronadora letanía: los Romanos, los Gálatas, la
hipocresía del Papa…
«Ave
María Purísima»… Una
anciana se apoya en el carrito de compras, saca un rosario y un paquetito de
frutas frescas, y avanza
temblequeando y sacudiendo el rosario.
«¡Señora!
¡Cuidado!¡Es un loco!»
Entra
en el aura del predicador; él la mira extático; ella irradia una luz extraña,
mágica; puede que no sea ella, sino las baldosas quemantes de la plaza, pero…
—Hijo; hace mucho calor; tomá estas
uvas para que refresqués tu garganta…
Mágico
silencio. El predicador queda impactado; parece que viera a los ángeles, desparramando
su guión. Recibe las uvas, y empieza a comer.
La viejita le marca con el índice: “Uva número uno:
«No juzguen, y no serán juzgados; no
condenen, y no serán condenados». Uva número dos: «El que come, para el Señor
come, porque da gracias a Dios». Uva número…
Frena
el colectivo delante de la ‘cola’. «No abrás la boca», le sopla el gordo al
adolescente, que es el primero de la fila. «Ni se te ocurra decirle que deje de
comer, por favor» dicen los pasajeros mientras suben.
—Adelante, señora. Suba que la
ayudo con el changuito.
El
predicador sigue comiendo, calladito, a la sombra. Suena la una y media, y las
campanas cantan Noche de Paz.
martes, 10 de enero de 2017
MI PROPIO VIAJE
Desde que te fuiste renuncié a buscarte.
Plegado en mi alma
encontré tu mapa
y me quedé quieta, junto a la ventana,
persiguiendo rumbos, senderos, espacios…
con el dedo agudo de mis remembranzas.
Carreteras largas, inmensas, vibrantes…
Senderos callados, húmedos de lluvia…
Playas, montes, calles. ..
Praderas o bosques…
Te voy encontrando y me hacen cosquillas
todos los momentos que pasé a tu lado.
lunes, 9 de enero de 2017
Esperame en la terraza
Se giró al
escuchar el grito: ¡Lauraaa!… ¿ Arriba, en el aire tibio del atardecer? ¿O
dentro de su corazón?
De espaldas, a unos pasos del moderno edificio, se
disponía a subir al coche; la llave estaba en la cerradura. El semáforo se puso
en rojo. ¿Frenadas?
Levantó la cabeza, con la mano en la puerta
entreabierta; entonces lo vio volar en picada desde el octavo piso; allí, desde la terraza en donde habían pasado una
hora poniendo en orden su futuro de pareja en crisis. También volaban el
infaltable portafolios y uno de sus mocasines; no supo que estaba corriendo con
los brazos extendidos para recibirlo; tampoco advirtió el coqueto bolsito
beige, entreabierto, que se soltó de su mano; un labial, un portadocumentos y
el celular se desparramaron en la vereda,
Ismael caía inexorable, mudo y vacío, ya
desparramada su vida, sus papeles, sus planes, su actitud de triunfador; cincuenta
años de éxitos y ochenta kilos de importancia y no pesaba más que cualquier
papelito; a su paso se abrían ventanas de ignotas oficinas y el grito renacía
con los de tantos otros. Laura corría con toda su confusa y desesperada
angustia, ciega por la melena revuelta y por sus lágrimas secas. Su alarido
desgarrador, que sabía a duraznos y vodka, se había ligado al de Ismael, y al
de la gente en la vereda y en los ascensores; y él volaba,
quieto y rígido, muy cerca del
piso, mientras ella se ahogaba en el loco palpitar de su corazón.
«¿Qué hiciste?» «No, no; pará» «¡No te lo creíste!»
«Este tiempo que decidimos darnos…» «¿Todo estaba podrido para vos?» «¡No, no,
por favor!»
Crujió el tacón de su sandalia derecha. El reventón
de Ismael contra las baldosas estalló junto con el de su propia caída
amortiguada sobre el cuerpo sin rostro.
Después se apagaron sus sollozos histéricos; no oyó
el nuevo arranque de los autos, las
voces, ni las sirenas…
Enarboló su celular de niebla y contestó la llamada
muda: “Hola… Sí… Esperame en la terraza con unos daiquiris… Llego ´en cinco’,
más o menos…”
miércoles, 4 de enero de 2017
Poco antes de que los domingos fueran amargos
Dos versiones de un mismo tema: el primero para cien
palabras (Microcuento de Cadena Ser).
El segundo, ampliado para cuento breve.
Años de sequía
Poco antes de que los domingos fueran amargos ya sentíamos
la falta de horizontes. Siempre fue dura la vida del labriego; pero a los domingos los había
hecho el Señor para que viéramos su sonrisa en las nuestras. Ahora, una
polvareda gris mataba la luz del paisaje. Los campos se estaban volviendo
estériles y tristes; y nosotros también: no había canciones para alegrar los
domingos, ni bastante pan para compartir; y la semana agotadora e infructuosa
nos ataba al silencio triste de la vivienda..Entonces decidimos emigrar.
Tiempo de sequía
Una polvareda gris mataba la luz
del paisaje. Los campos se habían vuelto estériles y tristes; y también la
gente: no había bastante pan, ni cerveza, ni canciones para alegrar los domingos; y la
semana agotadora e infructuosa ataba al silencio de la vivienda.
Lo decidió en esa nueva noche de
insomnio: partir, partir. Ella no quería que se fuera; pero acató su decisión
con áspero silencio.
Amanecía cuando el hombre,
esmirriado y cabizbajo, cargó su pequeño morral; sobresalían los mangos de un
hacha y una pala. ¿Trabajo o sepultura?
Dentro de la casucha quedaba su
gente; nadie se asomó a despedirlo; para qué…
El corazón reseco no anhelaba ternura; sólo mandaban los fantasmas: el
hambre y la desesperación.
Se puso en marcha pisando el
polvo; no era sino otro hierbajo reseco.
Entonces extrañó al sol. Un cielo
de nubes espesas y el olor de la tierra lejana y mojada cortaron su marcha;
anhelante e incrédulo recibió la primera gota sobre su cabeza, y escuchó el
envión de la lluvia que avanzaba.
Un trueno remoto llamó a la mujer
a la puerta de la vivienda. Corrió, desmelenada, y abrazó al hombre que lloraba
y renacía bajo la lluvia.
viernes, 30 de diciembre de 2016
Canción de Navidad para Mariano
Mariano
Oberlin está llorando en esta Nochebuena. Este joven barbudo y grandote es un
cura cordobés.
Hace
seis años le encargaron la parroquia de Müller, un barrio dominado por la droga,
más precisamente, por “el paco”; y él ha centrado su ministerio en el rescate
de los chicos y la denuncia activa del tráfico en la zona. Hace quince días, su
imagen sonriente iluminó los diarios: lo eligieron “Cordobés del Año” por su
obra: coaligar al vecindario para salvar a los chicos.
Esta
tarde estaba cortando el pasto de un baldío, en otro de los espacios de recreación, con varios
voluntarios; entonces lo asaltó la patota de adolescentes: le ordenaron dejar
la desmalezadora y correr; y empezó el tiroteo; esperaba sentir una bala en su
cabeza, pero su custodio disparó antes que los atacantes; no era su momento.
Hoy,
24 de diciembre de 2016, se está rompiendo su sueño, su alma, mientras vela al
chico de catorce años que quiso balearlo y fue baleado. Dura y amarga Nochebuena sin Jesús, ni Papá Noel , ni
brindis: Los compañeritos y las familias- pobres angelitos y pastores- están en
la calle, llorando, insultando, quemando
gomas…
“Dios,
Jesús…Si pudiera cambiar mi vida por la de este chico…, pero aunque yo muera,
él no va a revivir. Hoy siento que nada tiene sentido: ni las luchas, ni las
convicciones, ni las palabras, ni el trabajo infatigable por intentar cambiar
al menos una puntita de un sistema que está podrido desde la raíz".
«Mariano, hijito» dice Jesús desde el Pesebre
de la capilla «Tu sueño es como el mío: comienza en la pobreza y sufre en la
Cruz; pero no se muere. Y resucita en cada semilla que sembraste. Llorá,
Mariano, en esta triste Nochebuena; pero no me cierres la puerta: soy la
Esperanza y vos me hacés mucha falta; tu gente te sigue necesitando».
Una mano se apoya en el hombro de Mariano; es
una mano pequeña, pero se siente muy grande, liviana y cálida; una mano que lo
atrae hacia un corazoncito infantil: es el alma de “los chicos”.
Mientras otros chicos esperan a Papá Noel, sus
chicos (y tantos en todo el mundo), sólo esperan Vida: dignidad, paz, amor.
«Hasta mañana, Mariano» dice Jesús.
No sé qué contesta Mariano… De chico fue scout.
«¡Siempre listo!» dirá.
Beba Pihen – Dic, 2016
Episodio real ocurrido en el lugar y tiempo citados. Personaje real.
jueves, 15 de diciembre de 2016
Epifanía
La celebración de Reyes es una invitación a seguir a nuestra estrella hasta el fondo del corazón, en donde anida Dios.
¿Dónde estoy?
¿Para qué vivo?
¿Qué ha sido de mi lucero?
Largo viaje no pedido
es este de la existencia.
Chispa de luz desprendida
de los astros, de los cielos,
de algún Dios que cierto día
me destinó a cierto cuerpo,
y me envío a ciertas gentes,
y entre ellas plantó mi carpa
para que empiece mi huella.
«Vas a volver a tu estrella,
si te pones a buscarla
aunque sea en el desierto.
Y será tu epifanía
cuando descubras que luce
en lo profundo del pecho;
o en el fondo de una cueva
donde duerme un pequeñito,
luz y sombra como tú,
Dios y Hombre, al mismo tiempo»
domingo, 11 de diciembre de 2016
Historia de amor
Relato para Cadena Ser- 3° Semana de noviembre 2016
No era el mar pero se le parecía. Ronroneaba como el oleaje su mensaje de amor. Lo escuché, y me llené de su voz monótona pero firme; permanecí preso de su "Te amo", hundiéndome en su ternura fuerte y apacible. Contuve cuanto pude mi respiración y me saturé de su salobre sonoridad. Entonces dije "Te amo"; y nos volvimos espuma en la playa de la vida.
No era el mar pero se le parecía. Ronroneaba como el oleaje su mensaje de amor. Lo escuché, y me llené de su voz monótona pero firme; permanecí preso de su "Te amo", hundiéndome en su ternura fuerte y apacible. Contuve cuanto pude mi respiración y me saturé de su salobre sonoridad. Entonces dije "Te amo"; y nos volvimos espuma en la playa de la vida.
Desde la distancia
Ahora recuerdo ese momento. Por la ventana abierta entraban
las voces del mar.
Desde el fondo de mi alma, su recuerdo ronroneaba en el oleaje. Escuché otra vez el vaivén de su mensaje de
amor, y me llené de su voz lenta, distante,
pero firme; permanecí presa de su "Te amo": floté en una
ternura fuerte y apacible. Contuve cuanto pude mi respiración y me saturé de su
salobre sonoridad. Entonces yo también dije "Te amo"; y fuimos otra vez espuma en la playa de la
vida.
Se volvió presencia
lo que parecía final.
PÉTALOS Y TRINOS (Publicado en Reto n°69 de Territorio de Escritores
«Es otoño…
a volar, o moriremos»
trinaban las bandadas que partían.
Pero el loco jilguero enamorado
desgranaba requiebros, al oído
de la última rosa del verano
apenas coloreada, decaída.
.
«Bella rosa, mi rosa sonrosada…
tú siempre me cautivas.
Me quedo en tu corola perfumada
Para trenzar mis trinos».
desgranaba requiebros, al oído
de la última rosa del verano
apenas coloreada, decaída.
.
«Bella rosa, mi rosa sonrosada…
tú siempre me cautivas.
Me quedo en tu corola perfumada
Para trenzar mis trinos».
Y la rosa bailaba indiferente
dormitando en la brisa de la tarde;
era su último tiempo,
el del último viaje.
dormitando en la brisa de la tarde;
era su último tiempo,
el del último viaje.
«Oye—murmuró la rosa—
mejor te vas con los tuyos;
yo me secaré esta noche,
y tú morirás de frío»
mejor te vas con los tuyos;
yo me secaré esta noche,
y tú morirás de frío»
Acurrucado en los pétalos
siguió con sus dulces trinos,
mientras la rosa, ni rosa,
desfallecía entre espinas:
y las espinas punzaban
un débil canto que se iba.
siguió con sus dulces trinos,
mientras la rosa, ni rosa,
desfallecía entre espinas:
y las espinas punzaban
un débil canto que se iba.
Y después llegó el invierno,
nieve de plumas y pétalos;
algo de dulce perfume y de trino soñoliento
se eternizaba en el viento.
nieve de plumas y pétalos;
algo de dulce perfume y de trino soñoliento
se eternizaba en el viento.
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