Un cuento poco ortodoxo: una ensalada de historias; un revoltijo de visiones . Y un aceite suavizante y unitivo: Un Eterno Niño Dios que siempre llama a la ternura, a la paz, aunque la ensalada tenga mucho vinagre.
1-
Hoy se recuerda una historia que ocurrió hace muchos años:
"En Belén nació Jesús en un establo pobre y frío .
José y María llegaron buscando un alojamiento. María estaba de parto, angustiada y dolorida.
Y por aquello del censo prepotente, no había albergue en el poblado..."
Tienen miedo de los pobres, y de tantos peregrinos extranjeros.
Aseguran sus moradas, sus bolsillos, su presente.
¡Qué bueno hallar un establo en una cueva cualquiera!
"¡Por fin ha nacido el Niño: los dos están muy cansados, pero sonríen y rezan!
Un coro de ángeles puros
canta desde las estrellas:
“El Salvador ha nacido…
Paz a los hombres que creen”
"Y unos pastores muy pobres, sacudidos del milagro, le llevaron ovejitas… y así se entibió el Pesebre".
No entendían demasiado, aquello del Salvador. (A lo mejor el chiquito echaba a tanto romano altanero y pecador…)
Todo era puro sentir… Sentirse maravillados, capaces de dar amor.
2- Las familias del pueblo volvieron de la Misa de Nochebuena.
No había demasiada comida, de modo que la cena fue un plato de sopa caliente; el lujo, mantener encendidas más velas que de costumbre, durante unas horas; y el regalo, la alegría de estar juntos, en armonía, bendecidos; habían dejado su limosna en la Iglesia y conocían el destino de las monedas.
Afuera, entre los árboles se vio pasar a un hombre, tal vez otro aldeano, que se acercó sigiloso a una casucha sin luces.
El hombre en la sombra, era Nicolás (Claus), el párroco, que se detuvo junto al ventanuco sin vidrios, silbó un villancico y dejó un paquete de provisiones y unas monedas de la colecta de la misa.
No más que una imposible caricia, porque el yacente, baldado y mudo, estaría encerrado hasta la mañana; entonces volvería el chico, su nieto, que cuidaba los renos de un vecino; los lobos eran impredecibles en sus visitas.
Desde su pesebre dorado del altar, el Niño Jesús, sonrió una cascada de bendiciones para Claus y para todos.
3- Pasaron los años. El
histriónico Santa Claus se preparaba para su viaje surrealista. “Operativo
Navidad”… Se reía a carcajadas mientras lustraba la nariz de Rodolfo, el reno.
“Papá Noel va a operar el gran cambio en tu vida: ríe, come, festeja…”, leyó el jovencito que acababa de ser aplazado en su último examen; era el tercero; repetiría el curso; justo cuando sus padres se estaban divorciando; justo cuando su padre había perdido el trabajo; justo, cuando pasaba una manifestación de protesta … Tantas cosas injustas…
Demoró el paso hacia su casa… “Papá Noel… qué fácil arreglamos la vida con una campanita y un vaso de sidra”.
4- Navidad, otra vez...Rodolfo, el de la nariz roja, luce más apolillado y
rezongón que nunca. Sé que, otra vez, esta será una Navidad diferente.
— ¿Te
llegaron cartitas, por lo menos? ¿Te mandaron la partida de juguetes modernos?
— Y… no… La
Coca está mandando menos remesas. Ya me
comentó hace varios días que no soy una buena publicidad para la Coca Light; y
que los chicos no creen en mí.
— — Sí… los chicos están “de vuelta” y los papás se ocupan de los regalos, hasta donde les da el bolsillo
— Debe ser la crisis.
—La crisis de valores, dirás. Ponen Papás Noeles desteñidos
y amargados a las puertas de los centros comerciales; es más rentable que
distribuir juguetes pasados de moda.
Y giró tembloroso pero enérgico. Él tiene i-phone en los cuernos; se conecta y
sabe de qué va el mundo.
Yo me senté a rumiar mi decepción. ¿Qué es el Espíritu de la
Navidad? ¿De qué sirvieron tantos años de sabañones, reumas y catarros?
Entonces, hubo un vientecito entre los abetos y sonó la voz
del Eterno.
—Vamos, Nicolás. Vos sos la magia, los sueños. Y los humanos
necesitan soñar, volar entre las estrellas, sentir la alegría de estar juntos.
Así se abre el camino a los afectos, a la buena voluntad, para el año que
viene. Te dejo un regalito. Andá a hacer lo tuyo, y mi pequeñito de Belén hará
lo demás.
Y hubo silencio y paz. Y, de pronto, campanas.
Los renos se han dormido. Los llamo. ¡Milagro de Navidad!
¡Les brillan los cuernos y las pieles!
Rodolfo avanza dando saltitos: «¡Dale, Santa! ¡Por suerte se
nos pasó la gastritis!»
Y yo, a media crisis todavía, pienso y decido:
«Creo que este año me bajo en cualquier casa y exijo que me conviden sidra y pan dulce.
¡Bah! No... Mejor nos colamos en algún pesebre, a la sombra del Arbolito; los renos platicarán con las ovejas y burros. Yo.le haré unos “jo, jo, jo” suavecitos a Jesús Niño; y me sentaré cerca del buey, para que todos estemos cómodos y felices.